De regreso a Times Square

El Reportaje

La reapertura de Nueva York al turismo internacional demuestra que sigue siendo la capital global

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Que vuelva la fiesta.Los visitantes internacionales disfrutan otra vez del “cruce de caminos”, después de 20 meses de cierre por pandemia

CARLO ALLEGRI / Reuters

Después de la pandemia, mejor dicho, después de pasar de la existencia de la pandemia –como una ola que viene y va, sigue presente–, Times Square vuelve a parecerse a Times Square.

El vivo retrato de lo que era, a pesar de que aún falta algo de peso, de humanidad, tras el confinamiento por la covid.

Según como se mire, este “cruce de caminos” es un horror para muchos neoyorquinos, un gran negocio y una forma de ganarse el sueldo para otros, una fuente de ingresos extraordinaria para la metrópolis y, sin duda, la marca global que mejor resume lo que significa el turismo de masas.

Y todos los pecados que se atribuyen a esa masificación en el desmoronamiento del tejido social y urbano. Como si Ignatius J. Reilly , el singular antihéroe de La conjura de los necios de John Kennedy Toole, se apostara a tomar notas en la calle 44 con la Séptima Avenida, “estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir”, y detectara con su radar “ofensas a la decencia” que desvelan “la falta de teología y de geometría de una persona”.

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Hay cosas que no cambian. Si algo escenifica “el mal gusto” del que habla Ignatius J. Reilly, ese es sin duda el “Cowboy desnudo” y su guitarra

CARLO ALLEGRI / Reuters

Ignatius precisaría hoy un montón de libretas y una aplicación de traducción simultánea.

Times Square, que escenifica como ningún otro lugar el retorno a la nueva normalidad en la llamada capital del mundo, es como una ciudad dentro de la ciudad. Dispone de una muralla virtual que los lugareños solo traspasan por cuestión laboral, teatral (en su territorio reside el distrito escénico de Broadway) o simplemente en tránsito.

Esa actitud de mirar hacia otro lado contrasta con la efusiva felicidad de los visitantes.

Ahí está Fiona McGettigan, que exhibe una risa expansiva y contagiosa. Ya se ha fotografiado con King Kong y ahora posa con un par de Minnies .

Es una debutante. Fiona jamás había cruzado el Atlántico. Procedente de Irlanda del Norte, de la localidad de Strabane, no hace ni tres horas que aterrizó en la Gran Manzana.

Ha ido al hotel y de inmediato se ha venido a disfrutar de este espectáculo de luz y ruido, acompañada por la multitud.

“Es lo primero que quería visitar”, confiesa. “Lo había visto en televisión, pero es mejor de lo que esperaba”, responde.

“Desde luego que hay muchos neoyorquinos a los que no les gusta”, admite Regina Fojas, vicepresidenta de la organización Times Square Alliance, “Antes de la pandemia había problemas para caminar por este lugar”, reconoce. Y, sin embargo, “es un icono en el que la gente quiere estar y visitar, seas de Brooklyn, de Ohio o de Barcelona”. Han regresado los palos de las selfies.

“Durante la pandemia –analiza Fojas–, en las páginas de los diarios se reiteraron las fotos de Times Square vacío, era dramático y simbólico que esa fuera la visión del virus. Eso subrayó lo importante que es”.

El viaje, en realidad, Fiona lo programó para el pasado año. Era el regalo de su 50 cumpleaños. El cierre por el coronavirus obligó al aplazamiento. “Sabía que este día llegaría”, exclama.

A la espera del efecto de la nueva variante, las colas vuelven a la Gran Manzana tras el vacío pandémico

Estados Unidos reabrió el pasado 8 de noviembre sus fronteras a una treintena de países (incluidos los de la Unión Europea y Reino Unido), con la exigencia de la vacuna y un test negativo. “Esta fecha es un hito en nuestra recuperación”, señala Christopher Heywood, vicepresidente ejecutivo de NYC & Company, la agencia oficial de turismo de la ciudad.

“El mercado de los visitantes internacionales es el alma de nuestra economía y su regreso es esencial porque es un sector muy lucrativo”, añade.

