La conquista de Tobruk, Rommel a las puertas de Egipto

Segunda Guerra Mundial

El Zorro del Desierto provocó un tremendo golpe moral al Imperio británico en esta ciudad libia, que contribuyó a aumentar su fama de estratega

Jasper Maskelyne, un mago contra Rommel

Erwin Rommel en el desierto entre Tobruk y Sidi Omar, en Libia.

Erwin Rommel en el desierto entre Tobruk y Sidi Omar, en Libia.

© CORBIS/Corbis vía Getty Images

El Tercer Reich y sus aliados parecían estar ganando la guerra en los primeros meses de 1942. Alemania se había recuperado de la derrota a las puertas de Moscú y preparaba una gran ofensiva en verano para conquistar el petróleo del Cáucaso y dejar fuera de combate a la URSS. En la otra punta del mundo, Japón había ocupado las colonias occidentales en buena parte de Asia y su Armada dominaba el Pacífico.

Winston Churchill era consciente de la situación. En febrero de ese mismo 1942, había sufrido una humillante derrota en Singapur y temía un desastre similar en el Mediterráneo. La isla de Malta estaba sufriendo un duro asedio por mar y aire, y su caída debilitaría la situación estratégica del Imperio en ese mar. Pero el principal temor para el primer ministro era el Afrika Korps de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, y su posible avance hacia Egipto.

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¿Por qué este general alemán le quitaba el sueño a Churchill? Rommel había vuelto a la carga a finales de enero de 1942. Reforzado con nuevos tanques y soldados, el Zorro del Desierto demostró, en pocas semanas, que su derrota a manos de los británicos en la Operación Crusader había sido un espejismo. El Afrika Korps y las tropas italianas recuperaron Bengasi e hicieron retroceder a las fuerzas aliadas hasta la línea defensiva de Gazala, a sesenta kilómetros de Tobruk.

Esta ciudad libia había resistido ya un largo asedio por parte de Rommel entre abril y noviembre de 1941, y el Zorro del Desierto quería quitarse la espina de esa derrota. Pero su captura no respondía a un capricho. Se trataba de un puerto clave para el Eje, ya que le permitiría acortar en centenares de kilómetros las rutas de abastecimiento de cara a un posible avance sobre Egipto.

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El general Rommel en la campaña del norte de África. 

Terceros

Para llegar a Tobruk, Rommel necesitaba derrotar al 8.º Ejército británico, que estaba desplegado en las defensas alrededor de Gazala. El 26 de mayo, tropas italianas y alemanas pasaron al ataque, pese a estar en inferioridad numérica, tanto en hombres como en carros de combate. Pero el Zorro del Desierto confiaba en su habilidad táctica y en la veteranía del Afrika Korps para hacerse con la victoria.

La batalla de Gazala

Rommel ordenó que los italianos atacaran el centro de las líneas de la Commonwealth, mientras que el Afrika Korps intentaba flanquear estas posiciones por el sur. La estrella del Zorro del Desierto pareció apagarse cuando el 8.º Ejército aguantó firme. Contrariamente a lo esperado, el Eje no consiguió el factor sorpresa, ya que los británicos estaban al tanto del ataque gracias a las comunicaciones interceptadas por Ultra.

Además del aviso de sus espías, los británicos también contaron con la presencia en sus filas de tanques Grant, de fabricación estadounidense. Estos carros, dotados de un mejor armamento contra los blindados, ayudaron a los defensores de Gazala a inutilizar un tercio de los vehículos de Rommel.

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Con el avance italogermano estancado, el general sir Neil Ritchie, al mando del 8.º Ejército desde noviembre, se atrevió a lanzar un contraataque el 30 de mayo, con el objetivo de rebasar las líneas enemigas y cortar los suministros de Rommel. Un golpe fatal en cualquier situación, pero aún más grave para la guerra en el norte de África, donde el abastecimiento constituía un dolor de cabeza para ambos bandos.

Ritchie tenía fama de ser muy conservador en sus planteamientos, y cuando pasaba a la acción, como sucedió en este caso, solía ser por influencia del mariscal Claude Auchinleck, comandante en jefe de las fuerzas de la Commonwealth en Oriente Medio. Este militar prefería tener a un oficial dócil al frente del 8.º Ejército para poder controlar mejor a esta formación, según se rumoreaba en los círculos militares británicos de la época.

