El alcalde de Manchester, nuevo héroe de las clases trabajadoras inglesas frente al centralismo de Londres

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Andy Burnham ilusiona al sector de la izquierda que ve al Labour como demasiado neutral

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El alcalde de Manchester, Andy Burnham, durante una conferencia de prensa el martes

PHIL NOBLE / Reuters

Históricamente todos los caminos revolucionarios han pasado por Manchester. Marx y Engels debatieron en sus pubs la condición de las clases trabajadoras, las masas se rebelaron contra la explotación de los menores en las fábricas textiles, las sufragistas exigieron el derecho de voto, sesenta mil personas fueron arrasadas por la caballería por pedir la reforma de la representación parlamentaria en la llamada masacre de Peterloo (1819), y hasta podría decirse que la revolución del fútbol moderno ha llegado de la mano de Pep Guardiola.

Pero casi todo eso ocurrió en el siglo XIX o principios del XX. Ahora, en el contexto de la pandemia, Manchester se ha rebelado contra los dictados de Londres, el centralismo de Boris Johnson y una crisis médico-económica que tiene mucho de lucha de clases, en la que el sur rico del país (feudo conservador) está mucho más protegido que el norte pobre, y las personas acomodadas pueden por lo general darse el lujo de trabajar en casa y aislarse del virus en la medida de lo posible, y aquellos cuya condición estudiaban Engels y Marx viven hacinadas y no tienen más remedio que correr riesgos como ir a trabajar en transporte público.

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Rosa M.ª Anechina

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El alcalde ilusiona al sector de la izquierda que ve al Labour como demasiado neutral

Andy Burnham, el alcalde de Manchester, no es un marxista sino lo que ahora se llama un “socialista aspiracional”, es decir, que sueña con una sociedad más igualitaria y una mejor distribución de la riqueza sin ponerse una gorra con la hoz y el martillo o querer privatizarlo todo. Con esa cara de cordero degollado que pone y una resistencia numantina a la imposición de restricciones pandémicas, se ha convertido en poco días en el héroe de Manchester y el abogado de las clases trabajadoras inglesas... ¡e incluso de la patronal! Lo han apoyado hasta los diputados conservadores.

Durante diez días Londres ha querido meter a Manchester en el nivel rojo de las medidas contra el coronavirus, que no implican un toque de queda pero sí el cierre de todos los pubs que no sirven comidas, y la prohibición de que amigos y familiares que no viven bajo un mismo techo se reúnan, en interiores o en exteriores. Y durante diez días y diez noches Burnham ha dicho que no, a no ser que el Gobierno compense económicamente a los perjudicados, tanto pequeños y medianos empresarios como empleados.

En volandas

Su desafío a Londres cuenta con el apoyo de los sindicatos, la patronal y los obreros

El alcalde rebelde no discute las razones científicas (a pesar de que no han sido bien explicadas y los propios expertos admiten que no pondrían la mano en el fuego de que vayan a dar resultado), pero sí la falta de ayudas suficientes. Empezó pidiendo 100 millones de libras, que en el subsiguiente regateo bajó a 70, mientras que Boris Johnson (que no quería dar a Manchester más que a las más sumisas Liverpool o Nottingham) se plantó en 65, rompiéndose ahí las negociaciones.

En el spaghetti western de Sergio Leone Por un puñado de dólares , Clint Eastwood (en su primer papel como protagonista) es un forastero que llega a una localidad fronteriza entre Estados Unidos y México, y a fin de sacar tajada se propone dividir a los dos clanes locales, el de los hermanos Rojo y el del sheriff Baxter y su mujer Consuelo. En el reality show político Por un puñado de libras (concretamente cinco millones), Burnham se ha hecho un hueco en la política del Reino Unido, entre la obstinación centralista y elitista de Johnson, y el abstencionismo del nuevo líder laborista Keir Starmer que, en su preocupación por parecer pragmático y objetivo, critica verbalmente al Gobierno pero luego se abstiene en las votaciones de las medidas que propone para combatir la pandemia, para frustración del sector de la izquierda que quiere cambios de verdad.

EL “REY DEL NORTE”

Burnham ha puesto en evidencia el elitismo de Johnson a pesar de sus promesas igualitarias

Al final, en vista de que Burnham no daba su brazo a torcer, Johnson ha aplicado a Manchester las medidas por decreto ley (aquí no hace falta decretar el estado de alarma), y puesto sobre la mesa sus 65 millones, que apenas cubren dos terceras partes de los salarios de los trabajadores cuyos empleos peligran, con lo cual diez millones de británicos se encuentran ya en el nivel rojo de restricciones. Mientras, Escocia, Gales y el Ulster van por su lado sin contar con Londres (la brecha territorial es cada vez mayor), e Irlanda es el primer país europeo que ordena un segundo confinamiento total, cerrando por completo comercios y limitando la movilidad a un radio de cinco kilómetros del hogar.

“No voy a permitir que Westminster meta a los mancunians (habitantes de Manchester) en la pandemia como se metía a los canarios en las minas de carbón, para ver si se morían con los gases tóxicos –dice el “rey del norte”, heredero del líder sindicalista Arthur Scargill y de Michael Foot–. Las clases obreras inglesas no habían sido tratadas con semejante desprecio desde los tiempos de Thatcher”. Cala hondo el mensaje perfectamente puesto en escena de este nativo de Liverpool, de 50 años, hincha del Everton, buen jugador de fútbol, titular de varias carteras en el anterior Gobierno laborista, casado con una holandesa y padres de tres hijos, licenciado por Cambridge, con carnet del Labour desde los catorce años, que en dos ocasiones disputó el liderazgo del partido y fue derrotado por Ed Mliband y Jeremy Corbyn. Si fuera un torero, sería llevado a hombros por las calles de la ciudad.

El centro de Manchester ya no tiene nada que ver con aquel que conocieron Marx y Engels, cada día surgen nuevos rascacielos (se le llama Manc-Hattan ) y hay sofisticados restaurantes catalanes y españoles como Tast, Lunya o Tapeo and Wine. Pero la zona metropolitana (Bury, Oldham, Rochdale...) es otro cantar, con un paisaje urbano, un tejido social y una desigualdad que no han cambiado tanto desde el siglo XIX. Es ahí donde Burnham pone el dedo en la llaga de Johnson, que prometió equiparar el norte y el sur de Inglaterra. Y en la de Starmer, que prefiere no mojarse.

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