A Churchill no le hubiera gustado el Brexit

Cinco años de la salida de la UE

“Secuestrado” por los euroescépticos, el premier británico fue, en realidad, un firme partidario de la unión del Viejo Continente, con el fin de arrinconar los odios del pasado

Winston S. Churchill (1874-1965) en su despacho

Winston S. Churchill en su despacho

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Los historiadores trabajan con hechos, no con lo que hubiera podido suceder. No obstante, algunas conjeturas están mejor fundamentadas que otras. Pensemos, por ejemplo, en qué hubiera pensado Winston Churchill sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, de la que se cumplen hoy cinco años.

De creer a la extrema derecha del Reino Unido, el gran estadista compartía su talante profundamente euroescéptico. Nigel Farage, del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), sostenía que Churchill, por su compromiso con la soberanía de su país, se oponía firmemente a las estructuras supranacionales.

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¿De verdad habría sido un partidario del Brexit? En realidad, sobran los documentos en los que el político conservador se manifiesta a favor de un proceso de integración en el Viejo Continente. Eso lleva a pensar que no se hubiera sentido complacido con el abandono de las instituciones comunitarias.

Para salir de las ruinas

La cuestión no es dilucidar si Churchill estaba a favor de la Unión Europea, asunto bastante obvio, sino establecer en qué consistía su idea de europeísmo. Para eso hay que remontarse al período de la guerra.

En 1940 dio su aprobación a un proyecto audaz de unión franco-británica, un primer paso de integración supranacional con el que hacer frente a las potencias fascistas. La iniciativa no llegó a materializarse, pero el líder británico continuó preocupado por encontrar alguna fórmula que facilitara la unión de los europeos. Así, en 1943, habló de establecer algún tipo de estructura que permitiera tomar decisiones en común sin suprimir por ello las características nacionales.

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Winston Churchill haciendo su famoso gesto de la V de victoria en 1943

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En 1945, tras su derrota electoral, dejó de ser primer ministro. Sin embargo, seguía participando activamente en la vida pública. Era un orador asombroso y todo lo que decía en sus discursos se escuchaba atentamente. En aquellos momentos, se sentía especialmente inquieto por el futuro de una Europa que había celebrado su victoria sobre Hitler, pero que se hallaba en ruinas.

A su juicio, para salir adelante, resultaba imprescindible establecer una comunidad de Estados. Solo así podrían evitarse los peligros del nacionalismo desaforado que, a partir de los años treinta, había conducido a una gigantesca catástrofe internacional.

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Las naciones occidentales, además, estaban expuestas al peligro del expansionismo soviético. Hombre profundamente anticomunista, Churchill consideraba imprescindible la unidad europea a la hora de frenar al Kremlin. La URSS, a su parecer, se servía de partidos satélites que operaban en diversos Estados.

No obstante, el político británico se mostró contrario a la creación de un bloque europeo que constituyera una alternativa a Estados Unidos y la Unión Soviética. Europa, por definición, debía hacer causa común con los norteamericanos, sus aliados de siempre. En esto, Churchill se diferenciaba del general De Gaulle, partidario de que París actuara con una independencia que le devolviera su prestigio internacional.

Abogado del olvido

El Viejo Continente, según el antiguo premier, debía basarse en la reconciliación de Francia y Alemania. Los culpables de crímenes de guerra debían ser castigados, pero, por lo demás, los ciudadanos no debían mirar atrás, sino hacia adelante: “No podemos permitirnos arrastrar los odios y las venganzas nacidas de las injurias del pasado”.

Churchill y Robert Schuman (izquierda), uno de los principales impulsores de la integración europea, en Metz (Francia), en julio de 1946

Churchill y Robert Schuman (izquierda), uno de los principales impulsores de la integración europea, en Metz (Francia), en julio de 1946

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Desde este punto de vista, lo que Europa necesitaba no era memoria, sino olvido. En esto, Churchill no hacía sino volver a aplicar la regla que había propugnado en los años veinte para dejar atrás los rencores de la Primera Guerra Mundial.

En Bruselas, con un discurso pronunciado el 16 de noviembre de 1945, se manifestó a favor del surgimiento de los Estados Unidos de Europa, “unificadores de este continente de un modo nunca conocido desde la caída del Imperio romano”. Se crearía, así, un espacio en el que múltiples pueblos se relacionarían en paz y prosperidad.

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Al año siguiente, en su discurso en la Universidad de Zúrich, insistió en la misma idea. Se trataba de recomponer, en la media de lo posible, la familia europea. En Londres, algún tiempo más tarde, manifestó su convicción de que Gran Bretaña iba a desempeñar un papel decisivo en la integración del continente. En esos momentos hablaba como presidente del movimiento de la Europa Unida.

‘Europa unida’

Su idea de Europa era compatible con la defensa de la libertad de los Estados para continuar gestionando sus cuestiones internas. Por eso se oponía al federalismo, que implicaba la promulgación de una constitución que limitaría las atribuciones de los países miembros. Con todo, aceptaba la posibilidad de una reducción de la soberanía nacional si ello redundaba en el bien común.

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Churchill con la reina Isabel II y sus hijos en el año 1953.

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En 1961, Churchill presumía de ser una figura reconocida “por promover los ideales de unidad europea”. En esos momentos, estaba plenamente a favor de que Gran Bretaña solicitara la incorporación a la Comunidad Económica. No había otra forma de saber, en su opinión, si las condiciones de adhesión resultaban aceptables para el Reino Unido. Otros, mientras tanto, no lo veían tan claro. De ahí que su país no formalizara la unión hasta 1973.

La historia, como se sabe, puede escribirse de muchas maneras. Con frecuencia, en favor de los intereses del presente. Boris Johnson, en su biografía de Churchill, utiliza al gran hombre para dar alas a los euroescépticos y criticar una Unión Europea que le parece poco democrática. Los documentos, sin embargo, resultan bastante contundentes. El héroe de la Segunda Guerra Mundial lo fue también de la integración del continente. De ahí que una recopilación de sus discursos se titule, significativamente, Europa unida (Encuentro, 2016).

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