Imagen aérea del puerto de Tobruk en 1941.

Imagen aérea del puerto de Tobruk en 1941.

Dominio público

Al pasar al ataque, el 8.º Ejército también sufrió muchas bajas, pero obligó a Rommel a retirarse a una zona conocida como el Caldero –una depresión en el terreno–. El Zorro parecía estar acorralado. El carácter de ambos mandos resultó clave para decidir la batalla. Las pérdidas sufridas hicieron dudar a Ritchie para lanzar un asalto directo, que habría resultado fatal para el alemán. En cambio, este aprovechó las dudas de su oponente y ocupó una posición británica. De este modo, sus hombres abrieron una brecha por la que pudieron recibir suministros vitales.

Era todo lo que necesitaba el Afrika Korps para recuperar la iniciativa. Rommel pasó de nuevo al ataque en todo el frente. Su principal problema se situó en el sur, en el oasis de Bir Hakeim, donde unidades de la Francia Libre (con presencia destacada de republicanos españoles) resistieron durante varios días las embestidas del enemigo.

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Los combates a lo largo de toda la línea de Gazala duraron dos semanas. Al final, el 14 de junio, Ritchie ordenó la retirada de sus fuerzas para reagruparse en Egipto. El Zorro del Desierto volvía a alimentar su leyenda con otra gran victoria. Ambos bandos pusieron sus ojos en Tobruk, pero por motivos bien diferentes.

¿Morir por Tobruk?

Rommel tenía claro que el siguiente paso era conquistar Tobruk. Con esa base de suministros amenazada, podría plantearse avanzar hacia El Cairo y el canal de Suez, con el fin de asestar un golpe letal al Imperio británico. Solamente había reticencias entre el generalato italiano, incluido el propio Benito Mussolini. El Duce y sus comandantes estaban de acuerdo en ocupar el puerto libio, pero querían aplazar la marcha sobre el Nilo para conquistar antes Malta y, así, afianzar el control del Mediterráneo central.

En el otro lado no había tanta sintonía sobre Tobruk. Churchill y Auchinleck tenían opiniones contradictorias. El primer ministro apostaba por conservar la plaza a ultranza, como el año anterior. En el Parlamento británico se cuestionaba su liderazgo, e incluso la amenaza de una moción de censura para el verano despuntaba en el horizonte.

Rommel, dirigiendo las operaciones en Tobruk, en una imagen de junio de 1942.

Rommel, dirigiendo las operaciones en Tobruk, en una imagen de junio de 1942.

Bundesarchiv, Bild 101I-443-1582-32 / Bauer / CC-BY-SA 3.0

En cambio, el comandante en jefe en Oriente Medio no quería repetir un asedio largo. Solo defendería la ciudad si Rommel no la intentaba rodear y apostaba por un avance rápido. Auchinleck prefería salvar al 8.º Ejército y defender Egipto. Creía que una estrategia móvil era lo mejor para la guerra en el desierto.

Churchill insistió a Auchinleck en que la ciudad debía protegerse al precio que fuera, ya que era la mejor garantía para preservar Egipto. Así que finalmente se dieron instrucciones a la guarnición –compuesta principalmente por la 2.ª División de Infantería sudafricana, al mando del general Hendrik Klopper– para aguantar tres meses en la ciudad. Si Tobruk se veía cercada, el plan británico era tratar de liberarla con un contraataque del 8.º Ejército.

Por si las discrepancias entre los líderes británicos no fuesen un hándicap suficiente, también calibraron mal el estado de las fuerzas del Afrika Korps. Consideraban que italianos y alemanes descansarían para recuperarse de los duros combates en Gazala, donde habían perdido más de seis mil hombres y centenares de vehículos. Así que ganarían algo de tiempo. Esa apreciación demostraba que conocían muy poco al Zorro del Desierto, pese a llevar más de un año luchando contra él.

Una presa fácil para el Zorro

Rommel sabía que tenía que aprovechar el impulso obtenido en Gazala. Era cierto que sus bajas habían sido numerosas. Pero, a la vez, era consciente de que el 8.º Ejército se estaba retirando desorganizado. Era una presa fácil, y no podía permitir que se restableciera en Egipto. Así que, fiel a su gusto por las acciones audaces, a mediados de junio de 1942, se lanzó a la conquista de Tobruk.

