Loading...

Halloween no es solo yanqui: se celebraba en Europa desde hace siglos

Tradiciones

Halloween hunde sus raíces en una festividad que se celebraba en la península ibérica. Entonces, ¿eso significa que también es una tradición española? Veamos qué dice la historia

Halloween ha sido una fiesta de ida y vuelta, de Europa a Estados Unidos y a la inversa

iStock

Referirse a cuando Halloween en España no se llamaba Halloween es algo que levantará algunas suspicacias. ¡Antes celebrábamos Todos los Santos!, dirán los más rebeldes contra la ofensiva de este producto norteamericano. Pero hay que matizar a qué Halloween nos referimos.

El título, en realidad, es una mención velada al Samaín, una festividad celta que ya se celebraba en la península antes de la llegada del cristianismo. Si nos hemos tomado la licencia de usar la voz inglesa Halloween, es porque hay cierto consenso historiográfico en que ambas están relacionadas.

Lee también

¿De dónde sale la calabaza de Halloween?

Francisco Martínez Hoyos

No era el Samaín algo único de la península ibérica, pues los celtas se extendían por toda Europa del Norte e Irlanda, donde la fiesta recibe el nombre de Samhain. Coincidente con el final de las cosechas, era una celebración análoga a la que los romanos observaban en torno a Pomona (deidad de las huertas y la abundancia). Con la diferencia de que para los celtas también marcaba el inicio del año, que ellos dividían entre una mitad oscura (otoño e invierno) y otra clara (primavera y verano).

Lo llamativo es la creencia céltica de que durante el Samhain el mundo de los muertos se acercaba más que nunca al de los vivos. Por eso, durante esas fechas, en Asturias se celebraban banquetes en los lugares de enterramiento. Aunque aquellos no eran solamente días de homenaje. También de guardarse de los espíritus malignos, más acechantes que nunca. De ahí, especulan los historiadores, el uso de trajes y máscaras como una forma de ahuyentar el mal. 

En este campo, en España destacan las investigaciones de Rafael López Loureiro, un maestro de escuela que logró trazar una historia relativamente completa sobre este “Halloween ibérico”. Entre otras cosas, López Loureiro concluyó que tanto en Galicia como en Asturias las calabazas habían sido símbolos de la muerte. En Quiroga (Lugo), una vez secos, estos frutos se tallaban para servir como máscaras durante la fiesta del Entroido, una suerte de carnaval que aún sobrevive.

Más revelador es el ritual en el que se embarcan los niños de Illa de Arousa (Galicia) cada 2 de noviembre, cuando van de puerta en puerta pidiendo chucherías para el bien de los difuntos. Como estas, López Loureiro descubrió un sinfín de costumbres celtas compartidas con irlandeses y británicos, y que hoy forman parte del Halloween anglosajón. 

No es nada extraño. Los celtas no constituían un reino o un imperio, sino un conjunto de tribus de la Edad del Hierro a las que, por sus rasgos comunes, damos tal nombre. Es casi genérico, pues no resulta fácil describir una corriente cultural que se extiende aproximadamente desde el milenio I a. C. hasta la irrupción del Imperio romano. Sin embargo, así se explica que el Samhain existiera en lugares tan distantes como Galicia e Inglaterra.

Luego esta costumbre se fusionó con las celebraciones de muertos propias de los romanos, y finalmente con la solemnidad de Todos los Santos. Es lo que aseguran muchos historiadores, aunque Nicholas Rogers, autor de varios libros sobre la materia, considera Halloween una herencia directa de la cultura celta sin relación con la mitología romana.

Lee también

El bochornoso origen de los capirotes de Semana Santa

Xavier Vilaltella Ortiz

Falta por añadir al relato la festividad de Todos los Santos, que el papa Gregorio IV (¿?-844) instauró oficialmente en el 1 de noviembre. Esto no significa que en los siglos anteriores los cristianos no hubieran honrado a los difuntos, pero lo hacían en fechas distintas en cada parroquia o lugar.

Si hablamos de Todos los Santos es porque algunos creen que la decisión de Gregorio IV estuvo influenciada por la tradición celta. Otros ven en ella motivos más pragmáticos, como el hecho de que el verano era un mal momento para que miles de fieles acudieran a Roma, una ciudad que con el calor se volvía especialmente insalubre.

El papa Gregorio IV (centro) recibe los trabajos de un teólogo alemán. Miniatura del siglo IX.

Dominio público

Por el motivo que fuera, las celebraciones paganas y cristianas se acabaron encontrado en la misma fecha. El “truco o trato” o los disfraces fantasmagóricos tan típicos de la tradición anglosajona son en realidad un añadido muy posterior.

En Estados Unidos, la fiesta adoptó su formato actual en la década de 1840, cuando el país recibió a más de un millón de irlandeses que huían de la gran hambruna desatada por una plaga en los cultivos de patatas. Fueron ellos los que importaron la fiesta, que por entonces ya se llamaba Halloween. Aparecido en el siglo XVIII, el vocablo es una contracción de All Hallows’ evening, expresión de origen escocés que literalmente significa “víspera de Todos los Santos”.

De la mano de los inmigrantes, y después de que Minnesota acogiera el primer desfile de disfraces en 1921, aquello adquirió popularidad nacional. Es en ese punto, y no antes, cuando aparecieron las calaveras, los disfraces con mantas y grilletes y las máscaras fantasmagóricas.

Podría decirse que estamos ante una festividad de ida y vuelta. Con la particularidad, quizá, de que, cuando regresó a Europa, ya poco tenía que ver con la tradición prerromana. Lo hizo a partir de los años setenta, al principio a través de la ficción televisiva y el cine. Con películas como Halloween (1978), del maestro del terror John Carpenter, prácticamente se inauguraba un nuevo género cinematográfico. Como muchos fenómenos de la cultura norteamericana, también este fue internacionalizado por Hollywood.