Seguramente, los que tomaron la Bastilla el 14 de julio de 1789 no eran conscientes de que abrían una nueva etapa en la historia, pero así fue: este fue el parto en el que nació el mundo contemporáneo occidental. La legitimidad de la sangre real dejó paso a la fundamentada en la voluntad de la nación.
Para profundizar en este tema, nada mejor que La Revolución Francesa y Napoleón, de Manuel Santirso. El autor, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos brinda una síntesis actualizada y pedagógica en la que el lector podrá encontrar datos e interpretaciones que no se ajustan a lo que creía saber. Repasamos, a continuación, algunas de las cuestiones del periodo.
¿Era absoluta la monarquía absoluta?
La Revolución, como es sabido, puso fin al absolutismo monárquico. Por “absolutismo” acostumbramos a entender una forma de gobierno en la que la voluntad del rey no tiene cortapisas. En la práctica, la Corona no podía gobernar siempre según sus deseos. Su poder no podía ejercerse en aquellos territorios donde los señores feudales, fueran civiles o eclesiásticos, tenían jurisdicción. El soberano, además, debía respetar las leyes y las costumbres provinciales.
¿Condujo el pensamiento ilustrado a la Revolución?
Este es un tópico muy asentado. Los primeros en defender esta teoría fueron los autores contrarrevolucionarios, como el galo Augustin Barruel o el británico Edmund Burke, que culparon a la filosofía de las Luces del estallido social. Curiosamente, la izquierda compró también este relato, aunque en su caso lo que era una culpa se transformó en un mérito.
En realidad, los autores más punteros del siglo XVIII no eran radicales. Buscaban un príncipe que llevara a cabo su programa político reformista, no implantar una democracia avanzada. En aquel mundo en el que la mayoría de la gente era analfabeta, obras clave del pensamiento renovador tuvieron una difusión muy restringida. De la Enciclopedia, sir ir más lejos, apenas se vendieron en Francia 2.000 colecciones de diez volúmenes cada una. A un precio tan elevado que no estaba al alcance de todo el mundo.
¿Fue una revolución burguesa?
No en exclusiva. Como señala Santirso, también desempeñaron un apreciable protagonismo los sectores populares del mundo urbano y el campesinado, que por entonces constituía la mayoría de la población. Así, el 5 de octubre de 1789, una marcha de centenares de lavanderas de París llegó a las puertas de Versalles, pese a la intensa lluvia, para exigir pan a Luis XVI. En aquellos momentos, el país era víctima de una crisis de subsistencias.
Más tarde, los sans-culottes pasarían a primer plano como grandes defensores de la Revolución. Entre sus miembros encontramos, sobre todo, a tenderos, artesanos o pequeños negociantes. No es cierto, por tanto, que estuvieran integrados por personas de las capas más bajas de la sociedad, como los jornaleros o los mendigos.
¿Inventó el doctor Guillotin la guillotina?
No. Se limitó a defender su utilización como medio para conseguir una ejecución indolora y, por tanto, más humanitaria. El verdadero creador del aparato fue el cirujano Antoine Louis (1723-92), en colaboración con el mecánico Tobias Schmidt. Por ello, en un primer momento, la máquina fue conocida como “Louison”. ¿Y la historia de que el propio Guillotin murió en el artefacto al que dio nombre? Es solo una leyenda. En realidad, falleció por causas naturales en 1814, mucho después del Terror.
¿Tiene algo que ver la Antigüedad clásica con la Francia revolucionaria?
Por supuesto. Los revolucionarios se miraron en el espejo grecorromano en busca de un modelo de lo que debía ser el buen ciudadano. El arte de la época está lleno de referencias a los clásicos, como muestran los lienzos de Jacques-Louis David sobre el juramento de los Horacios o la batalla de las Termópilas.
Por otra parte, un símbolo de libertad tan importante como el gorro frigio procede también de la Antigüedad, aunque en este caso se trate de un error. Los franceses lo confundieron con el gorro píleo, el propio de los esclavos que habían sido liberados.
¿Por qué hubo campesinos que lucharon contra la Revolución?
En la región de la Vendée, los campesinos protagonizaron una gran insurrección contra el gobierno revolucionario. A muchos historiadores esto les pareció un contrasentido, porque el nuevo régimen había puesto fin a los derechos feudales. ¿Por qué se alzaron allí tantos en su contra?
Existen múltiples teorías. Se ha apuntado, por ejemplo, que una población tradicionalista no quiso aceptar las medidas anticlericales. Para Santirso, el movimiento no respondía a la iniciativa de los agricultores, porque estuvo comandado por representantes de la nobleza local, como el conde de la Rochejaquelein.
¿Hasta cuándo dura la Revolución?
Las periodizaciones varían. Unos la hacen terminar en 1794, cuando cae el gobierno jacobino y se pone fin al Terror, un periodo marcado por la represión política. Otros la alargan hasta 1799, fecha en la que el general Bonaparte da un golpe de Estado y se proclama Primer Cónsul. Santirso, por el contrario, es partidario de fijar el fin de la etapa en 1815 con la derrota definitiva de Napoleón.
Se ha discutido mucho si el Corso encarnó los valores de la Revolución o la enterró para construir un sistema autoritario. Según el autor, lo que hizo fue recoger su legado, preservarlo y expandirlo por Europa. Es cierto que no permitió una auténtica representación política de los ciudadanos, pero también que no dio marcha atrás en aspectos clave como la abolición del feudalismo.
La Revolución Francesa y Napoleón
Manuel Santirso
Barcelona: Shackleton Books, 2021
176 pp. 12,90 €