Narendra Modi no le ha escrito una carta a los Reyes Magos, sino a su arquitecto de cabecera y paisano, Bimal Patel. Entre mediados del año que viene y principios del 2024, quiere estrenar los siguientes edificios, que ahora solo existen en Power Point: una nueva residencia oficial, una nueva sede de gabinete, un nuevo Parlamento, un nuevo Archivo Nacional, un nuevo Museo Nacional, una nueva residencia del vicepresidente, una docena de nuevos ministerios...
La lista de construcciones es tan larga como la de demoliciones –medio millón de metros cuadrados– y cambios de uso. Todo ello en el olimpo del poder indio, la Nueva Delhi británica. Un legado colonial cuya candidatura a Patrimonio de la Humanidad fue rápidamente retirada por Modi.
Modi tendrá nueva residencia y evacuará el Secretariado para encumbrar allí el arte hindú del Museo Nacional
El revolcón a la arquitectura del poder es tan tremendo y en tantos frentes, que la oposición todavía está intentando adivinar dónde está la bolita. Hasta ahora, solo ha acertado a denunciar “la opacidad” y “el derroche”. Ochenta intelectuales pedían, hace unas semanas, hacer una pausa para recapacitar y priorizar inversiones, en mitad de una desbordante segunda ola de la covid.
Pero esta misma semana, el Tribunal Supremo ha vuelto a rechazar cualquier parón en las obras, que han estado exentas en todo momento de las restricciones de la pandemia. Hay prisa, según Modi, para llegar a tiempo del 75 aniversario de la independencia, el año que viene. Para sus detractores, el verdadero calendario lo marca el centenario en 2024 del RSS, el movimiento supremacista hindú al que Modi todo se lo debe.
Fecha coincidente, también, con las próximas elecciones indias, que siempre mueven mucho dinero. Nada menos que dos mil trescientos millones de euros es el presupuesto de la fenomenal reordenación de la que ha sido, hasta ahora, una de las zonas más aireadas de Delhi, preferida por sus vecinos para comerse un helado al final del día, pero que en breve se verá congestionada por la construcción de una docena de ministerios idénticos.
Así quedará alineado el poder ejecutivo a ambos lados de Rajpath, la antigua King’s Way, que desciende desde el palacio presidencial –que fuera del virrey– hasta la Puerta de India. El modelo es la reordenación que el propio Patel hizo hace unos años en Gandhinagar, sede de gobierno en el estado natal de Modi.
Los planes más avanzados son los del nuevo Parlamento, que se construirá frente al actual, de difícil ampliación y que será destinado a “museo de la democracia”.
Nadie ha visto, en cambio, los planos de la nueva residencia del vicepresidente o la del jefe del ejecutivo. Este vive -con su madre- en el mismo complejo de bungalows que sus predecesores, desde Rajiv Gandhi y que desde hace pocos años cuenta con un túnel propio que desemboca en el antiguo aeropuerto de Safdarjang. Hasta ahora, Modi se había contentado con cambiarle el nombre a la calle, una de sus especialidades. Ya no.
Por lo que varios arquitectos se han pronunciado contra “el atentado” contra el legado de Edwin Lutyens –por cuyos bungalows asignados a ministros sigue habiendo tortas al principio de cada legislatura– y de Herbert Baker, el arquitecto de Pretoria.
La indianización de Rajpath –también espacio de los desfiles del día de la República– parece consistir en congestionarlo. Paradójicamente, los guiños a la arquitectura india de Lutyens y Baker desaparecerán. “Los nuevos ministerios podrían estar en una autopista de EE.UU.”, opina una revista. Aunque pocos llorarán por los ministerios kafkianamente feos que caerán.
Narendra Modi esconde otro as. Para dar paso a los nuevos, el Archivo Nacional y el Centro Indira Gandhi para las Artes serán derribados y reconstruidos. La piqueta alcanzará al Museo Nacional y su fabulosa colección escultórica será trasladada a uno de los dos edificios del Secretariado -que preceden al palacio Presidencial.
Una ubicación noble que aún acoge al cogollo del poder: Exteriores, Defensa, Interior y Finanzas. Al final de Rajpath, la marquesina de piedra que alojaba a Jorge V está vacía y Alá es invisible. Pero los dioses pétreos de la India van a tener su Olimpo.