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Somalia, hacia el fin del caos eterno

África

El país del Cuerno de África, en el desgobierno desde 1991, encara las elecciones del 2021 y la derrota del yihadismo

Somalia

Xavier Aldekoa

Aunque esté rota, la señal es suficientemente rotunda como para acatarla sin rechistar: en un extremo del rectángulo de metal asoma una aleta de tiburón y en el otro se adivina a una persona en el agua tachada debajo de un círculo rojo. Prohibido bañarse; tiburones. Y nadie se baña, pero muchos corren.

Al atardecer, la lengua de arena entre el aeropuerto de Mogadiscio y el mar se convierte en una avenida de gatos encerrados. Decenas de trabajadores de oenegés, empresas de logística, guardaespaldas y funcionarios de organismos internacionales pasean o hacen running al son de las olas hasta una cicatriz: al final de la playa descansa el esqueleto de un avión que se estrelló cuando un yihadista infiltrado en el pasaje detonó una bomba en cuanto el aparato despegó. Esos paseos enjaulados hasta un avión hecho trizas ilustran las heridas de un país.

A causa de la inseguridad en la capital, golpeada regularmente por atentados de la banda fundamentalista Al Shabab, los empleados internacionales que colaboran en la estabilización de Somalia no pueden caminar por la ciudad y se ha levantado una subciudad amurallada alrededor del aeropuerto donde viven más de 5.000 personas en compounds protegidos con aún más medidas de seguridad. Pese a las dificultades, al otro lado del muro las calles de Mogadiscio bullen de vida y se recogen estos días con la esperanza de que las cosas cambien de una vez por todas.

Todo indica que ha llegado el momento. Tras unos años de una lenta pero constante estabilización, Somalia, que ha vivido en el desgobierno y el caos desde la caída del dictador Siad Barré en 1991, que dejó al país a merced de una guerra cainita entre clanes rivales y señores de la guerra , afronta un momento clave en su camino hacia la paz y la consolidación democrática.

Este fin de semana, el presidente y los líderes de los estados federales se reúnen en Dhusamareb, capital de la región de Galmadug, para sentar las bases de las elecciones presidenciales del 2021 y cerrar una crisis política abierta desde la destitución en julio del primer ministro. No es un mero trámite: el actual desacuerdo en el sistema de voto –con la elección directa y universal casi descartada, se busca acotar un sistema de selección lo más representativo posible– y la amenaza de un retraso electoral podrían dar al traste con los esfuerzos de consolidación de las instituciones del último lustro y provocar una escalada de la violencia.

Se han reforzado las instituciones políticas, jurídicas y financieras y se ha mejorado la estructura de seguridad

El país contiene la respiración. Detrás de unas gafas puntiagudas Faduma Mohamed, ingeniera de planificación urbana de 23 años, se erige en portavoz improvisada de una sociedad somalí joven –el 75% de la población tiene menos de 30 años y no ha vivido nunca en una Somalia en paz– para soñar un futuro diferente. “A veces es frustrante, pero cuando las visiones más conservadoras dejen paso a las nuevas generaciones, las cosas cambiarán. Esta sociedad tienen hambre de libertad”. Si nada se tuerce, voces femeninas como la suya pronto deberán escucharse más fuerte. Aunque la Unión Europea y Estados Unidos asumen decepcionados que no se cumplirá el compromiso gubernamental del 2016 de ir hacia unas elecciones de voto directo, sí esperan el cumplimiento de los plazos electorales –desde noviembre, cuando termina el mandato del presidente Abullahi Mohamed, alias Farmajo , hay seis meses para celebrar los comicios– y que se aumente del 24% al 30% la representación femenina en el gobierno.

La opción contraria daría al traste con el camino recorrido. En un contexto complejo propio de un Estado en crisis eterna, los avances en el último lustro han sido difíciles pero considerables: se han reforzado las instituciones políticas y jurídicas, se ha creado un sistema de administración y finanzas relativamente funcional y se ha mejorado una estructura de seguridad que dejaba mucho que desear. El listón era bajo: solo desde hace unos meses, los 21.000 miembros del ejército cobran su salario en una cuenta bancaria en lugar de que todo el dinero vaya a los líderes de cada clan para que ellos lo repartan. Los colegios también han virado el rumbo. Hace unos días, el país, con un 60% de la población analfabeta según las Naciones Unidas, estrenó su primer plan de estudios propio en 30 años para alumnos de secundaria y que así más de un millón de estudiantes puedan usar libros propios y no de otros países o lenguas.

