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Trump el pacificador

Una presencia militar de 18 años

EE.UU. se inclina por firmar un acuerdo con los talibanes e irse de Afganistán

Un soldado afgano durante la celebración del centenario del día de la Independencia en Helmand, al sudoeste del país

EFE

“Ustedes tienen los relojes, nosotros el tiempo”, han dicho los talibanes a los invasores estadounidenses desde que hace casi 18 años Washington declaró la guerra al Emirato Islámico de Afganistán. El transcurrir de la guerra ha hecho bueno el aviso. Controlan casi la mitad del territorio, más que nunca desde el 2001, y con Donald Trump en la Casa Blanca saben además que los estadounidenses tienen prisa por irse.

“Hemos tenido buenas discusiones”, ha celebrado el presidente Trump después de valorar con sus máximos asesores de seguridad, el viernes, los avances en las conversaciones entre su Gobierno y la insurgencia talibán, que desde hace un año tienen lugar en Qatar. Durante la campaña electoral del 2016, Trump prometió acabar de una vez por todas con esta guerra y necesita llegar a la cita de las urnas del 2020 con las tropas fuera del país centroasiático. La Casa Blanca podría anunciar una decisión en un par de semanas, ha dicho Trump, consciente de que erigirse en el papel de pacificador beneficiaría sus opciones de reelección y eclipsaría al menos en parte el fracaso de la estrategia de máxima presión a Irán, Corea del Norte y Venezuela.

Baza electoral para el 2020

La salida de Afganistán eclipsaría el fracaso de la máxima presión con Irán o Venezuela

Hasta donde se sabe, los ejes del acuerdo pasan por una retirada progresiva de los actuales 14.000 soldados que Estados Unidos tiene en el país, incluida la salida inmediata de unos 5.000, a cambio de que los talibanes se comprometan a no permitir que Al Qaeda y el Estado Islámico operen en el territorio afgano, pacten un alto el fuego con Washington y con las fuerzas afganas (algo que se resisten a aceptar) y se sienten a negociar un acuerdo de paz nacional con el Gobierno legítimo de Kabul, que por exigencia de los insurgentes ha sido excluido de las conversaciones de Doha.

La falta de mecanismos de verificación, el temor a una guerra civil , las dudas sobre la credibilidad de las promesas de los talibanes (Trump les regaló en diciembre el anuncio de que había ordenado la pronta retirada de las tropas) así como las motivaciones electoralistas del presidente han provocado un intenso debate político en Estados Unidos que va más allá de las líneas partidistas. Mientras destacados republicanos advierten contra la firma de un acuerdo en estas condiciones, varios destacados demócratas se declaran a favor de irse.

Debate sin siglas

Líderes republicanos desaconsejan la salida, mientras muchos demócratas la apoyan

“Aceptar un pacto vacío que deja la seguridad de América en manos de los talibanes sería rendirse a Al Qaeda, el grupo responsable de asesinar a casi 3.000 americanos el 11-S”, ha tuiteado la congresista republicana Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, el cerebro de la invasión afgana. “El presidente Trump debería aprender de los errores del presidente Obama”, afirma el senador Lindsey Graham, amigo personal del presidente,
que cree que si se van sin dejar efectivos antiterroristas así como sin agentes de sus servicios secretos para recoger información, Al Qaeda resurgirá para volver a golpearles.

Ya en enero, a la vista de los planes de Trump, el Senado, que está controlado por los conservadores, se distanció del presidente con un claro voto contrario a “una retirada precipitada” de Afganistán, una resolución aprobada con 68 votos a favor y 23 en contra. Mientras el aparato republicano y el ecosistema neocon de Washington recela de los planes del presidente, la corriente libertaria, contraria a todo intervencionismo, le aplaude. “Si el presidente Trump acaba esta guerra, deberían retirarle el premio Nobel de la Paz a Barack Obama y dárselo a él”, reclama el senador Rand Paul, de ideología libertaria.

También Obama quiso irse. No pudo. El temor a sacrificar los (magros) logros obtenidos a costa de demasiada sangre y mucho dinero pesó más que el deseo de poner fin a la impopular guerra. Pasados casi 20 años, muchos demócratas están tan cansados como el estadounidense medio de semejante sangría y defienden la retirada. “Es hora de irnos”, dice el alcalde del South Bend, Pete Buttigieg, aspirante a la Casa Blanca, que salió del armario a la vuelta de combatir en Afganistán.

Hay voces demócratas que claman por las mujeres afganas y advierten que sus derechos quedarán a la intemperie pero otros candidatos como los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders, también candidatos, también apuestan por dejar a los afganos disponer de su país y su tiempo. “Se acerca el día en que estos invasores abandonarán por completo nuestro país, como antes hicieron los soviéticos y los británicos”, celebraron los talibanes ayer, centenario de la independencia del imperio británico.