Estos 20 meses de cierre, sostiene Heywood, han hecho abrir los ojos a los neoyorquinos. “Se han dado cuenta de que el turismo es un motor vital”, recalca. Esta industria es un pilar económico de Nueva York. En 2019 recibió a 66, 6 millones de visitantes, su récord. La progresión se cortó de cuajo con la crisis sanitaria, lo que propició unas cifras de paro no vistas en décadas y una sensación de desierto incompatible con su cosmopolitismo. “Ha sido una época devastadora, pero la gente está deseando volver. Para muchos, Nueva York representa un rito de paso”, dice Heywood.

Los visitantes internacionales representan el 20% del total en cantidad. En cambio, este segmento supone el 50% del gasto, unos 35.000 millones de dólares anuales. A estos viajeros corresponden la mitad de las reservas hoteleras y disfrutan de estancias más largas.

Existen unos cuantos termómetros. Desde esta reapertura, por ejemplo, las colas para acceder al Metropolitan Museum vuelven a ser de larga distancia. Los restaurantes de cierto nivel no dan abasto para atender la demanda de reservas.

STR, que hace el cómputo hotelero, informa que la ocupación ha llegado a su nivel más alto desde marzo del 2020, en jornadas previas al cierre. Un 75% de los hoteles están por encima de un 70% . La tasa de ocupación semanal se situó a un 84% respecto al 2019, en tanto que las tarifas de las habitaciones también treparon a un 97% de la referencia del 2019.

La variante delta retrasó la reapertura y se perdió el verano. El regreso coincide con otro momento álgido, el del periodo vacacional navideño. Gracias al requisito de la vacuna, nadie se plantea que se haya de dar marcha atrás, aunque la última mutación de la covid (ómicron) causó pánico este viernes en el parquet bursátil. Y la Administración Biden restringe a partir de este lunes los viajes desde Sudáfrica y otros siete países.

Si nada se tuerce, la previsión es que este 2021 pisen la Gran Manzana 2,8 millones de visitantes foráneos, cifra todavía lejana de los 13,5 millones de la prepandemia. Calcula Heywood que ese nivel no se alcanzará hasta el 2024, si bien pronostica un buen avance en el 2022, con 8,5 millones.

A Marc Tió, que con su empresa Cap a Nova York realiza itinerarios por la ciudad, se le acumula el trabajo. Da fe de la ansiedad que había por visitar la metrópolis. Su calendario para diciembre es más o menos como otros. Sin embargo, su experiencia le indica que muchos han pospuesto para el 2022.

A pesar de que Tió ofrece rutas imaginativas, o bien monta paseos a gusto del cliente, la mayoría de los que le requieren se hospedan en una zona tan típica y tópica como Times Square. “Podría contar con los dedos de la mano los que no se alojan en ese entorno”, asegura.

Una media de 230.000 personas pasan a diario por Times Square, aún lejos de los 350.000 del 2019

Este enclave en el corazón de Manhattan abarca solo un 0,1% del área de Nueva York, pero antes de la covid recaudaba 58.000 millones de dólares anuales en producción económica directa. Esto equivale al 15% de la economía de la ciudad, explica Fojas.

Aunque las mexicanas Rosa Morán y Pixie Pliego, que hacía dos años que no caminaban por la ciudad, creen que no ha cambiado nada, salvo que les piden la cartilla de vacunación, ni que Times Square esté más vacío, Fojas lo matiza. La media diaria de peatones llega a 230.000 desde la reapertura internacional (1,6 millones semanales). En el 2019 era de 350.000. Es un proceso de recuperación, en buena parte activado por la reapertura del motor de Broadway. En las dos últimas semanas se ha superado el millón de espectadores en sus teatros.

Hay cicatrices, remarca Fojas. Un 73% de los negocios, de un total de 600, han subido la persiana. Falta todavía cerca de un 30%. Unos 20 han cerrado definitivamente, pero ha habido casi el mismo número de inauguraciones de establecimientos, algunos, que nunca pensaron instalarse aquí, atraídos por la rebaja inmobiliaria.

“Times Square –en definición de Fojas– es una locura. Ves muchas cosas. Es un espacio público en el que puedes ser quién tú quieres y expresarte sin que preocupes a los demás. Este es su carácter”.

Quién dijo que Nueva York había muerto. Otra vez su obituario fue precipitado.

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