Lo que Stephen Hawking pensaba de Dios

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Teólogos y científicos, todos han querido decir algo sobre el origen del universo, pues hablar de ello es hablar de Dios. ¿O no? Stephen Hawking creía que no, veamos por qué

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El profesor Stephen Hawking en la librería de su casa

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“Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos la mente de Dios”. Así rezaba la propuesta final de Stephen Hawking (1942-2018) en su libro Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988). Era una referencia más al Creador de las muchas de un físico que durante toda su vida se declaró ateo.

Para su primera esposa, aquellos brindis a la religión no eran más que una treta para vender libros. “Es un ateo [...] ¿por qué aparece la divinidad?”. Una pregunta nada inocente en la que subyacen los resentimientos de un matrimonio fracasado. Lo reconoció ella misma al decir de su marido que era un hombre “cruel”, por el que había llegado a sentir “un rencor muy profundo” que, no obstante, remitió con los años.

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Stephen Hawking en su primera boda con la escritora Jane Wilde

Otras Fuentes

Intimidades al margen, el comentario había sido injusto. Al usar el término “Dios”, Hawking no se estaba refiriendo a un ser todopoderoso, sino a la capacidad del ser humano para comprender de un modo absoluto las leyes que rigen la naturaleza.

Partiendo de la pregunta “¿Juega Dios a los dados con el universo?”, lo explicó en una conferencia en 1999. El deseo de encontrar unas leyes que permitan predecir el comportamiento del cosmos, decía el físico, es antiquísima. Al menos tanto como el instante en que los astrónomos antiguos se percataron de que podían calcular la posición de las estrellas. Así se empezaron a resquebrajar las bases de la mitología, para que luego Isaac Newton le diera a aquello un fundamento matemático con su teoría de la gravedad.

Isaac Newton en 1702.

Isaac Newton en 1702.

Dominio público

Y así hasta la llegada de Pierre-Simon Laplace. Ahora sí, un científico se atrevía, no a negar a Dios, pero sí a asegurar que no era necesario. ¿Cómo? Mediante el determinismo científico. Descrito por Hawking, no es otra cosa que el convencimiento de que, si conociéramos la posición y la velocidad exactas de todas las partículas del universo en un instante determinado, podríamos calcular el comportamiento de este tanto en el pasado como en el futuro.

Según una leyenda, aquello extrañó mucho a Napoleón, un antiguo alumno de Laplace. Y cuando le preguntó a su maestro por el papel de la divinidad en su teoría, este le dio por respuesta: “Sire, nunca he necesitado esa hipótesis”.

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Pero, por sugerente que resulte la idea, en 1900 el determinismo científico fue apeado de su trono. Lo hizo el físico alemán Max Planck al inaugurar la era de la mecánica cuántica. Planck había descubierto el mundo de las partículas enanas, tan pequeñas que resultan invisibles, y luego resultó que su comportamiento es impredecible.

Es lo que Werner Heisenberg llamó el principio de incertidumbre, que explica que no se puede medir al mismo tiempo la velocidad y la posición de una partícula. Por tanto, en contra de lo que pensaba el determinismo, no todo en la naturaleza se circunscribe a leyes predecibles.

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Werner Heisenberg. (Marka/UIG vía Getty Images)

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“¡Dios no juega a los dados con el universo!”, exclamó un Albert Einstein al que estas conclusiones no habían agradado nada y que con “Dios” tampoco se refería al Creador. Para él, a pesar de lo que creyeran sus colegas, si no se podían medir la posición y la velocidad de las partículas era por su naturaleza cuántica. No obstante, tenía que existir una realidad subyacente donde eso sí se pudiera hacer.

Eso pensaba, pero todos los experimentos realizados hasta la fecha han demostrado lo contrario. De hecho, el celebrado discurso de Hawking en 1999 no era sino una forma de responder al alemán. Esta vez con el añadido de los agujeros negros, una teoría que ahonda aún más en el principio de incertidumbre.

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Para los que estén tentados de frustrarse, cabe decir que todo esto no significa que la física cuántica no sea una disciplina extremadamente precisa. De hecho, ya existen relojes que se basan en sus leyes para hacer mediciones más exactas de las que es capaz la física clásica.

Hasta aquí la historia de la cuántica, un campo de la física que desde que se descubrió no ha dejado de interferir con el feudo de lo religioso. Y puesto que, aunque no se refiriera a Él, no dejaba de nombrarlo, la pregunta sigue sin responder. ¿Qué pensaba exactamente Hawking sobre Dios? Pues, de un modo similar a Laplace, que no es necesario invocar a lo sobrenatural para encender la mecha y dar lugar al universo.

Para más señas, la respuesta que dio en 2007 a la misma pregunta: “No soy religioso en el sentido habitual de la palabra. Creo que el universo está gobernado por las leyes de la ciencia. Esas leyes pudieron haber sido creadas por Dios, pero Dios no interviene para romperlas”.

Por supuesto, esto no contentaba a los más curiosos. La cosa es que a Hawking la cuestión le parecía estéril. Puesto que antes del Big Bang no existía el tiempo, no tenía sentido pensar en un momento en el que alguien creó el universo. Ahora bien, sin perjuicio de lo fútil que le pareciera la pregunta, quizá hacia el final de su vida sí fue más concreto. En alguna entrevista zanjó que no, que para él Dios no existía.

Sus postulados no le impidieron ingresar en la Pontificia Academia de las Ciencias, una institución creada por el papa Pío XI para aconsejar al santo padre. Y a ella perteneció hasta su muerte, a pesar de conocidas discrepancias con la doctrina de la Iglesia.

El gran diseño (2010), un libro donde el físico hablaba en repetidas ocasiones de Dios, fue respondido, aunque fuera veladamente, por el papa Benedicto XVI en más de una homilía. En enero de 2011, por ejemplo, insistió en que cualquier explicación del universo se quedaba coja si no incluía a Dios. No porque la ciencia fuera incompatible con la fe, sino porque no puede explicar el fin último de las cosas, decía el alemán.

Hawking tuvo ocasión de discutirlo con él en persona, y también con su sucesor. La última vez que se reunió con un pontífice fue en 2016, cuando Francisco lo recibió en audiencia después de que este fuera invitado a dar una conferencia en el Vaticano, nada menos que sobre el Big Bang. Por eso, porque ciencia y religión parecen estar tan lejos y tan cerca a la vez, vamos a recordar lo que Hawking dijo sobre Dios.

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