Las personas lentas no existen de por sí, explica el historiador francés Laurent Vidal en su brillante ensayo Los lentos. Es una percepción de los demás, son otros quienes lo deciden. Un ejemplo es la llegada a América de los europeos. A ojos de estos, los llamados indios eran gente perezosa, holgazana, indolente. La realidad es que vivían a un ritmo diferente, más calmado en comparación con Europa.
En el Viejo Continente, la pereza, asociada a la lentitud, había sido estigmatizada por la Iglesia (como recuerda Vidal, los pecados capitales son un invento posterior a la Biblia, difundidos a partir el siglo XIII y no incluidos en el catecismo hasta el XIX). Además, la implantación del capitalismo mercantil había acelerado los ritmos del trabajo. Por consiguiente, ser lento, parsimonioso, “perder el tiempo”, era contrario a Dios y al progreso de la sociedad.
Los lentos recorre seis siglos de lentitud, de indolentes a su pesar y activistas de la indolencia, de aquellos que, como el escribiente Bartleby del célebre cuento de Herman Melville, “preferirían no hacerlo”. De los vagabundos de la Francia de la Edad Moderna –“gente ociosa, gandules sin Dios ni amo”, los describe una ordenanza de la policía parisina; “asociales”, los llamará el derecho penal a partir del siglo XIX– a los actuales movimientos que abogan por la desaceleración como forma de preservar el planeta y la salud de las personas.
La resistencia a la aceleración
Aristócratas libertinos que encontraron en la indolencia un medio de distinción social, nativos colonizados cuya lentitud sirvió como “prueba” de su inferioridad racial, obreros que al grito de “go canny!” (contracción de “go cautiously”, ve despacio) sabotearon el ritmo de la producción de las fábricas británicas, los protohippies de la colonia Monte Verità que imaginaron una vida a otra velocidad, más pausada y descansada…
Esos son algunos de los “lentos” que aparecen por las páginas de la obra de Vidal. Una historia de la “resistencia a la aceleración de nuestro mundo”, como dice el subtítulo del libro, cuyo discurso supone, por una parte, una invitación a tomarnos un respiro y repensar con calma la vigencia de ese patrón rítmico impuesto en las sociedades capitalistas desde la modernidad (aceleración transformada en frenesí con la actual revolución digital) y, por otra, inventar nuevos modelos de resistencia para poder esquivar los empujones de los “acelerados”, es decir, de aquellos que “nos meten prisa”.
Los lentos
Laurent Vidal
Madrid: Errata Naturae, 2024
232 pp. 21 €