El mayor templo de la cristiandad en la cuna del islam celebró ayer domingo su primera misa. La flamante catedral católica de Nuestra Señora de Arabia es un octógono flanqueado “por dos mezquitas que la protegen”, según el rey de Bahréin.
Este acudió el jueves al centro de su isla, para abrir sus puertas, la víspera de la consagración por parte del cardenal Luis Antonio Tagle, de origen filipino, como la mitad de los fieles.
Kiko Argüello, el polémico muralista de La Almudena, ha tenido carta blanca en la catedral árabe
La catedral, que se anuncia con capacidad para 2.300 parroquianos, es obra del arquitecto italiano Mattia del Prete, estrecho colaborador del fundador de Camino Catecumenal, Kiko Argüello, que asumió la dirección artística, sin verse sometido al escrutinio público del que fueron objetos sus murales de La Almudena, en Madrid.
El rey Hamad bin Isa al Jalifa cedió el solar en 2013, cuando necesitaba reconciliarse con Occidente, poco después de aplastar las demandas democratizadoras de la plaza de la Perla de Manama.
La nueva sede religiosa se levanta a veinte kilómetros de la capital, en el extrarradio de una ciudad petrolera, Awali, poblada mayoritariamente por trabajadores inmigrantes. En realidad, Awali ya acogía una iglesia, al igual que Manama, donde bajo el dominio británico se inauguró, en 1940, la primera iglesia católica desde la dominación portuguesa.
El monarca ha tenido que vencer las reticencias de sus súbditos a la construcción de la catedral, que como nueva sede del Vicariato del Norte de Arabia relega a cocatedral al templo de Kuwait.
Las alarmas del Vaticano se encendieron a principios de año, cuando una propuesta de ley intentó prohibir la construcción de nuevas iglesias en Kuwait. Aunque la iniciativa fue tumbada, una organización kuwaití planteó la cuestión al gran muftí de Arabia Saudí. Este no solo les dio la razón, sino que consideró que “todas las iglesias deberían ser derruidas en la Península de Arabia”.
En el caso de la isla de Bahréin, la tradicional tirantez entre la mayoría chií y la minoría suní –la más fiel al rey– desapareció a la hora de oponerse a la catedral, que ha sido levantada en el centro de la isla. Lo que en el caso de Bahréin significa que no podría ser menos céntrica. Está al borde del desierto, donde termina la mancha urbana. Aunque no demasiado lejos para los muchos trabajadores filipinos, malabares, cingaleses o procedentes de Goa de fe católica, allí destacados.
Las misas no solo van a ser en varias lenguas, sino también en ritos distintos, dentro de la obediencia a Roma.
En contraste con otros países de la zona, Bahréin cuenta además con un millar de ciudadanos católicos, llegados hace más de medio siglo de naciones arabizadas, como Líbano o Palestina, y en última instancia naturalizados.
El rey de Bahréin, a las puertas de sus protectores de Arabia Saudí, no lo tiene difícil para presumir de aperturismo. En el reino vecino, las iglesias están prohibidas. Como lo están, en un radio mucho más amplio, el proselitismo y la apostasía.
Pese a todo, la nueva catedral nunca tañerá las campanas porque no cuenta con campanario, ni con ninguna representación externa de la cruz. Lo mismo sucede en la catedral de Abu Dabi, de arquitectura igualmente poco característica, hasta el punto que podría ser tomada por un gimnasio de pueblo.
Nuestra Señora de Arabia, en su caso, representa “a una tienda en el desierto, que evoca el pacto de Moisés”, según el arquitecto, que ha utilizado pietra serena de canteras toscanas para la construcción, cuyo coste ha ascendido oficialmente a trece millones de euros.
Otro pacto, el de Abraham, apadrinado por Donald Trump, tendrá su momento estelar hoy mismo, con la entrevista del primer ministro israelí, Naftali Bennett, con el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed, en los Emiratos Árabes Unidos.
En el caso emiratí, la exhibición de tolerancia religiosa toma la forma de la Casa de la Familia Abrahámica, un complejo actualmente en construcción en el que una mezquita, una iglesia y una sinagoga compartirán plaza y que deberá ser inaugurada el año que viene.