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Esta foto es única pero la historia que hay detrás no

Crisis migratoria

Miles de tragedias se quedan sin escribir en la frontera entre Estados Unidos y México

La imagen de los cadáveres del salvadoreño Óscar y su hija Valeria, de casi 2 años, en la frontera entre México y EE.UU. ha sacudido conciencias en todo el mundo.

Stringer . / Reuters

La foto es única, una imagen de fuerte carga emocional que ha dado la vuelta del mundo en las últimas 24 horas provocando reacciones del Papa y las Naciones Unidas. Al igual que la foto del cuerpo de Aylan Kurdi , el niño sirio encontrado en una playa turca en el 2015, resume la pesadilla de la migración en tiempos de violencia y muros.

Pero la historia de Óscar Alberto Ramírez, el salvadoreño de 26 años ahogado el pasado domingo en el río Bravo junto a su hija Valeria de 23 meses, es una de miles en un catálogo de tragedias que se alarga con cada nueva medida de reforzamiento del militarizado muro fronterizo.

No es de extrañar que Óscar Alberto y su mujer decidieran lanzarse al río tras una espera de dos meses en un campamento en la ciudad fronteriza mexicana de Matamoros, según el testimonio de la mujer y madre de los migrantes muertos recogida por el diario mexicano La Jornada. Tania Ramírez, que contempló horrorizada cómo marido e hija eran arrastrados por la corriente, dijo que la familia llevaba dos meses esperando para pedir asilo en Estados Unidos. Con temperaturas de hasta 45 grados y condiciones insalubres, la espera se hizo insoportable y decidieron correr el riesgo de cruzar a nado y entregarse a las autoridades estadounidenses.

Por chocante que resulte la foto , la tragedia de los Ramírez es una historia más. El pasado domingo los cadáveres de dos bebés, un niño de unos tres años y una mujer fueron encontrados en un descampado en las afueras de la ciudad fronteriza texana de McAlle, victimas, al aparecer de la deshidratación tras cruzar la frontera. Otros tres niños y un mayor de edad se ahogaron en el mes de abril cuando se volcó la balsa en la que atravesaban el río.

Tras una subida inesperada de los flujos migratorios procedentes del llamado triángulo del norte de Centroamérica –Honduras, El Salvador y Guatemala–, los puestos fronterizos estadounidenses están colapsados. El número de migrantes detenidos en la frontera en los cinco primeros meses del 2019 rebasa ya la cifra de todo el 2018.

La abuela de Valeria, la niña salvadoreña de 23 meses ahogada en el río Bravo, mostrando ayer un muñeco de peluche de su nieta

AP

Más de 2.000 centroamericanos han pedido asilo político en la frontera de Tamaulipas con Texas y las autoridades de inmigración solo citan a tres personas por semana para realizar la llamada “prueba de miedo creíble”, en la que un representante del departamento de Seguridad Interna debe evaluar hasta qué punto un refugiado corre el riesgo de ver vulnerados los derechos humanos básicos al volver a su país.

Pero la foto de los cadáveres de Óscar y Valeria enredados en los juncos en la orilla de Tamaulipas simboliza el grave peligro humanitario de la nueva política de Trump, diseñada para distribuir la carga de los refugiados entre EE.UU., México y los propios países centroamericanos.

Tamaulipas es uno de los lugares más peligrosos del mundo, donde se sospecha que las fosas comunes alojan a más migrantes centroamericanos desaparecidos que a narcos mexicanos. Pese a ello, bajo el nuevo acuerdo firmado con el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador, Trump pretende mantener a los refugiados centroamericanos en México mientras esperan el largo trámite de sus solicitudes de asilo en Estados Unidos, que puede tardar años en materializarse.

México ya se define como un “país seguro”, pero el número de homicidios ya se sitúa en un numero récord de 3.000 al mes y la tierra de nadie del desierto fronterizo es uno de los puntos más negros. En el caso de salvadoreños como los Ramírez, el próximo acuerdo puede haber sido aún peor. En estos momentos se negocia otorgar el estatus de “país seguro” a Guatemala para que todos los hondureños y salvadoreños se vean forzados a permanecer en Guatemala antes de cruzar a México. Guatemala es el país menos violento del triángulo del norte pero no deja de ser un país muy peligroso para los refugiados centroamericanos. Bajo el nuevo acuerdo con EE.UU., México se ha comprometido a reforzar la frontera sur y desplegar 6.000 efectivos de una nueva guardia nacional para frenar la ola migratoria.

Otro destino, para los salvadoreños que no superan la prueba del “miedo creíble” , es la deportación a su propio país. Tras adoptarse una política más laxa al inicio del gobierno de López Obrador en diciembre y enero, el número de deportaciones de centroamericanos ha subid de forma drástica en los últimos meses . El peligro para quienes regresan es enorme. El Salvador es el país más peligroso de América Latina. Los homicidios ascienden a la cifra astronómica de 60 asesinatos por cada 100.000 habitantes (En España son 0,6 por 100.000).

Seguramente Ramírez, al tomar la decisión fatídica de intentar cruzar el río Bravo con su mujer e hija, tenía en mente datos como la tasa de feminicidio en El Salvador, que es cinco veces mayor que la ya elevada media latinoamericana.

La publicación de la foto coincide con una crisis humanitaria cada vez más perceptible en la red de centros de detención en los que miles de centroamericanos, muchos de ellos niños, están retenidos en los estados fronterizos. Según la denuncia, niños de siete y ocho años tenían que cuidar a otros más jóvenes que en muchos casos estaban enfermos y carentes de suficientes alimentos. Más de 200 niños centroamericanos fueron trasladados a otro centro pero la decisión ayer de devolver a 100 niños al primer centro es un indicio de que el sistema no da abasto.