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Hong Kong se entrega a Trump

Las relaciones entre EE.UU. y China

El presidente sulfura a Pekín al firmar una ley de apoyo a los prodemócratas

Los manifestantes improvisaron en el centro de Hong Kong una concentración para mostrar su júbilo por la decisión de EE.UU.

Chris McGrath / Getty

Hong Kong, capital financiera acostumbrada a ser la plaza perfecta donde cerrar un trato, se ha convertido por sorpresa en el escollo que amenaza con hacer descarrilar el –hasta ayer– inminente pacto comercial entre Estados Unidos y China. El motivo fue la firma por parte de Donald Trump de la ley de Derechos Humanos y Democracia en la ex colonia británica, una norma sin efectos prácticos a corto plazo pero que envalentona todavía más a aquellos hongkoneses que llevan desde junio protestando en las calles. Su decisión provocó el predecible enojo de Pekín, para quien supone una intromisión inaceptable en sus asuntos internos que podría acarrear consecuencias.

En el gigante asiático, el clamor fue unánime. “EE.UU. ignora los hechos y distorsiona la verdad”, señaló en un comunicado el Ministerio de Exteriores chino, que también acusó a Washington de respaldar a los “delincuentes violentos” que, según su versión “pisotean el estado de derecho y ponen en peligro el orden social”. Mientras, su portavoz, Geng Shuang, subrayó que la ley está llena de “prejuicios y arrogancia” y ayuda a entender las “intenciones siniestras y naturaleza hegemónica” de los estadounidenses. “Lo que tenga que venir, ya vendrá”, advirtió sin dar más detalles sobre esas futuras contramedidas.

Los medios estatales también cargaron todos a una. Si el nacionalista Global Times llamaba a la sociedad hongkonesa a resistir unida a las “provocaciones”, el Diario del Pueblo creía seguro que la comunidad internacional condenará las “prácticas mezquinas” de los americanos.

Pekín también tiró de la vía diplomática para mostrar su irritación. Con tal fin, convocó por segunda vez en lo que va de semana al embajador estadounidense, Terry Brandstad, a quien le hicieron llegar sus “solemnes protestas” y advertencias de que la situación puede ir a peor si EE.UU. se empecina en seguir por esta senda.

La firma por Donald Trump de esta ley de solidaridad con los manifestantes de Hong Kong llega después de una fuerte presión sobre la Casa Blanca del Congreso, donde la propuesta suscitó un consenso excepcional para el clima de polarización que vive actualmente la política estadounidense. Propuesta por el senador republicano Marco Rubio, la ley fue aprobada por unanimidad en el Senado y, antes, con sólo un voto en contra, en la cámara baja. La nueva legislación sustituye a la política en vigor desde 1992 y refuerza la capacidad de presión de Washington sobre el Gobierno chino.

En adelante, el secretario de Estado deberá certificar anualmente que el territorio goza de un nivel de independencia respecto a Pe­kín suficiente para mantener su actual estatus comercial preferente. Un estatus que le ha permitido ser la principal puerta de entrada a la inversión extranjera en China. Además, la ley permite a Estados Unidos imponer sanciones y restricciones a visados a las personas que cometan violaciones de los derechos humanos en la región semiautónoma china.

La oposición de la región semiautónoma suma una segunda victoria

Lo cierto es que la victoria de los partidos prodemocracia en Hong Kong en las elecciones del pasado fin de semana llevó a demócratas y republicanos a redoblar su presión sobre Trump, que sabía que se arriesgaba a sufrir una gran humillación si ratificaba la ley: el apoyo del Congreso a los manifestantes de Hong Kong gozaba de apoyos suficientes para anular el veto presidencial.

Sobre las protestas en Hong Kong, Trump ha pasado de calificarlas en ocasiones como “disturbios violentos” (un término que los manifestantes rechazan de plano) y decir que la resolución del problema era asunto de Pekín a usarlas como medida de presión o pavonearse de que, si no fuera por él, en Hong Kong ya se habría producido un baño de sangre. “La única razón por la que no ha entrado (el ejército chino) es porque le he dicho al presidente Xi Jinping que eso afectaría a nuestro acuerdo comercial”, aseguró recientemente en un programa de la cadena Fox.

Dado que la aprobación de esta ley corre el riesgo de arruinar las importantes conversaciones comerciales entre las dos mayores economías del planeta, muchos dudaban de que Trump se decidiera a dar su visto bueno. “He firmado estos proyectos de ley con todo el respeto al presidente Xi [con el que mantiene una respetuosa relación], a China y a la gente de Hong Kong. Han sido promulgadas con la esperanza de que los líderes y representantes de China y Hong Kong puedan poner fin a sus diferencias amigablemente para disfrutar de una paz duradera y prosperidad para todos”, aseguró Trump.

El segundo documento firmado por Trump, la llamada Acta de Protección, prohíbe también a las empresas estadounidenses vender gas lacrimógeno y pelotas de goma a la policía de Hong Kong, que desde hace casi seis meses batalla por controlar a un movimiento contestatario que ha provocado la mayor crisis del territorio desde su vuelta bajo soberanía china en 1997 bajo el principio de “un país dos sistemas”.

Precisamente, las autoridades del territorio también reaccionaron con enfado tras conocer la aprobación de la ley. Argumentan que no es necesaria, sobre todo después de que el domingo se celebraran elecciones municipales sin registrar incidentes, y que envía una “señal errónea” a los manifestantes que no ayudará a mejorar la situación precisamente.

Su postura choca frontalmente con la de los descontentos, que con la aprobación de esta ley suman su gran segunda victoria en una semana después de haber arrasado en los comicios del pasado domingo. Ese día, el bloque prodemocrático ganó en 17 de los 18 distritos de la ciudad, haciéndose con casi un 90% de las concejalías en juego y recibiendo el apoyo de la población en una cita que se planteó como un barómetro sobre el respaldo popular a las protestas.

La ley amenaza con hacer descarrilar el acuerdo comercial entre China y EE.UU.

Esos mismos manifestantes quisieron demostrar su gratitud a Trump con un despliegue más propio de un acto electoral republicano. En el centro de la isla, cientos de personas se dieron cita al atardecer para cantar el himno estadounidense, ondear banderas con las barras y estrellas y mostrar carteles u ofrecer discursos en los que se agradecía al magnate reconvertido en político su gesto.

No es probable que se registre una celebración similar si al final Washington decidiera revocar el estatus comercial preferente del que goza Hong Kong. Si la ciudad pasara a ser una ciudad china más, su economía se vería seriamente dañada y muchas de las empresas internacionales aquí asentadas no tendrían incentivo alguno para mantener sus oficinas.