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La presidenta de Taiwán, favorita a la reelección por el efecto Hong Kong

Jornada electoral

Tsai Ing Wen ha remontado su popularidad por sacar de quicio a Pekín

La presidenta taiwanesa, Tsai Ing Wen, durante un acto en Taipéi

TYRONE SIU / Reuters

Hace poco más de un año, el capital político de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing Wen, estaba bajo mínimos. En noviembre, había renunciado a dirigir su formación –el soberanista Partido Democrático Progresista– tras la humillante paliza sufrida en las elecciones municipales. Su popularidad estaba por los suelos, los veteranos de su formación le instaban a no buscar la reelección y su primer ministro dimitía para facilitar la reorganización del Gobierno.

Pero en apenas doce meses, la mandataria de 63 años ha sido capaz de darle la vuelta hasta el punto de plantarse como favorita en las elecciones presidenciales y legislativas de este sábado. Unos comicios que marcarán el devenir inmediato de la isla y el futuro de sus difíciles relaciones con Pekín.

Los taiwaneses han hecho piña con la mandataria por el auge de la agresividad de China y las protestas

Paradójicamente, ahí radica una de las claves del resurgir de esta estadista amante de los gatos –perfil que explota sin pudor alguno– que se precia de mantener a China a raya. El principio de su remontada comenzó a fraguarse el pasado enero, cuando el presidente chino, Xi Jinping, pronunció un discurso en el que remarcaba la voluntad de unificar Taiwán bajo el principio de “un país, dos sistemas”, el mismo que en su día sirvió para integrar a Hong Kong y Macao. Nada nuevo, al igual que la respuesta de Tsai, que lo rechazó de plano y sin miramientos.

Pero con la cada vez mayor beligerancia mostrada por China –Xi ha dejado claro que la cuestión taiwanesa no puede alargarse – y el estallido de las protestas en la excolonia británica, los taiwaneses han hecho piña en torno a una Tsai, erigida como muro de contención contra una deriva similar a la hongkonesa. “Hong Kong hoy es Taiwán mañana”, resumían los carteles en las concentraciones a favor de los manifestantes.

Tsai, independentista moderada que saca de quicio a Pekín, supo jugar sus cartas, y con cada discurso que daba Xi y cada telediario mostrando los disturbios hongkoneses cimentaba su popularidad como garante de la democracia frente al poder autocrático comunista. Esta misma semana, en su último vídeo publicitario, la presidenta invocó lo sucedido en Hong Kong como una advertencia. “A sólo unos cientos de kilómetros, muchos jóvenes defienden sus libertades con sangre y lágrimas”, dice una voz.

Mensajes así calan sobre todo entre la juventud. A diferencia de sus abuelos, que huyeron de los comunistas hace siete décadas, o sus padres, que crecieron bajo un régimen autoritario, siempre ha vivido en democracia. Culturalmente, algunos se sienten más próximos a Corea del Sur y Japón que a China, y las llamadas a la unificación con la madre patria les disgustan.

A la vista de este panorama, el candidato del Kuomintang y alcalde de Kaohsiung, Han Kuo Yu, lo tiene difícil. Calificado de populista de derechas y visto como amistoso hacia Pekín, su rechazo al “un país dos sistemas” y su apuesta por centrar la campaña en la economía no parece que haya funcionado. Tampoco ayudan sus reuniones con oficiales chinos o las acusaciones de que China interfiere a su favor.

Para Pekín, otros cuatro años de Tsai supondrían una bofetada a las tácticas de presión que ejerce desde el 2016. Además, sería el segundo revés político en sus periferias en poco más de dos meses después de la arrolladora victoria del bloque democrático en la elecciones de distrito hongkonesas.

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