La política medioambiental reaviva las tensiones territoriales en Canadá
Elecciones
Los enfrentamientos con Ottawa por el desarrollo económico resucitan el separatismo anglófono en Alberta
Un cuarto de siglo después del último referéndum de independencia en Quebec, el separatismo renace en Canadá. Y, esta vez, habla inglés. Los enfrentamientos con el Gobierno federal sobre política medioambiental han resucitado los movimientos independentistas en Alberta, una rica provincia del centro oeste, de donde sale el 80% de la producción petrolera del país que ya en los años ochenta cuestionó su pertenencia a la federación. Aunque los francófonos de Quebec, en especial los jóvenes, han pasado página, el fenómeno coincide con la sorprendente recuperación en intención de voto del Bloque Quebequés (BQ), propulsada no por su agenda soberanista si no por su defensa de la identidad y las prioridades medioambientales de Quebec, conservacionistas y opuestas a las del oeste.
Esta confluencia anuncia serias tensiones territoriales en el país, advierten varios analistas. “Podemos llegar a una crisis de modelo en la federación”, avisa desde Ottawa Nikos Nanos, experta en Canadá del Wilson Center. “Por un lado, vamos a tener a diputados de las provincias del oeste, donde está el petróleo, muy enfadados con el Gobierno de Ottawa, que sienten que los canadienses del centro del país –Ontario y Quebec– no entienden la importancia de los oleoductos para su desarrollo económico. Al mismo tiempo, va a haber bastantes diputados del BQ centrados en los intereses específicos de Quebec. Podemos encontrarnos con separatistas de Alberta y de Quebec cuestionando el sentido de la federación”.
Para Chantal Hébert, la veterana periodista y comentarista política del Toronto Star, estos fenómenos de fondo son de hecho la clave de estas elecciones. “Sea quien sea el próximo primer ministro, es muy posible que se enfrente a una crisis de unidad en el país”, comentaba hace unos días en la radio pública CBS. “Como colectivo, los quebequeses siempre reaccionan a la temperatura exterior a sus diferencias”, recuerda Hébert para explicar los giros ideológicos dentro de la provincia. En los últimos años, Ontario, Alberta y Nuevo Brunswick han pasado a manos conservadoras y están impulsando políticas que los quebequenses “perciben como amenazantes”, afirma.
“Podemos encontrarnos con separatistas de Alberta y de Quebec cuestionando el sentido de la federación”, avisan los analistas
Restricciones a los servicios en francés para minorías, campañas a favor de oleoductos que recuerdan la dependencia de Quebec de la ‘ecualización’ (transferencias fiscales entre regiones) o la promesa del candidato conservador, Andrew Scheer, de acabar con la tasa sobre el carbón e invertir en infraestructuras para exportar más petróleo… Todos estos acontecimientos han creado la sensación de que “es el momento de enviar [al parlamento federal] a la gente que va a luchar por Quebec con más fuerza”, afirma Hébert, francófona criada en Ontario, autora de ‘The Day After’, un análisis del último referéndum de independencia en Quebec, entre otros libros sobre el federalismo canadiense.
Su transformación en un partido nacionalista explica en parte su renovada fuerza. “El BQ ya no habla de separatismo. Se ha convertido en un partido nacionalista, que lucha por el idioma y la cultura de Québec y lo protege de interferencias del gobierno federal”, apunta Nanos. “Es una mezcla de muchas cosas pero cuando hablas con la gente no te dirá que está enfadada con Trudeau, y de hecho muchos te dirán que no quieren un gobierno conservador pero también que creen que en este momento BQ responde mejor a sus necesidades para este parlamento que el resto de opciones políticas”, apunta Hébert.
El BQ, liderado ahora por Yves-François Blanchet, exministro de Medio Ambiente, es el único partido que se presenta a estas elecciones federales que defiende sin concesiones una nueva ley quebequesa que prohíbe a los funcionarios públicos lucir símbolos religiosos. La norma, denunciada ante los tribunales, choca con la tradición multicultural de Canadá pero que más del 70% de la población de la provincia apoya. La defensa de la laicidad se ha convertido en uno de los temas de la campaña en Québec, junto a la política medioambiental. Conciliar los deseos conservacionistas de la belle province con las demandas de desarrollo económico del oeste no ha sido fácil para el primer ministro, Justin Trudeau. En junio de este año, al día siguiente de declarar el estado de emergencia climática, su Gobierno aprobó la ampliación del oleoducto Trans Mountain, un proyecto muy polémico por su impacto medioambiental reclamado por Alberta al que la Columbia Británica se oponía. Los quebequenses observaron con aprensión la resolución de la batalla.
Canadá es el tercer país del mundo con mayores reservas probadas de petróleo y las principales medidas estrella del candidato del Partido Conservador, Andrew Scheer, consisten en desmontar la política medioambiental de Trudeau, por ejemplo mediante la abolición del impuesto sobre el carbón y la eliminación de las trabas a la construcción de oleoductos. La promesa de Scheer de bajar los impuestos en Québec no ha seducido a la provincia francófona. Después de haber estado al borde de la desaparición tras una dura pugna interna por el liderazgo, las encuestas indican que el BQ será hoy la fuerza más votada en Quebec, con hasta cuatro veces más escaños que en las anteriores elecciones federales.