Amor o muerte: la escultora que se quitó la vida por Juan Ramón Jiménez

Carrera truncada

Joven promesa de la Generación del 27, Marga Gil Röesset se suicidó con tan solo veinticuatro años por el amor no correspondido del autor de ‘Platero y yo’

Retrato de la artista Marga Gil Roësset, que se suicidó a los 24 años al entender que su amor por Juan Ramón Jiménez nunca sería correspondido

Retrato de la artista Marga Gil Roësset, que se suicidó a los 24 años al entender que su amor por Juan Ramón Jiménez nunca sería correspondido

EFE/Emilio Naranjo

Una fría noche de invierno de 1921, un misterioso paquete llega al domicilio madrileño del poeta Juan Ramón Jiménez. La destinataria del mismo no es otra que su esposa, la también escritora Zenobia Camprubí. “Estaba dirigido a mí y mientras J. R. cerraba la puerta del piso, lo desenvolví y encontré un libro que abrí. En la primera página, en letra clara pero infantil, había una dedicatoria de dos líneas: ‘A Ud. que no nos conoce pero que ya es nuestra amiga. Consuelo y Marga’”.

El enigmático mensaje encabezaba el cuento infantil El niño de oro, primera obra en común de las dos hermanas. Consuelo, de quince años, era la autora de la historia; Marga, con tan solo doce, ilustraba la fábula destapando “un mundo interior propio, muy personal, extraño, casi perturbador para una niña tan joven”, explica a Historia y Vida la profesora, investigadora y especialista en la obra del autor onubense Rocío Fernández Berrocal.

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Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí en 1929. 

Terceros

Aquella fue la primera vez que el nombre de Marga Gil Röesset se cruzó en el camino de la pareja. “Marga pasó por sus vidas como una estrella fugaz, dejando una impronta indeleble y un pozo de amargura difícil de subsanar”, recuerda Carmen Hernández-Pinzón, sobrina nieta del nobel. Pero ¿quiénes eran Consuelo y Marga Gil Röesset?

Aquellas dos niñas admiradoras de Zenobia Camprubí (cuyas traducciones de la obra de Tagore habían leído ávidamente), que dejaron a escondidas el inesperado regalo en la puerta para escapar corriendo después, ya eran conocidas en Madrid por su extraordinario talento. En enero de ese mismo 1921, el periódico La Correspondencia de España destacaba la obra de las “hermanas por la sangre y por el arte” como un “libro admirable, por su lujo exterior y por su contenido”.

Un talento extraordinario y precoz

Marga Gil Röesset nació en 1908 en el seno de una familia de la alta burguesía. Su padre, Julián Gil Clemente, era un general de ingenieros, galardonado en numerosas ocasiones por sus hazañas militares y por sus empresas navieras. La madre, Margot Röesset, tenía ascendencia francogallega y era una mujer tan bella y elegante que no soportaba la fealdad.

Ella misma se encargó personalmente de educar a ambas hermanas en un entorno artístico exquisito, donde las ideas más avanzadas y originales formaban parte del día a día. La formación de Consuelo y Marga llamaba la atención en el ambiente cultural madrileño de los años veinte. Aprendieron a dibujar en el estudio del pintor granadino José María López Mezquita, tocaban el piano, hablaban cuatro idiomas y habían viajado por Europa, visitando importantes museos.

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Desde temprana edad Marga desarrolló un espíritu creativo de una madurez asombrosa. A los siete años sorprendió a su madre con el cuento La niña curiosa, escrito e ilustrado por ella misma, con dibujos de extraordinaria calidad. A los doce y trece, sus imágenes sobrecogedoras e inquietantes, reflejo de un mundo agónico y doloroso, acompañaban los cuentos escritos por Consuelo, El niño de oro y Rose de Bois (este último publicado, en francés, en París).

A los quince años Marga se adentró en el terreno de la escultura con un dominio de la técnica fuera de lo común. Cuando su abuela Margot lleva algunas de sus obras al escultor Victorio Macho para pedirle consejo, el veterano maestro, maravillado, rehúsa contribuir a su formación. No cree que pueda enseñarle nada, y apuesta porque el talento creativo de Marga se desarrolle libre, a salvo de influencias o normas.

