Aparte del nombre de la persona por la que debe preguntar y el dato, clave, de que vive en Iowa, Edward no sabe nada más de quién le va a contestar al otro lado del teléfono. ¿Un republicano?, ¿ un indeciso?, ¿alguien que ya sabe a quién apoyará cuando el 3 de febrero el estado celebre sus famosos caucus y dé el pistoletazo de salida a las primarias demócratas a la Casa Blanca? Es la sexta vez que acude como voluntario para hacer llamadas desde su móvil en nombre de la campaña de Elizabeth Warren desde su oficina en Washington y sabe que conviene tener paciencia. De cada diez intentos, si hay suerte, llegará a hablar con una o dos personas. Con Jennifer, la ha habido. Va a ir a los caucus, pero está indecisa. “¿Quieres saber por qué yo apoyo a Elizabeth Warren? En primer lugar porque soy padre. Tengo dos hijas adultas y creo que Elizabeth es la candidata que mejor va a proteger sus derechos y darles oportunidades para que hagan las cosas que yo he hecho en mi vida. La otra razón es que es formidable”, prosigue Edward, tan veloz como jovial, antes de defender el interés de la senadora y profesora de Harvard por los problemas reales de la gente.
La mujer tiene tres niñas pequeñas. También le preocupa su futuro. Conversan unos segundos más. Es la hora de la cena y Edward no quiere entretenerla. Le asegura que todos los candidatos demócratas intentarán que les vaya bien a sus hijas. “Pero creo que, de todos, Elizabeth es la mejor candidata. Y también que ya es hora de que una mujer sea presidenta”, añade antes de poner fin a la conversación abordando directamente la cuestión que ha sacudido esta semana las primarias demócratas: ¿puede una mujer ser elegida presidenta en Estados Unidos?, ¿puede una mujer ganar a Donald Trump?
“¿Quieres saber por qué apoyo a Warren?”, dice Edward a una votante de Iowa indecisa
Tras la traumática derrota de Hillary Clinton en el 2016, algunos en las filas demócratas tienen sus dudas. Warren sostiene que su colega y amigo Bernie Sanders está entre ellos. Hablaron del tema ya en el 2018 y, según ella, él dijo que no creía que una mujer pudiera ganar. Sanders lo niega, asegura que sólo dijo que Trump usará todo tipo de tácticas horribles contra su rival. Inevitablemente, el tema salió en el debate de esta semana en Des Moines (Iowa). Warren optó por hablar a las claras del tema de fondo y reivindicar la capacidad de las mujeres –y la suya– para batir a Trump. “Bernie es mi amigo y no estoy aquí para pelearme con él. Pero la cuestión de si una mujer puede o no ser presidenta ha surgido y es hora de afrontarla de frente. Fijémonos en los hombres en este plató”, dijo señalando a sus cuatro rivales varones. “Juntos, han perdido diez elecciones. Las únicas personas aquí que han ganado todas las elecciones a las que se han presentando ¡son las mujeres, Amy Klobuchar y yo!”, señaló entre aplausos la senadora.
El tema está en el aire desde el comienzo de la carrera presidencial. El 53% de los estadounidenses asegura que está preparado o muy preparado para tener una mujer presidenta, pero sólo el 16% cree que su vecino se sienta así, según un sondeo de Ipsos del 2019. La confianza entre los votantes demócratas e independientes es algo mayor: el 74% se sentiría cómodo o muy cómodo con una presidenta, pero creen que sólo el 33% de sus vecinos se siente igual. Los estudios indican que si los votantes piensan que EE.UU. no está listo para una mujer, son menos proclives a votar por una candidata. Varios factores han contribuido a perpetuar “la falsedad” que las mujeres son menos elegibles, explica Kelly Dittmar, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Rutgers e investigadora del Center for American Women and Politics. “El hecho de que las instituciones y en especial la presidencia hayan sido construidas por y para hombres hace difícil que la gente se imagine algo diferente”, explica Dittmar en una entrevista telefónica. Otro factor tiene algo de mea culpa: de tanto analizar y denunciar los obstáculos para que las mujeres lleguen a puestos de liderazgo político, “la conclusión a la que se puede llegar es que no pueden ganar”, cuando los datos indican lo contrario, recalca.
