El cambio climático, la vacunación del tercer mundo, las amenazas de Rusia y China, los conflictos de Oriente Medio, el proteccionismo comercial, la recuperación económica, la evasión de impuestos por las grandes corporaciones, el Brexit, Irlanda del Norte... Después de cuatro años de unilateralismo, incongruencia y la filosofía de “primero América” patrocinada por Trump, Joe Biden se ha puesto la estrella y el mundo vuelve a tener un sheriff dispuesto a poner orden y abordar los problemas.
El aperitivo de la cumbre del G-7 que comienza hoy en Cornualles tuvo como protagonista el Brexit, por mucho que Boris Johnson no quisiera que fuera así, y la advertencia oficial norteamericana de que al Reino Unido más le vale respetar sus obligaciones y no poner en peligro la paz en Irlanda del Norte. “Estamos en completa sintonía al respecto Biden, yo y la Unión Europea, todos queremos impedir que regrese la violencia al Ulster”, afirmó el primer ministro británico tras el encuentro bilateral. El énfasis que puso en ello, sin entrar en materia, fue la mejor indicación de que se trata de un tema espinoso que teme que le arruine su puesta de largo internacional. Hoy tendrá enfrente también a Angela Merkel (canciller alemana) y Emmanuel Macron (presidente francés), que le piensan cantar las cuarenta delante del líder norteamericano si hace falta. Se teme una emboscada y que el sheriff haga la vista gorda.
El lado amable del encuentro con Biden, desde el punto de vista de Johnson, fue la firma de una nueva carta atlántica (la original fue suscrita por Churchill y Franklin Delano Roosevelt) para colaborar en temas de seguridad y defensa, proteger la democracia y combatir los ataques cibernéticos provenientes de Rusia y China. Ambos dirigentes crearon un equipo para que se reanuden lo antes posible los vuelos comerciales turísticos (Estados Unidos no permite la llegada de europeos, pero sí de residentes en prácticamente todo el resto del mundo), sin necesidad de cuarentenas para las personas ya vacunadas por partida doble.
‘Carta atlántica’
Washington y Londres renuevan los votos para cooperar en pro de la seguridad occidental
Biden y Johnson se mostraron de acuerdo en la necesidad de un sistema comercial sostenible, de actuar con urgencia en la crisis del cambio climático, proteger la diversidad y poner fin a la pandemia ayudando a vacunar al mundo entero. Pero cuando bajaron al pantanal del Brexit, se enfangaron. El primer ministro británico, según fuentes oficiales, se quejó de que la UE es “demasiado purista” al insistir en los controles aduaneros que ambas partes establecieron, y el titular de la Casa Blanca le recordó que la reputación del Reino Unido depende de que cumpla los tratados que ha firmado, y sería imperdonable que al no hacerlo pusiera en peligro la paz en el Ulster.
Johnson tuvo ayer a Biden exclusivamente para él, pero sabe que a partir de hoy Merkel y Macron le van a contar otra película muy distinta, la de cómo el primer ministro británico pretende renegociar tan sólo seis meses después los compromisos que firmó en diciembre, tras largas negociaciones, para hacer posible el Brexit; que la salida del mercado único tiene un precio insoslayable; que no es de recibo que Londres vaya retrasando unilateralmente el comienzo de los controles sobre los alimentos que llegan a Irlanda del Norte, y que se niegue a erigir en los puertos las estructuras necesarias para que los inspectores las lleven a cabo.
La cumbre del G-7 reúne a líderes de viejo corte, como Merkel, ya de salida, y otros como Johnson o Macron bajo el nuevo patrón postideológico, que intentan eludir las caracterizaciones tradicionales de izquierda y derecha, nacionalistas, multilateralistas en política exterior, intervencionistas en comercio, alentadores del patriotismo, concienciados del problema del medio ambiente, que venden a los votantes su autenticidad .
La sombra del Brexit
Las discrepancias con la UE sobre Irlanda del Norte complican el guion del G-7 al premier
Después de los cuatro años de Trump, su desinterés por el cambio climático y la búsqueda de soluciones globales a las crisis, ya fueran las armas nucleares de Irán o el Oriente Medio, Joe Biden lleva medio siglo dedicado a las relaciones internacionales y viene a Europa con el mensaje de que cree en la OTAN, en la UE y en la ONU, de que la colaboración es la manera de afrontar los problemas, ya sea la presencia de tropas rusas en la frontera con Ucrania o la retirada de las norteamericanas en Afganistán, pasando por la influencia cada vez mayor de China en África o su afán de acceder a tecnología estratégica. La suya es una visión tradicional jeffersoniana del multilateralismo, la libertad y el imperio de la ley, en la que Occidente es un proyecto universalista e inclusivo, y promueve “una política exterior para las clases medias”.
Boris Johnson contempla a la UE como un enemigo al que burlar dándole largas, quejándose y haciéndose el remolón a la hora de cumplir sus obligaciones internacionales. Mientras tanto, el mundo vuelve a tener en Joe Biden a un sheriff con estrella que ve a Europa como un aliado en vez de un rival y está dispuesto a mantener el orden, lo mismo en las fronteras del Ulster que en las de Bielorrusia.