Las dos matanzas en EEUU ponen en el foco las armas y la retórica racista de Trump
Treinta muertos
Un tiroteo en El Paso y otro en Dayton dejan treinta muertos y más de cincuenta heridos en pocas horas
Las banderas ondean a media asta en EEUU. El país ha sido escenario este fin de semana de dos de los tiroteos más graves registrados en lo que va de año. Las matanzas perpetradas en El Paso (Texas) y en Dayton (Ohio) se saldaron con treinta muertos y 53 heridos, y ponen de nuevo en el foco del debate el uso de las armas, así como la retórica racista y antiinmigración del presidente Donald Trump.
En Texas portar un rifle AK47 es legal. Fue el arma que empleó Patrick Crusius, de 21 años, para causar el terror en el centro comercial Cielo Vista de El Paso, en Texas. Oculto tras unas gafas y con protectores auditivos, disparó contra cualquier persona que se cruzara en su camino. Poco antes, en un texto que se le atribuye fue difundido en la red mostró su apoyo al atacante de Christchurch, en el que 51 personas fueron asesinadas por un hombre que fue identificado como Brenton Tarrant.
Su móvil, según el manifiesto, era una “respuesta a la invasión hispana de Texas”. Se refirió a los inmigrantes como “los instigadores”, y dijo que haría lo propio para hacer que volvieran a sus países de origen. “Los inmigrantes pueden regresar a sus países si se les dan los incentivos necesarios. Lo que yo voy a hacer es eso”, anunció.
Con un solo rifle, al alcance de cualquiera en el estado de Texas, provocó la muerte de veinte personas. Tras la masacre, se entregó a la policía. El terror que sembró fue tal que incluso después de su detención la policía apuntó a la hipótesis de que hubiera más atacantes. Un día después del tiroteo, las autoridades no se han pronunciado al respecto.
Horas más tarde, el terror volvió a EEUU de la mano de otro atacante. Esta vez el escenario de la masacre fue la ciudad de Dayton, en el estado de Ohio. El autor, según han confirmado las autoridades policiales, fue Connor Betts, un joven blanco de 24 años.
Varios agentes se encontraban en las inmediaciones del lugar escogido por el atacante y evitaron que la masacre fuera aún mayor. En tan sólo un minuto, mató a nueve personas y dejó a 27 heridas. Betts fue abatido por el FBI. En el marco de la investigación, las autoridades informaron que la hermana y el cuñado del tirador también habían fallecido por disparos. Al parecer, según la cadena NBC, ambos fueron hallados muertos en el interior de un vehículo y todo apunta a que fueron asesinados antes de que Betts presionara el disparador indiscriminadamente.
Ambos atacantes parecían escudarse en el supremacismo para activar los disparadores de sus armas y sembrar el terror. Un discurso que comparte cierto paralelismo con las políticas antiinmigración de Donald Trump. El mensaje del mandatario estadounidense contra inmigrantes y personas de color es, a ojos del bando demócrata, la chispa incendiaria para promover la división racial y la violencia.
El alcalde de South Bend, Pete Buttigieg, acusó al presidente de “avivar“ el discurso del odio y “tolerar y alentar el nacionalismo blanco”. También la senadora Kamala Harris, de California, culpó al uso del lenguaje de Trump de provocar “división y odio”.
Con todo, la reacción del líder republicano a la masacre de El Paso tampoco fue bien recibida por la ciudadanía. Al menos no en Twitter. Minutos antes de publicar un mensaje lamentando lo ocurrido, envió sus mejores deseos al luchador de artes marciales mixtas Colby Covington. El aluvión de críticas no tardó en llegar.
La respuesta del mandatario fue un segundo mensaje, un día después, en el que afirmó que los atacantes de los tiroteos de Ohio y Texas tenían problemas de “salud mental”. “El odio no tiene cabida en nuestro país”, afirmó a los periodistas antes de embarcar en el avión presidencial rumbo a Washington, tras pasar el fin de semana en su club de golf de Nueva Jersey, Bedminster.