La derrota de Clinton dejó un poso de miedo entre los demócratas a elegir mujeres
Pero “a la hora de elegir, en unas primarias como estas, con la urgencia por que Trump no tenga otro mandato, algunos votantes pueden buscar la seguridad del statu quo y optar por una persona similar a las que ya han ocupado el puesto. Esto contribuye a la percepción de que, en cierto modo, las mujeres no pueden ganar”, afirma Dittmar, que pone el énfasis en datos empíricos recientes para acabar con ese mito, empezando por los casi tres millones de papeletas de ventaja que sacó Clinton. “No se puede decir a la vez que era una mala candidata o hizo una mala campaña y, a la vez, que una mujer no puede ganar”, alerta la investigadora. “No hay que creer a los no creyentes”, resume. La llegada de Trump a la Casa Blanca ha tenido, al mismo tiempo, un efecto movilizador entre las mujeres demócratas, que en estos tres años se han implicado como nunca antes en política. Su tasa de éxito en las elecciones legislativas del 2018 fue más alta que la de los hombres. Los escaños ganados en distritos de Wisconsin, Michigan o Virginia que en el 2016 votaron por Trump permitieron a los demócratas recuperar el control de la Cámara Baja. A diferencia de Klobuchar, que ha criticado en varias ocasiones el “doble rasero” al que se somete a las mujeres, hasta esta semana Warren no había afrontado el asunto. Es una estrategia delicada, advierten los consultores políticos. Si lo hacen, pueden ser acusadas de “jugar la carta del género”. Pero, a la vez, no denunciar el sexismo permite perpetuar narrativas que perjudican sus posibilidades de ser elegidas.
Dittmar: “En unas primarias como estas, algunos pueden optar por el statu quo”
“He sacado el tema porque lo creo de verdad”, nos confía Edward tras despedirse de la votante de Iowa. “Los hombres ya hemos tenido nuestra oportunidad, y es hora de que la tenga una mujer, alguien con una experiencia distinta. Ya hemos probado el estilo de hacer las cosas de los hombres viejos, es hora de una perspectiva diferente”, apunta Edward, de 61 años. En el cuarto de al lado hace llamadas otra voluntaria, Tiana, una treintañera de California. El debate ha surgido en sus conversaciones con votantes de Iowa. “Un par planteaban si no sería mejor tener candidatos atractivos para electores más centristas. A mí personalmente no me interesa apelar a esa pequeña fracción de la población porque no refleja lo que es nuestro país. Decían lo mismo con Obama en el 2008. Claro que estamos listos para tener una mujer presidenta”, recalca esta voluntaria después de hacer 60 llamadas. “No neguemos el tema. En los sesenta, la gente se preguntaba si un católico podía ganar. En el 2008, si podía lograrlo un afroamericano. En las dos ocasiones el Partido Demócrata dio un paso adelante y dijo que sí. Arropó a su candidato y cambiamos América”, defendió. Su reto es convencer a los votantes no sólo de que las mujeres pueden ganar sino que ella es capaz de hacerlo.
La foto de 2017, manipulada
El Archivo Nacional de Estados Unidos se disculpó ayer por la manipulación de una fotografía de la histórica Marcha de las Mujeres del 2017 en Washington, la más multitudinaria en la ciudad desde la guerra de Vietnam. Coincidiendo con su cuarta edición, The Washington Post reveló que las menciones a Donald Trump y términos relativos a la anatomía femenina como vagina, presentes en muchos carteles de la protesta, habían sido difuminados. Los responsables de la institución defendieron en un primer momento su decisión y alegaron que era una foto promocional de una exposición, no un documento, pero más tarde admitieron que fue “un error” y la han retirado del público. Entretanto, miles de personas se sumaron ayer a marchas de las mujeres en todo el país. Las cifras de asistencia están lejos del récord del 2017 pero los activistas insisten en que ello no debe confundirse con falta de entusiasmo. Surgida como protesta a la elección de Trump, la protesta se transformó en un movimiento más amplio que llevó a muchas mujeres a implicarse más en la política.