Es un cambio sutil pero significativo. Desde este año, todas las fuerzas policiales de Hong Kong dejarán de marchar al estilo británico en desfiles y actos públicos para hacerlo al paso de la oca, habitual entre las tropas chinas. El cambio, ya visto por primera vez en algunas ceremonias del 2021, se adopta para “mostrar patriotismo y fomentar el amor por nuestra patria”, señaló el cuerpo en un comunicado dirigido a France Presse. A priori, la variación no carece de sentido. A fin de cuentas, que una excolonia abandone hábitos propios de la antigua potencia ocupante –en este caso Gran Bretaña– para adoptar usos más acordes con el nuevo gobierno es algo habitual, que incluso se fomenta y aplaude por otros lares.
Pero dado lo vivido en Hong Kong en tiempos recientes, a muchos les chirrían los argumentos “patrióticos”. El mismo mantra que desde año y medio se emplea para justificar muchos de los cambios impuestos en el territorio y que, critican, están limando sus libertades.
Hong Kong regresó bajo soberanía china en 1997 de acuerdo al principio “un país dos sistemas”, que sobre el papel protege derechos como la libertad de prensa, de asociación o unos tribunales independientes hasta, al menos, el año 2047. Aunque en los primeros años el pacto se mantuvo, comenzó a torcerse hace una década con la llegada de Xi Jinping. El punto culminante de su reafirmación del control sobre el territorio llegó tras las protestas antigubernamentales del 2019, que colmaron la paciencia de Pekín y les llevaron a imponer la Ley de Seguridad Nacional en junio del 2020.
Desde entonces, decenas de prominentes políticos de la oposición y activistas están entre rejas o a la espera de juicio por cargos relacionados con esa norma, que castiga con hasta cadena perpetua los delitos más graves de sedición, subversión o terrorismo. Otros han optado por abandonar su activismo o se han exiliado.
El cambio de marcha se adopta para “mostrar patriotismo”, pero muchos lo ven como una nueva intrusión
La libertad de prensa también se encuentra en entredicho, con al menos tres medios de la oposición forzados a echar el cierre. El primero fue el diario Apple Daily , cuyo propietario, el magnate y activista Jimmy Lai, está en prisión cumpliendo penas por participar en una vigilia no autorizada y a la espera de juicio por “confabularse con fuerzas extranjeras”.
A finales de año, la historia se repitió con el digital Stand News , cuya directiva fue detenida sospechosa de “imprimir y distribuir material sedicioso”. Le siguió el portal Citizen News , que bajó la persiana de forma preventiva para evitar males mayores y proteger a sus trabajadores. “Los cambios en la sociedad hongkonesa en los últimos años y el empeoramiento de la situación de los medios hacen imposible seguir funcionando sin preocupaciones”, argumentaron.
Los cambios también han llegado al sistema educativo, con el gobierno insistiendo en la necesidad de fomentar el amor a la patria. Al mundo de las artes, que ha visto cómo se aprueba una ley de censura para “salvaguardar la seguridad nacional” o se exige la retirada de los museos de cualquier obra que pueda contravenir la ley. O a los campus, donde en vísperas del día de Navidad se ordenó la remoción de varios monumentos conmemorativos de la masacre de Tiananmen de 1989. “Su retirada acerca a las universidades y a Hong Kong al estado oficial de amnesia sobre Tiananmen (que impera en China)”, señaló a la CNN el profesor John Burns.
Lectura bien diferente hacen desde Pekín o el gobierno afín en Hong Kong, donde defienden que los cambios siguen respetando las libertades prometidas y han contribuido a restablecer la paz. En su última visita a la ciudad, Xi elogió a la jefa del Ejecutivo local, Carrie Lam, por su trabajo a la hora de “implementar resueltamente” la ley de Seguridad Nacional, que les ha permitido pasar “del caos al orden” e “impulsar el desarrollo democrático” de la región.
Lam quiere ampliar el número de delitos contra la seguridad nacional y perseguir las “noticias falsas”
Mientras, la población descontenta siente que apenas tiene alternativas de protesta más allá de algunas acciones puntuales, como abstenerse de participar en las primeras elecciones “para patriotas” del Parlamento local –en la que la participación no alcanzó ni un tercio del electorado– u organizarse por redes para crear a partir de fotografías modelos 3D de los monumentos de Tiananmen.
Todo apunta a que el espacio para la disidencia seguirá achicándose. El pasado miércoles, Lam anunció su intención de ampliar el número de delitos contra la seguridad nacional y estudia la posibilidad de implementar una ley contra las “noticias falsas”.