Han perdido una de las dos batallas que se libraban esta semana, pero están convencidos de que ganarán la guerra. “¡Bravo, Marjorie Taylor Greene, has estado fantástica, casi me tengo que fumar un cigarrillo después!”, celebró el congresista republicano Matt Gaetz en Fox News después de ver la reacción a la decisión del Congreso de expulsar a su colega de las comisiones a las que pertenecía.
Lejos de rebajar el tono, Greene tachó ayer de “imbéciles” a los congresistas demócratas y los once republicanos solitarios que apoyaron la inédita reprimenda, acusó a los medios de “incitar al odio” a los estadounidenses y aprovechó para reafirmar sus planes de llevar al Partido Republicano “a la derecha” e impedir que se aleje del expresidente Donald Trump. El castigo a la congresista, su salida de la comisión de Educación y la de Presupuestos, fue aprobado por 230 votos a favor y 199 en contra. Aunque perdió, Greene ganó: la inmensa mayoría de sus colegas optó por no atacar su tóxico ideario y la defendió alegando cuestiones de procedimiento.
Greene tacha de “imbéciles” a los demócratas y once republicanos que aprobaron su castigo
“Me da igual que me hayan echado, porque iba a ser una pérdida de tiempo. Soy muy trabajadora y ahora voy a tener mucho más tiempo libre para hablar con gente de todo el país y construir un enorme respaldo con gente que quiere poner a América Primero”, proclamó Greene. “Este partido pertenece a Trump y a nadie más que a Trump”, sentenció sobre la batalla de fondo en el seno del Partido Republicano.
“No se dan cuenta de que me están ayudando. Me sorprende lo tontos que son”, ha dicho Greene a The Washington Examiner sobre la visibilidad que le ha dado el castigo, que ha aprovechado para erigirse en mártir del trumpismo y la libertad de expresión. Su caso, dice, ejemplo de la cultura de cancelación contra “personas que se ponen la gorra roja de Trump”, proarmas y religiosas como ella, sentenció con su misma retórica populista y antigobierno.
Representante de Florida, Matt Gaetz pertenece, como Greene, a su ala más extremista y ha liderado, con apoyo de Trump, la ofensiva contra la número tres de los republicanos en el Congreso, Liz Cheney. Fracasó. Aseguraba tener votos suficientes para despojarla de sus cargos como castigo por apoyar el impeachment de Trump, pero al final solo un tercio de sus colegas le apoyaron. “El voto es esperanzador” pero también “deprimente” porque demuestra que muchos solo están dispuestos a renegar del “hombre de Mar-a-Lago” [Trump] en un voto secreto, no en un público, afirma en un editorial el diario conservador National Review , fiel al viejo establishment del partido.
Cheney no cedió, se negó a disculparse y ganó. Pero la reacción del partido al dilema al que les enfrentaba el caso de Greene les ha insuflado fuerzas al sector crítico. Los reproches de los demócratas y algunos colegas republicanos a las opiniones expresadas por Greene antes de ser elegida y ahora redescubiertas se ha traducido en un aluvión de fondos de simpatizantes.
En pocos días asegura haber recaudado 1,6 millones de dólares, una cantidad en línea con la recibida por otros republicanos que siguen siendo fieles a Trump después del asalto al Capitolio y prometen ayudar en las próximas primarias a sus compañeros que se apunten a su plataforma (y hacer campaña contra los críticos, como ya le han hecho a Cheney en Wyoming, con el aplauso de Trump).