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Una violación en grupo en Israel obliga a intervenir al presidente

En Eliat

Treinta turistas hicieron cola para abusar en el hotel de una menor ebria

Una imagen de Eliat, localidad turística del mar Rojo israelí

David Silverman / Getty

La sociedad israelí se mira al espejo, entre indignada e incrédula, ante un persistente goteo de noticias de violaciones en grupo. La última supera todas las anteriores, puesto que implicaría a una treintena de hombres –la mayoría veinteañeros– guardando turno para violar a una adolescente de dieciséis años que había bebido demasiado, en un hotel de playa de Eilat, en el mar Rojo.

El suceso se produjo la semana pasada, pero sigue provocando escalofríos y manifestaciones, mientras que los arrestos no han hecho más que empezar. El propio presidente, Reuven Rivlin, se ha creído en la obligación de escribir una carta de amonestación para atajar estas conductas, que califica de “mancha indeleble”.

También el primer ministro, Beniamin Netanyahu, ha condenado este “crimen de lesa humanidad”, mientras su ministro de Defensa, Benny Gantz, ha hablado de “depravación”.

En este caso, la víctima, una estudiante de vacaciones, pidió ir al lavabo y terminó en una cama de hotel y sin poderse levantarse durante horas. La amiga que la acompañaba dijo que nada pudo hacer y que nadie la auxilió.

La menor tardó dos días en recuperarse y denunciar, después de haber recibido por WhatsApp un vídeo del abuso enviado por uno de los culpables. Este último, que ya ha sido detenido –uno de los tres únicos arrestos practicados– alega que alguien usó su móvil y, al no poder desmentir su participación, asegura que se trató de “una relación consentida”.

La directora del hotel, por su parte, niega la versión de que los hombres fueran entrando de uno en uno. “Lo habríamos visto y no lo habríamos permitido”.

La policía protege a la víctima de dieciséis años, rescatada de sus vacaciones en Eilat, en el mar Rojo

Al hilo del revuelo mediático, las feministas exigen cambios en la educación y en la justicia. En el 2018, hubo en Israel 1.166 denuncias de violación, pero solo una décima parte resultaron en una condena. Con el agravante de que, en el caso de las violaciones grupales, dos de cada tres víctimas eran menores. Hace un año conmocionó la violación de una niña de once años por ocho adolescentes, que la grabaron.

En un lustro las denuncias por acoso o abusos sexuales han aumentado un 40%. Las fuerzas armadas no ofrecen una imagen más edificante y de las 1.706 denuncias, solo se investigaron 165.

Otro caso reciente ha afectado a futbolistas. Sin embargo, el que presenta más similitudes con el de Eilat sucedió el año pasado en la costa chipriota. Una británica de diecinueve años denunció haber sido violada por una docena de adolescentes israelíes. La joven se retractó, pero la prensa inglesas lo atribuyó al acercamiento entre Chipre e Israel y a que muchos de los jóvenes fueran hijos de la clase dirigente israelí.

Aquella manada fue recibida en el aeropuerto de Tel-Aviv como si fueran héroes, uniéndose a los cánticos vejatorios para la chica. Esta, condenada “por falsedad” al cabo de varios meses –y tras cuatro semanas en la cárcel– solo pudo volar a su país después de declarar por escrito que habían sido relaciones consentidas, aunque no la grabación de estas. “Fui coaccionada”, dijo en enero pasado, al recurrir la sentencia.