Fue Teofrasto, filósofo griego del siglo IV a.C., el primer hombre que se sepa que metió un mensaje en una botella y lo tiró al mar. Este pensador, discípulo de Platón y heredero académico de Aristóteles, arrojó vasijas selladas al mar para estudiar las corrientes y tratar de demostrar que las aguas del océano Atlántico alimentaban al Mediterráneo.
Desde entonces, científicos, militares, navegantes y náufragos, pero también personas de a pie, han utilizado este aleatorio sistema epistolar. El último destinatario de esta curiosa comunicación ha sido un vecino de Shishmaref (un pequeño pueblo de Alaska al norte del estrecho de Bering), quien se sorprendió al abrir una botella y leer una carta escrita en un idioma que no entendía.
“Yo estaba recogiendo leña cuando me topé con una botella. Me di cuenta de que era verde y estaba sellada con una tapa hermética, y entonces vi que dentro había una nota”, explicaba Tyler Ivanoff en Facebook. “Tuve que tirar fuerte y utilicé mis dientes para sacarla. Dentro aún olía como a vino o algo parecido, como alcohol rancio. La nota estaba seca”, ha dicho el hombre, quien pidió ayuda a través de la red social para traducirla.
Entonces supo que estaba escrita en ruso y que alguien le había enviado un “cordial saludo” hace la friolera de cincuenta años.
Botsanenko, emocionado, está contento de que la botella la haya encontrado precisamente un estadounidense
El hombre que metió su priviet (hola, en ruso) en una botella lo hizo en 1969 y aún está vivo. En medio siglo el mundo ha cambiado tanto que la respuesta ha vuelto a Rusia vía internet y a través de los medios de comunicación locales. Estos han localizado al capitán Anatoli Botsanenko, que hoy tiene 86 años y que en aquella época comandaba el buque Sulak, perteneciente a la flota pesquera soviética del Lejano Oriente, entidad con base en Vladivostok y que acabaría disolviéndose en los noventa.
Botsanenko vive en Sebastopol, en la península de Crimea, y allí ha recibido una respuesta que ha tardado en llegar muchísimo menos que su carta. Recuerda que en 1969 la tripulación acababa de recibir las felicitaciones de la dirección por haber completado su plan de trabajo a tiempo.
“Comentábamos que se estaban acordando de nosotros en ese momento, pero que con el tiempo nos olvidarían”, relata el veterano marino. Así que se decidió echar al mar una botella con un mensaje. En nombre de sus compañeros, el capitán escribió: “¡Cordiales saludos! Desde el VRXF Sulak, buque insignia de la flota de la industria pesquera del Lejano Oriente. Saludo a quien encuentre la botella y pido que responda a toda la tripulación a la siguiente dirección: Vladivostok-43 BRXF Sulak. Les deseamos buena salud y larga vida y una feliz travesía. 20 de junio de 1969”.
Botsanenko, emocionado, está contento de que la botella la haya encontrado precisamente un estadounidense. La entonces Unión Soviética y Estados Unidos se disputaban el liderazgo mundial y mantenían un eterno pulso en diferentes ámbitos. Justo un mes después de lanzar la botella, Washington ganaba la carrera espacial al llegar primero a la Luna.
Pero sobre todo Botsanenko está contento porque esto le ha dado la oportunidad de recordar el tiempo que pasó en el buque. El veterano marino fue el encargado de supervisar la construcción de ese barco auxiliar entre 1966 y 1970, año en el que también navegó en él.
Este saludo desde la guerra fría no es el primero que ha tardado tanto en hallar respuesta. El año pasado se encontró al norte de Perth (Australia) una botella que se había lanzado al mar 132 años antes. Formaba parte de un experimento oceanográfico que puso en marcha en 1886 el velero alemán Paula.
En el 2015 una pareja alemana encontró en una playa de la isla de Amrum una botella que tenía una postal enviada por la Asociación Biológica de la Marina de Plymouth. Pedían que devolviesen la postal, cosa que hizo la pareja para asombro de la institución. Esa botella era una de las 1.020 que George Parker, presidente entonces, había arrojado al mar entre 1904 y 1906 para estudiar las corrientes marinas.
Tenemos internet, pero la emoción que da no saber quién, cuándo y dónde recibirá el mensaje sigue a flor de piel. Puede que Tyler Ivanoff no conteste ahora que los medios han dado acuse de recibo, pero ha dicho que le gustaría “enviar un mensaje en una botella con sus hijos y ver hasta dónde llega”.