Biden, bajo la sombra de la decepción

Un amargo arranque de curso

Afganistán, el huracán ‘Ida’, la variante delta de la Covid y los malos datos de empleo se conjuran contra el presidente al inicio del año político y en puertas del 20º aniversario del 11-S

Joe Biden, fotografiado a su llegada a Philadelphia en el Air Force One el pasado viernes, va a la baja en las encuestas tras la retirada de Afgnistán

Joe Biden, fotografiado a su llegada a Philadelphia en el Air Force One el pasado viernes, va a la baja en las encuestas tras la retirada de Afgnistán 

MANDEL NGAN / AFP

Joe Biden puede ser “tan incorruptible como desagradecido”. Lo dice el periodista George Packer en su libro El desmoronamiento. Treinta años de declive americano (Debate). Packer apoya su afirmación en el demoledor testimonio del hoy rico hombre de negocios Jeff Connaughton, por decenios asistente del afable pero a veces rudo senador demócrata que en su tercer intento se convertiría, hace 10 meses, en presidente de Estados Unidos. A Connaughton no le defraudó tanto el hecho de que Biden plagiara descaradamente al británico Neil Kinnock o a Robert Kennedy en su campaña a las presidenciales de 1988 –a las que hubo de renunciar–, como el modo en que lo dejó en la estacada cuando le pidió ayuda para trabajar con Bill Clinton o como la forma en que se dirigía a los subordinados que le disgustaban; su apelativo preferido para ellos era “tonto de las pelotas”, escribió el excolaborador.

Los lamentos del resentido Connaughton resultan premonitorios en puertas de un curso político que arranca en situación de tormenta perfecta para Biden. La impresionante pero incompleta evacuación de Afganistán, el efecto sanitario y económico de la incontenible variante delta de la covid, y las debilidades estructurales evidenciadas por el letal impacto del huracán Ida han alimentado sentimientos de decepción y recelo hacia Biden entre ciudadanos de Estados Unidos -y más allá– hasta hace poco ilusionados con sus promesas y su talante tras cuatro años de mentiras y abusos del golpista Donald Trump.

Incluso muchos congresistas demócratas se vieron defraudados por el abandono de miles de civiles en Afganistán

Si en junio el 50% de los estadounidenses aprobaba la gestión del actual presidente y apenas el 42% la suspendían, ahora es al revés: según una encuesta de The Washington Post y la cadena ABC, hoy el 51% le niega el aprobado que ya sólo el 44% le concede.

La salida de Afganistán está detrás de esa caída. Un 60% rechaza la gestión de Biden en la crisis y un 53% lo responsabiliza del atentado que costó la vida a 13 soldados en Kabul. Aún así, el 52% de los adultos encuestados apoya la retirada en sí pero desaprueban la forma en que Biden la ordenó.

El presidente de EE.UU. comparece ante la nación en la jornada más trágica de su mandado, tras la muerte de trece soldados, y con tambores de guerra política de la oposición

El presidente Biden en su comparecencia ante la nación en la jornada más trágica de su mandado, tras la muerte de trece soldados en Kabul el 26 de agosto 

JONATHAN ERNST / REUTERS

Y es que, pese al titánico esfuerzo que permitió la evacuación de 123.000 civiles en pocos días, otros cientos de estadounidenses y miles de afganos amigos de Estados Unidos quedaron en tierra, al albur de los talibanes. El dolor, la rabia y el temor que los excluidos del rescate manifestaron y siguen manifestando en sus desgarradores relatos contagiaron incluso a numerosos congresistas de ambos bandos que pasaron días y noches tratando de salvarles. Como el representante demócrata Andy Kim, de Nueva Jersey, que se reunió con un alto cargo del Departamento de Estado con la esperanza de que le ayudara a sacar de Afganistán a una familia de compatriotas. Kim preguntó a su interlocutor cuál era el mejor número de teléfono al que podían llamar para pedir socorro. La respuesta fue la peor. “Me dijeron que no existe tal número”, reveló en Twitter.

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Hubo más demócratas defraudados que hasta se confesaron con el NY Times. La congresista Verónica Escobar, de Texas, habló de “desesperación y desgarro abrumadores” al referirse a otra familia con un niño de dos años, ésta de afganos colaboradores de EE.UU, que consiguieron llegar al aeropuerto… para luego ser conducidos de vuelta a la puerta de salida. Lo mismo que le ocurrió al traductor Sultan Mansur, ex vecino del también representante demócrata Ro Khanna, de California. Khanna consiguió que Mansur y los suyos llegaran al aeródromo, pero en puertas del avión los soldados americanos los rechazaron.

Por mucho que la ayuda internacional y la diplomacia alivien estas situaciones, es obvio que la derrota en Afganistán multiplicarán la amargura y el temor a nuevos horrores en el 20º aniversario del 11-S, el próximo sábado.

Habrá que ver cómo y con qué apoyos Biden materializa su anuncio del “fin de la era de las grandes operaciones militares para reconstruir países”

Más a largo plazo, habrá que ver cómo y con qué apoyos Biden materializa la doctrina que enunció al proclamar la consumación de la retirada. Es, dijo, el “fin de la era de las grandes operaciones militares para reconstruir países”. A partir de ahora prevalecerá la diplomacia sobre la guerra. Los responsables de intervenciones en el exterior calzarán zapatos antes que botas. Y la meta será defender el interés nacional, no transformar dictaduras en democracias.

China y Rusia, sin olvidar Irán, son los adversarios a los que plantar cara, subrayan en la Casa Blanca. Lo demás quedaría en segundo plano. Y ahí cabe preguntarse cuándo y cómo Washington atenderá las expectativas de los miles de cubanos que en julio protestaron contra el régimen en la calle, manifestantes que fueron los primeros en expresar su decepción con Biden, por su “tibieza”.

En casa, el trauma por la derrota en Afganistán y la caótica salida del país es visto como sólo uno de los jinetes del inesperado Apocalipsis de verano que han salido al paso de Biden. A la par cabalgan los desastres naturales que ya nadie disocia del cambio climático, con cientos de miles de ciudadanos sin electricidad ni gasolina tras el paso de Ida; el rebrote de la pandemia un mes después de las celebraciones por su pretendida superación, y, como consecuencia de la expansión de la variante Delta, un sorprendente empeoramiento de los datos de empleo.

“El presidente aún tiene tiempo para remontar” antes de las elecciones de renovación de las cámaras a medio mandato en noviembre, mantienen con todo muchos analistas, y así lo resume el profesor Jordan Tama, de la prestigiosa School of International Service.

Biden esgrimirá sus billonarios planes sociales y de infraestructuras para recuperarse de la caída antes de las elecciones a medio mandato

Los billonarios planes de infraestructuras, mejoras sociales y lucha contra el cambio climático son el arma con el que Biden espera –si los proyectos superan su intrincado periplo parlamentario– combatir a los jinetes de guerra, pandemia y desastres que a él le han amargado el verano y a muchos de sus conciudadanos, la vida. El reto es enorme. Los republicanos aprovechan cada bache para contraatacar, y por si no basta, los Estados bajo su control siguen aprobando leyes que restringen el voto a su favor, la última en Texas.

“Desmoronamiento”, como se titula el libro de Packer, es una palabra fuerte para describir lo que está sucediendo en la primera potencia del mundo. Pero a su presidente el término le debe de estar resonando desde hace días.

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