El segundo aniversario de Emmanuel Macron en el Elíseo se cumplió ayer en un ambiente de preocupación entre los partidarios del presidente. El desgaste es evidente y en el horizonte se atisban nubarrones. El peligro más inmediato y grave que se cierne sobre el jefe de Estado francés son las elecciones europeas del 26 de mayo. Si su partido, La República en Marcha (LREM), es superada por el ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN, ex Frente Nacional), Macron sufrirá un bofetón político muy serio, una pérdida de autoridad que hipotecará los tres años que le restan de mandato.
En el caso de Macron, un tropiezo de ese calibre en las europeas no sería anecdótico ni podría justificarse con la excusa del voto de castigo táctico. La construcción europea está en el ADN del macronismo. El impulso de la UE ha sido siempre una parte esencial de su discurso político. Él se ha visto a sí mismo como un baluarte frente a los populismos euroescépticos en auge.
Incluso Merkel está preocupada por si su socio francés queda tocado y ve mermado su liderazgo europeo
Dado este contexto, no se acaba de entender que LREM tenga una candidata, Nathalie Loiseau, con evidentes debilidades. No es un peso pesado, le falta carisma y reconocimiento público. Los sondeos han dado la señal de alarma. Varios de ellos sitúan la lista gubernamental por detrás del RN.
Según desveló el domingo el diario Le Parisien, incluso la canciller alemana, Angela Merkel, está inquieta por el riesgo de que su socio francés quede muy tocado por el desenlace de las europeas y su liderazgo continental se vea erosionado. Un emisario de la líder germana estuvo en París hace unas semanas y constató que las cosas no van bien para LREM.
Es posible que la crisis de los chalecos amarillos y el largo debate nacional posterior, con multitud de desplazamientos y actos públicos del presidente y de sus ministros, haya quitado energía al Elíseo para la preparación de las europeas. Parece que hay la intención de rectificar, a toda prisa. Macron ha tocado a arrebato. Ayer el primer ministro, Édouard Philippe, participó junto a Loiseau en un mitin en Caen (Normandía).
El desgaste de Macron se ha manifestado, durante el último año, por la pérdida de dos ministros importantes
A las elecciones europeas concurren 33 listas francesas, muy heterogéneas. La ventaja para Macron es que existe mucha fragmentación, tanto en la izquierda como en la derecha. Hay, por ejemplo, tres candidaturas que se presentan como representantes de los chalecos amarillos y dos listas de ecologistas.
Uno de los problemas de Macron respecto a las presidenciales del 2017 es que ahora podría perder parte del apoyo que obtuvo entre el electorado conservador. El candidato de Los Republicanos (LR), François-Xavier Bellamy, es un joven profesor de Filosofía y escritor, de 33 años, un católico conservador. Según las encuestas, Bellamy está dando un impulso a LR, que atravesaba una profunda crisis. El candidato encarna una derecha con profundidad intelectual, que pretende recuperar ciertos valores. Le puede robar votos a Macron y a RN, aunque quizás más al primero que al segundo.
Con independencia de los comicios europeos, el desgaste de Macron se ha manifestado, durante el último año, por la pérdida de dos ministros importantes, Gérard Collomb (Interior) y Nicolas Hulot (Transición Ecológica y Solidaridad), y por la deserción varios de los jóvenes consejeros que acompañaban al presidente desde antes de lanzarse a la conquista del Elíseo. También el escándalo en torno a Alexander Benalla –el exguardaespaldas de Macron–, el verano pasado, dejó heridas.
El problema de fondo de Macron, como ha demostrado la crisis de los chalecos amarillos, es que su política –y a veces también su estilo– han hecho aflorar fracturas políticas, sociológicas y culturales que estaban latentes en Francia desde hace muchos años, un malestar acumulado que ha encontrado un cauce para expresarse. Le está siendo muy difícil al presidente intentar reparar esas fracturas y, al mismo tiempo, mantener vivo su ambicioso programa de reformas. En el camino corre el riesgo de que, tratando de cuadrar el círculo, su presidencia quede muy desdibujada.