Las fuerzas del Afrika Korps y sus aliados italianos avanzaron con rapidez. Las tropas de Ritchie no pudieron hacer nada para detenerlos. Solo la aviación británica dio problemas a Rommel, castigando las columnas de su 21.ª División Panzer. Pero el Zorro se cobraría la revancha con la misma moneda. A las 08:30 horas del 20 de junio, los bombarderos alemanes Stuka se lanzaron sobre la guarnición de Tobruk. El asalto final había comenzado.

Tropas australianas en Tobruk.

Tropas australianas en Tobruk.

Dominio público

Ese mismo día, las fuerzas germanas se fueron abriendo camino a través del perímetro defensivo de la ciudad. Las tropas de la Commonwealth ofrecieron una dura resistencia en algunos puntos, pero Klopper no supo interpretar las maniobras de Rommel y fue incapaz de organizar una defensa coordinada. Por la tarde, el Afrika Korps ya estaba en el centro de Tobruk, e incluso los panzers cañonearon el puerto.

Klopper vio la situación perdida, y a primera hora del día 21 rindió Tobruk. El botín para Rommel resultó precioso: dos mil vehículos, cinco mil toneladas de suministros, mil cuatrocientas toneladas de combustible y treinta y tres mil soldados cautivos. La conquista de la ciudad había sido del gusto del Zorro del Desierto: un golpe rápido y audaz. Pero también fue el inicio de una cadena de acontecimientos que marcarían el curso de la Segunda Guerra Mundial en el Mediterráneo.

Quien gana el último…

Hitler quedó encantado con la victoria en Tobruk. El efecto más inminente fue ascender a Rommel a mariscal de campo, el grado más alto en el ejército alemán, y su figura como gran héroe de guerra fue ensalzada todavía más por la propaganda del Tercer Reich. Además, el Führer autorizó al Zorro del Desierto a lanzarse a la conquista de Egipto. Incluso Mussolini quedó impresionado por la toma de la ciudad, y accedió a marchar hacia El Cairo.

Rommel impresionaba, incluso, a sus enemigos. La revista Time le dedicó su portada el 13 de julio de 1942, mostrando el rostro del Zorro del Desierto sobre una flecha que apuntaba al canal de Suez.

El gobierno sudafricano protestó por cómo se habían sacrificado sus tropas en Tobruk

Churchill definió la derrota “como uno de los golpes más duros que puedo recordar durante la guerra […], un momento amargo”. El primer ministro recibió la noticia de la caída de Tobruk en la Casa Blanca, en plena cumbre con el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, quien le prometió el envío inmediato de centenares de tanques y aviones a Egipto.

El premier no encontró tanta comprensión en el Imperio británico. El gobierno sudafricano protestó por cómo se habían sacrificado sus tropas en Tobruk, un tema que abrió numerosas heridas políticas en ese país, ya que la población afrikáner era proalemana y estaba en contra de la participación en la guerra. En Londres, el mandatario británico temía que, ante la acumulación de malas noticias, el voto de censura saliera adelante en la Cámara de los Comunes.

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Winston Churchill caminando entre las ruinas de la catedral de Coventry tras el bombardeo alemán durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942.

Terceros

El panorama era nefasto, pero, a la larga, Churchill salió airoso. La moción no prosperó, en parte gracias al apoyo de Washington a su aliado. El armamento procedente de EE. UU. sirvió para rearmar al 8.º Ejército y obtener la victoria en la segunda batalla de El Alamein. Un triunfo que obligaría a Rommel a retirarse de Egipto en el otoño de 1942. Además, Londres consiguió que EE. UU. respaldara su estrategia de priorizar el frente mediterráneo para desgastar al Tercer Reich.

Tal y como defiende el historiador estadounidense Douglas Porch en su libro El camino hacia la victoria (Desperta Ferro, 2019), la debilidad militar exhibida por Gran Bretaña en Gazala y Tobruk y el mal momento político de Churchill animaron a Roosevelt a aceptar esa visión. Una postura que iba en contra de la opinión de muchos generales estadounidenses, que querían la invasión de Europa cuanto antes. La conjunción entre Londres y Washington cristalizó en los desembarcos aliados en Marruecos y Argelia (Operación Torch) a finales de 1942, que supondrían el final de la presencia del Eje en el norte de África.

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