Un vistazo a los agujeros de bala o de mortero en cientos de fachadas de Mogadiscio invita a la cautela. Más allá de los actuales desencuentros entre facciones políticas, las dudas sobre el futuro de Somalia surgen sobre todo del sonido de las balas. El grupo fundamentalista Al Shabab, ligado a Al Qaeda, controla parte del centro y el sur del país, mantiene una alta capacidad de matar –el viernes un suicida mató a tres personas en la ciudad de Kismayo– y tiene un músculo financiero peligrosamente desarrollado.

Para el periodista somalí Ajoos Sanura, la raíz del problema está justo en esas cifras. “El Gobierno somalí ha logrado victorias y recuperado ciudades, pero hasta que corten sus vías de financiación no acabará con ellos, y la lucha será larga”. Según fuentes gubernamentales consultadas por este diario, el grupo islamista obtiene entre 150 y 200 millones de dólares anuales de la extorsión, el comercio ilegal hacia Oriente Medio de carbón vegetal, cabezas de ganado o khat y de las aportaciones de simpatizantes desde la diáspora.

Un vistazo a los agujeros de bala o de mortero en cientos de fachadas de Mogadiscio invita a la cautela

Pese a admitir el problema de violencia, las autoridades piden valorar la evolución. Además de defender que la cifra total de atentados ha descendido, señalan a este diario que se ha producido una reconversión a guerra de guerrillas de la banda, muestra de su supuesta debilidad, y sacan pecho de la reconquista de ciudades como Baraua, al sur de Mogadiscio, y de haber forzado el repliegue de los barbudos a zonas rurales. La derrota, aseguran, también es moral. Los extremistas han perdido la capacidad de convencer a la sociedad somalí y ahora fuerzan a la gente a alistarse bajo la amenaza de llevarse a sus hijas o esposas.

Aunque pidió anonimato al tratarse de una conversación informal durante una cena, un ministro de la excolonia italiana se mostró confiado de que los extremistas serán pronto historia. “En cinco años no habrá más Al Shabab. Igual que ocurrió con los piratas, tenemos un plan y acabaremos con ellos”.

La comparación invita a descorchar el champán. La ola de secuestros de piratas somalíes que ha sacudido la región en los últimos 15 años sí se da por prácticamente finiquitada. A finales de agosto, la liberación de tres marineros iraníes que llevaban secuestrados cinco años por piratas somalíes marcó el fin de una era de abordajes en las costas somalíes y exigencias de jugosos rescates a barcos que faenaban frente a sus aguas, con hasta 2.300 personas y cientos de barcos retenidos entre el 2010 y el 2019.

A pesar de que los retos humanos son todavía enormes, con más de cuatro millones de somalíes con necesidad de asistencia humanitaria en un país azotado por las hambrunas, las sequías y las inundaciones, desde la Unión Europea se observa el actual periodo de relativa estabilidad como una oportunidad única para el país africano. Desde Bruselas se han puesto todos los recursos posibles. Actualmente, el Estado del Cuerno de África es el país en el que más invierte la Unión Europea en términos de seguridad y estabilización, con una contribución de 200 millones de euros para la fuerza de paz africana de Amisom y 40 millones más para formar al ejército somalí, realizar operaciones de seguridad o formar a la policía somalí. Además, siguen activas las misiones europeas contra la piratería o de capacitación del ejército somalí. Para el embajador de la UE en el país, el español Nicolás Berlanga, Somalia es una pieza clave para las políticas europeas en el continente por diversos motivos.

“Nuestra presencia en Somalia –explica Berlanga– es importante en primer lugar para estabilizar una zona de conflicto que crea mucho sufrimiento a sus ciudadanos, pero también porque una de las principales rutas marítimas de abastecimiento hacia Europa pasa por las costas somalíes. También es importante nuestro apoyo como prevención del terrorismo, porque si un grupo como Al Shabab triunfa afectaría a toda la región y, por último, por cuestiones migratorias, para que sus ciudadanos no se vean empujados a migrar hacia Europa”.

Berlanga, con 30 años de vinculación con África como oficial del ejército español en misiones de las Naciones Unidas, cooperante humanitario o funcionario de la UE, se muestra esperanzado de que el actual periodo de incertidumbre política se disipe. “Fracasar ahora sería una gran decepción”, admite.