Las Sinsombrero

En 1930 la joven deja atónitos a los críticos en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Su obra Adán y Eva es la carta de presentación de una prometedora artista. “Era una mujer de una gran fuerza y de un espíritu apasionado, que tenía desde muy joven un talento extraordinario para el dibujo y la escultura. Era una mujer transgresora, innovadora, moderna y tremendamente original, pero también muy frágil”, relata a Historia y Vida Marga Clark, sobrina de Marga Gil, poeta y artista especializada en cine y fotografía.

En 2015 se estrenaba el proyecto transmedia Las Sinsombrero, dirigido por Tània Balló, Serrana Torres y Manuel Jiménez Núñez, con el objetivo de recuperar la memoria y los avatares de un grupo de mujeres, artistas y pensadoras de la Generación del 27, olvidadas por la historia cultural española.

El dissortat amor de Marga Gil

Carmen Hernández-Pinzón (izqda.), sobrina nieta de Juan Ramón Jiménez, y Marga Clark, sobrina de Marga Gil Roësset, durante la presentación del libro ‘Marga’ en 2015

Otros

Entre ellas figura el nombre de Marga Gil Röesset. “Marga impresiona por su dominio de diversas técnicas. Ella va evolucionando del papel, la acuarela y la tinta china a la madera, la escayola y el granito. Y también por el cambio de estilos, puesto que, en apenas diez años, pasa del Modernismo a la vanguardia”, asegura Clark.

“La obra de Marga causa furor, porque se ve como la obra de una persona ya formada, como la de una artista consagrada”, señala en el citado documental Núria Capdevila, catedrática de Estudios Hispánicos y Género en la Universidad de Exeter. Como tantas otras jóvenes promesas de la Generación del 27, Marga, escultora y pintora, buscaría los consejos y el apoyo del matrimonio Jiménez-Camprubí.

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Una joven ‘flapper’ fumando mientras lee. Fotografía de 1922.

“No era extraño que esto ocurriera, pues Zenobia y Juan Ramón tenían sus puertas abiertas para todos aquellos jóvenes interesados en cualquier manifestación artística y no dudaban en acoger y respaldar con gusto sus primeros proyectos”, escribe Carmen Hernández-Pinzón.

Con el alma fuera

Diez años después de la llegada de aquel misterioso paquete a su domicilio, a finales de 1931, Zenobia Camprubí conoce personalmente a Consuelo Gil Röesset durante una cena. Días después, el matrimonio traba contacto también con Marga. Ambos quedan impresionados por su carisma y magnetismo.

“Su gran presencia y su personalidad de mujer singular y apasionada atraían a todos y a todas quienes la conocían”, considera Marga Clark. “Tenía un perfil casi persa, era una muchacha muy joven pero con una fortaleza en los brazos para esculpir que impresionaba entonces”, añade Rocío Fernández Berrocal. El propio poeta describía así su impresión al conocerla en el libro Españoles de tres mundos: “Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro”.

Marga Gil

Marga Gil. 

Terceros

A partir de febrero de 1932 las visitas de las dos hermanas al domicilio de la pareja se hacen habituales. Marga propone realizar dos bustos, el primero de los cuales sería el de Zenobia. El de Juan Ramón nunca llegará a realizarlo para no disgustar a su padre. La joven aprovecha cualquier momento para escaparse a casa de los Jiménez y agasajarlos con todo tipo de regalos.

En aquel hogar rebosante de creatividad se siente libre, alejada del estricto control de su madre, algo que, según el matrimonio, supone un freno a su talento. Sueña con viajar a París para estudiar escultura, como le ha recomendado Juan Ramón, pero sabe que sus padres no lo permitirán.

“Si tú, espontáneamente, me dieras un beso…”

Durante las largas sesiones de escultura en compañía del poeta onubense, un ardiente sentimiento va brotando en el corazón de la joven artista. Sin poderlo remediar se ha enamorado. En su afán por conquistar el amor del escritor no dudará en llevarse libros de bibliotecas y casas particulares que este busca desesperadamente. Incluso finge estar enferma para sustraer un ejemplar de la casa de Gregorio Marañón para entregárselo a Juan Ramón. La obsesión va en aumento. Al parecer, el poeta la rechaza. El suyo es un amor imposible.

