El retorno de los Marcos en Filipinas

Blanquear el pasado

El hijo del dictador Ferdinand Marcos, expulsado en 1986, se prepara para retomar la presidencia en los comicios de mayo

Ferdinand

Ferdinand Marcos, senador y candidato presidencial, el viernes en un mitin en San Fernando

Veejay Villafranca / Bloomberg

En su asalto final al palacio presidencial de Malacañang, el mismo del que su familia tuvo que escapar a toda prisa hace casi cuatro décadas, Ferdinand Marcos Jr. no ha dejado nada al azar. Su equipo ha reconvertido un himno asociado con la ley marcial que impuso su padre, el dictador Ferdinand Marcos, en una pegadiza melodía pop bailable en redes sociales. También se ha apropiado de su particular signo de la paz, que la multitud replica ahora entusiasta en los actos de campaña. Y con el micro en la mano, Bongbong (como se le apoda) deja claro que está orgulloso de su pasado y del legado familiar.

“Mi padre era el estadista, el genio político. Mi madre (Imelda Marcos, la de los mil pares de zapatos) es la política suprema de la dinastía. (...) Todo el mundo acaba siendo su amigo”, declaró en una reciente entrevista con CNN Filipinas. Ni una palabra de los miles de millones que robaron de las arcas nacionales o de los opositores represaliados durante los años más duros de su dictadura.

El retorno de los Marcos es una historia con resonancias en otras latitudes. Durante las últimas décadas, el clan y sus socios se han empeñado a fondo en blanquear su pasado y volver a la primera línea política. En redes sociales o medios tradicionales, potencian una narrativa que exagera sus logros, minimiza o niega los abusos y difama a sus rivales, de forma que a las nuevas generaciones les llega el mensaje de que la suya fue una “época dorada” que nadie más ha sabido replicar.

“Ferdinand Marcos fue el mejor presidente de la historia de Filipinas”, aseguró a este diario Jayjay Lyric Tandoc, taxista de 36 años en Manila. “Construyó carreteras, hospitales y casas para los pobres, había seguridad y Filipinas era respetada. Puede que robara, igual que han hecho muchos otros. Pero con un hombre fuerte como él nos iban mejor las cosas”, añade. Una opinión recurrente entre ese 56% del electorado que tiene entre 18 y 41 años y no vivió en primera persona esos años, pero cuyos votos serán clave para los comicios presidenciales del próximo 9 de mayo.

El triunfo de Bongbong, de 64 años, cerraría un círculo que comenzó a trazarse hace más de medio siglo. En 1965, Ferdinand Marcos padre, entonces un brillante abogado de una potentada familia, fue elegido presidente del archipiélago. En 1972, un año antes de que concluyera su segundo y último mandato, declaró la ley marcial, que aprovechó para machacar a sus detractores.

Según Amnistía Internacional, el Gobierno encarceló durante esos años a al menos a 70.000 personas, torturó a 34.000 y asesinó a unas 3.240. Mientras, la deuda pública filipina pasó de los 2.000 a los 30.000 millones de dólares a la par que los Marcos y sus socios se hacían escandalosamente ricos. Se estima que se apropiaron de hasta 10.000 millones de dólares –con los que compraron propiedades inmobiliarias, obras de arte o lujosas joyas– de los que tan solo se han recuperado hasta ahora unos 3.300 (2.400 están todavía bajo litigio).

Durante las últimas décadas, el clan y sus socios se han empeñado a fondo en blanquear su pasado

En 1986, tras amañar las elecciones, un movimiento revolucionario pacífico llamado Poder del Pueblo tomó las calles para protestar y, con la aquiescencia de los militares, logró desahuciar a la familia de cleptócratas del palacio presidencial. El matrimonio Marcos y sus hijos, incluidos un Bongbong, que por entonces tenía 28 años, huyeron en helicóptero a Hawái, donde el patriarca murió por enfermedad tres años más tarde. En 1991, el Gobierno de Corazón Aquino les permitió regresar a Filipinas.

Desde entonces, la dinastía fue recuperando terreno político en las urnas, logrando escaños en el Congreso y Senado y puestos de liderazgo en feudos como la provincia natal de Ilocos Norte.

Para los analistas, varios factores explican su rehabilitación pública. Por un lado, está la incapacidad de los sucesivos gobiernos democráticos de acabar con lacras como la corrupción, la miseria, la desigualdad o varios conflictos armados internos. La situación se ha visto empeorada aún más por la pandemia, que ha puesto contra las cuerdas a las clases más empobrecidas. “Es el caldo de cultivo perfecto para el populismo, el revisionismo histórico oportunista y un renacimiento autoritario”, aseguró Ronald Menzoda, de la Universidad Ateneo, al diario Nikkei Asia .

También está su habilidad para evitar pisar la cárcel pese a tener en su contra algunas sentencias condenatorias. O el apoyo que le brindan aliados poderosos como el actual presidente, Rodrigo Duterte, cuya hija Sara hace tándem con Bongbong para la vicepresidencia y que en el año 2016 autorizó la sepultura del cadáver embalsamado de Marcos padre en el Cementerio de los Héroes de Manila.

Por su parte, en las redes sociales se ha desatado una campaña masiva de desinformación a favor de Marcos y en contra de su principal contrincante, la actual vicepresidenta Leni Robredo. En enero, Twitter suspendió más de 300 cuentas favorables a Bongbong por violar sus reglas sobre spam y manipulación. Algo similar hizo Facebook el mes pasado, cuando eliminó otras 400 cuentas por motivos similares. “Estamos alarmados por la distorsión de la verdad histórica y el intento de borrar o destruir nuestra memoria colectiva a través de la siembra de mentiras y falsas narrativas. Es algo muy peligroso”, criticó hace poco la cúpula de la poderosa Iglesia católica del archipiélago.

Pero en el concurso de popularidad que son las elecciones filipinas, quejas así no hacen demasiada mella en un candidato que, con sus llamamientos a la unidad y el rechazo a debatir en público con sus contrincantes, aparece como claro favorito en las encuestas. Si al final logra el triunfo, sus detractores temen que se pierda para siempre la oportunidad de hacer justicia a las víctimas y recuperar algún día los bienes expoliados.

Ha tuneado un himno asociado a la ley marcial que impuso su padre en una pegadiza melodía pop

“Es algo que me desconcierta y me consterna. (...) Será como un segundo asalto”, dijo a la prensa Loretta Rosales, activista de 82 años que sufrió en carne propia las torturas de la dictadura.

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