Italia tiembla con la llegada del dragón

El futuro de Europa

El contenido del acuerdo económico y una posible entrevista con el papa Francisco son los principales interrogantes de la visita de Xi Jinping

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El presidente chino, Xi Jinping, y su esposa, Peng Liyuan, a su llegada ayer al aeropuerto de Roma

Yara Nardi / Reuters

La expectación es máxima. El presidente de China, Xi Jinping, aterrizaba ayer por la tarde en Roma con una numerosa corte de funcionarios –se habla de centenares– y junto a su esposa, Peng Liyuan, con quien se dirigió al hotel Parco dei Principi, en los alrededores de la lujosa Villa Borghese. La última visita de un mandatario chino a Italia fue la de Hu Jintao, hace diez años, para asistir al G-8 en L’Aquila.

Esta vez la naturaleza del viaje es muy diferente. Ahora el objetivo es firmar, el sábado, un memorando de entendimiento para que Italia se una a la nueva ruta de la seda china ( Belt and Road Initiative o BRI , según su nombre oficial en inglés), el enorme programa de infraestructuras ferroviarias y marítimas con el que el gigante asiático se está conectando con las principales economías de Europa, Oriente Medio y Asia.

La firma del documento será el sábado, y está previsto un encuentro con Mattarella y una visita a Palermo

La llegada de Xi ha despertado críticas en Italia, y también los recelos de los principales países europeos y de EE.UU. Parte de la oposición italiana, pero también algunas discretas voces dentro del Ejecutivo, temen que el documento que se firme sea mucho más que una formalidad económica y pueda convertir al país transalpino en una nación vulnerable a acciones comerciales de grupos estatales de Pekín con finalidades políticas. El primer ministro, Giuseppe Conte, trata de calmar los ánimos y en un mensaje ante el Parlamento aseguró que el memorando “respetará todos los estándares y las reglas europeas”.

La firma está prevista el sábado por la mañana, sin una rueda de prensa posterior. A partir de entonces Italia se convertirá en el primer país del G-7, el grupo de países más desarrollados, en respaldar el mastodóntico proyecto chino. Este viernes en la agenda se encuentra un encuentro en el Quirinal con el presidente de la República, Sergio Mattarella, quien auspiciará una cena de Estado por la noche. Durante estos días también se reunirá con otros exponentes políticos del país como el presidente del Parlamento, Roberto Fico, o la presidenta del Senado, Maria Elisabetta Alberti Casellati, y con los miembros de foros de empresarios. Además, Xi aprovechará para hacer turismo y le cerrarán el Coliseo para una visita privada, mientras que mañana, tras firmar el acuerdo, volará hacia Palermo para ver de primera mano joyas arquitectónicas sicilianas como el Palacio Real y la capilla Palatina. Los motivos del desvío a Sicilia no están muy claros. Existen diferentes teorías, desde que quiere ver la ciudad natal del presidente Mattarella, que está muy interesado en los puertos del sur de Italia, o que se deba a un acuerdo para transportar a China las naranjas sicilianas. La idea ha sido seguramente del subsecretario del Ministerio de Desarrollo Económico, Michele Geraci, el principal artífice del acercamiento con China, que también es palermitano. El domingo continuará su periplo europeo con paradas en Mónaco y Francia.

Todavía no se sabe si habrá la primera reunión de un Papa con un mandatario chino, un evento histórico

Según valora el investigador de la universidad Renmin de Pekín Francesco Scisci, el principal problema de la visita de Xi es que Italia llega poco preparada. “Mi impresión es que Italia ha hecho esta elección sin pensar mucho en las consecuencias, sin hablar con sus aliados europeos ni con EE.UU. A mí, como italiano, me preocupa no tanto el peligro de que Italia se convierta en un aliado más o menos escondido de China, sino que esta clase política sea incapaz de entender la política internacional. Veo una total confusión”, explicó en un encuentro con corresponsales.

El otro gran interrogante del viaje es si Xi aprovechará para verse con el Papa Francisco. Sería un encuentro milenario: nunca ha habido una reunión entre el heredero del imperio chino y el líder espiritual occidental. Pero también es cierto que las posiciones jamás habían estado tan cercanas hasta esta fecha. Casualidad o no, hoy se cumplen exactamente seis meses del acuerdo provisional que firmó la Santa Sede con China, un pacto histórico y un paso importantísimo para el deshielo entre dos países que no tienen relaciones diplomáticas desde 1951. Durante todos estos meses la Santa Sede ha llevado a cabo discretos movimientos hacia Pekín, y en un mensaje muy directo, el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, ha remarcado que sus puertas “están siempre abiertas”.

Fuentes vaticanas dijeron ayer a este diario que todavía no se sabe si habrá reunión. La sensación es que Pekín piensa que Francisco puede esperar. En cambio, Sisci mantiene que personalmente la espera. “Los chinos son buenos con los símbolos. Que hayan elegido la visita medio año después de la firma del acuerdo ya tiene un valor”, explica el experto. Además, subraya el significado que tiene que Xi haya escogido Roma antes de París y que el viaje se realice justo después de la sesión plenaria anual del Parlamento chino, el evento político de mayor importancia en el país.

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