Juan Ramón roza la cincuentena. Marga tiene tan solo veinticuatro años, “una niña”, en palabras del futuro premio Nobel. “Sabemos que fue un amor platónico, al menos por parte de Marga, porque ella así lo dice en su diario: “Si al menos me dieras un beso”. Pero Juan Ramón no se percató de ese dolor y profunda tristeza por la que estaba pasando Marga”, reflexiona Marga Clark.

Durante semanas, mientras esculpe con pasión y paciencia el busto de Zenobia, la joven escultora vuelca en su diario la frustración por un amor no correspondido, los torbellinos de la pasión, la extrañeza ante una vida a la que no cree pertenecer. “Todo lo bello… porque tú sabes mirarlo… agradecido se te entra… Y… te hace a ti, más bello… ¡aún!”, rezan las primeras líneas de esta confesión sentimental. “Pero en la muerte… ya nada me separa de ti… solo la muerte… solo la muerte… solo la muerte, sola… y, es ya… vida ¡tanto más cerca así!... muerte… cómo te quiero”, se cierran las páginas bajo el título Noche última.

“Con suicidarse ha descompuesto mi vida”

Pocos meses después de terminar el busto de Zenobia, Marga Gil decidió acabar con su vida. El 28 de julio de 1932, la joven visita al poeta con la excusa de recoger unas herramientas de trabajo. Pero en realidad se trata de una despedida. Como tantas otras veces había hecho, le deja una carpeta repleta de papeles. En esta ocasión, pide que no los lea hasta el día siguiente.

El diario de Marga queda sobre la mesa del escritor. Juan Ramón observa que porta un extraño bulto que, tiempo después, identificará como el revólver que acabó con su vida. La joven abandona la casa a toda prisa, con lágrimas en los ojos. Más tarde acude a su taller, donde destruye la mayor parte de su obra. Sin embargo, no toca el busto de Zenobia.

Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez. 

Terceros

Viaja en taxi hasta un chalé de Las Rozas, propiedad de su familia, donde acaba con su vida disparándose en la sien. Antes había escrito tres cartas de despedida: una dirigida a su hermana Consuelo, otra a sus padres, y la tercera a Zenobia, en la que le confesaba su amor por Juan Ramón y le pedía perdón.

La muerte de la joven causó una honda conmoción en la pareja. Junto a su tumba, rodeado de una exuberante naturaleza, el poeta de Moguer escribe los primeros versos dedicados a su memoria: “Marga lo merecía, aunque con suicidarse ha descompuesto mi vida”. Zenobia, por su parte, alumbró cuatro relatos con la intención de preservar el recuerdo de la artista. “Marga, quiero contar tu historia porque tarde o temprano la contarán quienes no te conocieron o no te entendieron”, comienza así uno de ellos.

Albacea de su memoria

Juan Ramón Jiménez organizó todo el material del diario con el propósito de publicarlo aquel mismo otoño de 1932, pero, por diferentes circunstancias, no pudo hacerlo. Después vinieron la guerra, el exilio y el expolio de su casa. Durante años, aquel valioso legado se extravió, hasta que, finalmente, los herederos del poeta consiguieron que viera la luz en 2015.

Fotografía de la escultura de Marga Gil Röesset titulada

Fotografía de la escultura de Marga Gil Röesset titulada "Adán y Eva", de 1930.

EFE

El alma enigmática y fascinante de Marga brillaba de nuevo en aquellas atormentadas líneas. “En realidad, el suicidio de Marga puede tener varios motivos y diversas interpretaciones. Yo siempre me he preguntado si Marga se enamoró del hombre, del poeta o de lo imposible”, asevera Marga Clark.

En un mueble de roble, el escritor onubense guardó el busto de Zenobia creado por la artista. “Juan Ramón se extasiaba mirando la escultura, porque en esa obra tan bella se fundía la presencia de las dos mujeres que le consagraron su vida, una viviendo para él y la otra muriendo por su amor”, confesaría su fiel amigo Juan Guerrero.

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