La protesta crece en Argelia contra un quinto mandato de Buteflika
Clima de tensión
Manifestaciones masivas mientras el anciano líder está hospitalizado en Ginebra
La protesta contra el fosilizado régimen argelino, encarnado por un Abdelaziz Buteflika muy enfermo e incapaz de dirigirse a la población desde hace años, crece en envergadura y dibuja un escenario incierto en el país norteafricano. Decenas de miles de personas se manifestaron ayer en Argel y en otras ciudades para exigir que Buteflika no se presente a las elecciones del próximo 18 de abril para obtener un quinto mandato presidencial.
Las nuevas movilizaciones, observadas con gran inquietud en Francia –donde reside una comunidad argelina muy numerosa– se producen mientras Buteflika, que hoy cumple 82 años, se halla oficiosamente internado en un hospital de Ginebra para seguir un tratamiento que se mantiene secreto.
“¡Argelia no es Siria!” gritan los manifestantes, ante la apelación al miedo del primer ministro
La protesta se desarrolló de modo mayoritariamente pacífico, si bien las fuerzas antidisturbios usaron gases lacrimógenos para dispersar a los congregados frente a la sede del Gobierno. En la marcha hubo presencia de muchos jóvenes, pero también de familias con niños y gente anciana. Parece existir, por el momento, una voluntad de contención por las dos partes, entre el régimen y los indignados de la calle, para evitar que la crisis derive en una explosión de violencia difícil de controlar.
Si Buteflika, hace veinte años, pareció una figura útil para unir al país después de una larga guerra civil –entre los insurgentes islamistas y las fuerzas de seguridad– que dejó 200.000 muertos, ahora su continuidad exacerba los ánimos porque significa el aferramiento al poder del clan que lo sostiene, con el problema de perpetuar la corrupción y retrasar la anhelada apertura política. Buteflika, quien sufrió una embolia cerebral en el 2013, apenas ha aparecido en público desde entonces y no ha pronunciado discursos. No obstante, su entorno quiere mantenerlo en el poder a toda costa.
En Francia se teme que, esta vez el régimen instaurado en 1999 no pueda resistir a los embates
Los manifestantes corearon consignas hostiles al régimen, como “¡Poder asesino!”, pero también el término “¡Pacíficos!”, repetidamente, para mostrar al mundo que se quiere un cambio sin derramamiento de sangre. Se oyó asimismo el grito de “¡Uyahia, Argelia no es Siria!”, en respuesta al primer ministro, Ahmed Uyahia, quien alertó de que también en Siria los manifestantes comenzaron regalando rosas a la policía, para luego degenerar la situación en una terrible guerra civil. De hecho, el Gobierno es consciente de las delicadas circunstancias y muestra tolerancia, ya que las manifestaciones en la capital están teóricamente prohibidas desde el 2001.
En Francia, que fue potencia colonial y se enfrentó a una traumática guerra de independencia, entre 1954 y 1962, la evolución argelina se sigue con suma atención. Entre los dos países hay estrechos lazos históricos y humanos, pero también recelos y una extrema sensibilidad recíproca. En un editorial de portada, el diario Le Figaro escribió ayer que, para París, el problema argelino es como manejar “una botella de nitroglicerina”, pues si la crisis política en el país norteafricano se desborda podría haber una ola de inmigración y fuertes tensiones entre la diáspora argelina en Francia, en la que hay tendencias políticas muy diversas.
En Francia se teme que, esta vez –resista o no la salud de Buteflika–, el régimen instaurado en 1999 no pueda resistir a los embates. Sí pudo hacerlo en el 2001, en la llamada primavera negra (disturbios en Cabilia), en las huelgas de los funcionarios del 2009, en los nuevos disturbios del 2011 o las protestas de los parados en el 2013. Los analistas creen que el dilema “Buteflika o el caos”, que tan útil fue al régimen, ya no convence a millones de argelinos, sobre todo a las nuevas generaciones que no tienen experiencia directa de la guerra civil.