Animalistas contra la Melbourne Cup
Historias del mundo
Cada vez más australianos se cuestionan la carrera de caballos más famosa del país
Kenny estaba en el Crown Casino de Melbourne con una chica del instituto cuando ganó los 793.000 dólares.
“Creo que esto no va a ninguna parte, quiero coger el tren de las cinco”, le dijo ella. Él encajó la frase y consultó el teléfono pensando que aún quedaban algunas carreras por correr. De repente empezó a gritar, pensó que la gente lo miraría, pero seguía gritando con el móvil en la mano; había ganado un montón de pasta. Así contó su Melbourne Cup al portal News .
Marcas como Lexus han declinado la invitación a la Cup, y Taylor Switf canceló su actuación
Este australiano apostó 10 dó–lares, acertó el orden de los primeros jinetes y se llevó el bote. La Cup ya no es una carrera. Lo es en sentido estricto, pero para la mayoría de los blancos es una excusa para beber, comer y apostar. “Yo no he ganado, pero mi madre sí”, asegura una mujer con un fuerte acento ruso mientras pide una crep en un hotel al norte de Sydney.
Hay un martes al año que la excusa crece por todo el continente. Se trata del primero de noviembre, ya que desde el año 1861 se celebra la carrera de caballos más famosa del país: la Melbourne Cup. En ciudades como Sydney o Brisbane es habitual que los trabajadores de cuello blanco utilicen la excusa para dejar el trabajo durante unas horas mientras otros llenan cocinas, bares y hoteles con sus manos dispuestas a cocinar, servir y barrer.
Aunque hay carreras en muchos hipódromos del continente, a las tres de la tarde todo se para. Reina el silencio por unos minutos: en la capital de Victoria se corre la carrera. Los jugadores aprietan mandíbulas. Sudan. Son sólo unos minutos. Unos minutos de televisión que sólo en las ciudades juntaron 1,44 millones de telespectadores.
En el mundo de la excusa el espectáculo equino también lo es. Por eso los teleoperadores también han sudado este año. En el 2018 la audiencia fue de 1,89 millones, una cifra preocupante si recuperamos los números del 2002, cuando unos 2,2 millones de australianos urbanos se concentraban delante de la pantalla. Esta caída de la cuota ha provocado que la operadora rebaje en 100 millones de dólares los derechos de la Cup hasta el 2023. Y la mala racha ya se extiende hasta el hipódromo de Flemington. Este noviembre se registró la cifra más baja de espectadores desde el 1993, con 81.400 personas. Sólo en el 2003 se congregaron más de 122.000 espectadores.
La carrera, que algunos identificaban con el país, cada día tiene menos excusas. Decenas de animalistas se concentraron a las puertas de la hípica con pancartas como “tú apuestas, ellos mueren”, recordando que los caballos pagan los excesos de la industria. Sus posiciones ya llegan más allá de la isla. Marcas como Lexus han declinado la invitación a la Cup, y Taylor Swift canceló su actuación en Melbourne. La cantante norteamericana recibió críticas por apoyar la carrera y los animalistas pidieron el boicot a Lover , su último disco. Swift cambió de opinión y canceló su viaje al Sur.
A los animalistas no les valen más excusas. En las últimas seis ediciones del torneo han muerto 13 caballos, y creen que van ganando la partida. Parece que cada vez más telespectadores dan la espalda al espectáculo, y los bookies del estadio temen por el negocio, según asegura The Guardian . Pero “la gente se pone sombreros y se emborracha”, afirma Richard, el tipo que hace crepes en la terraza de un hotel al norte de Sydney. Parece que todo sigue igual, pero se acaban las excusas. Sólo hay un sector que se resiste: las casas de apuestas. En el 2016 las apuestas nacionales superaron los 600 millones de dólares por primera vez, y se estima que cada australiano apuesta unos 179 dólares en la Melbourne Cup. Y para eso sí que hace falta una excusa.