Lujo y esclavitud: la cara y la cruz del caucho en Brasil

Desigualdades

El látex dio a Brasil la mayor época de prosperidad de su historia, solo disfrutada por la élite. A cambio, miles de trabajadores de la goma perdieron la vida en la selva

Teatro de la Ópera de Manaus, inaugurado en 1896 gracias al caucho.

Teatro de la Ópera de Manaus, inaugurado en 1896 gracias al caucho.

Paulo Fridman /Sygma vía Getty Images

La seringa, o Hevea brasiliensis, crece en estado salvaje principalmente en la zona de Acre, en la parte occidental de la región de Amazonas. A través de una incisión practicada en el tronco se desprende de él un líquido blanco, de aspecto lechoso y textura gomosa, que se recoge en cacerolas para su posterior coagulación. Es el látex.

Los indios ya conocían el uso de esta goma. Sin embargo, el látex amazónico salta al centro de la atención mundial a partir del segundo tercio del siglo XIX, cuando el americano Charles Goodyear descubre el procedimiento de vulcanización del caucho. La goma se torna más flexible, resistente y totalmente impermeable. Ahora su uso se multiplica: gracias a este método se pueden fabricar cubiertas para hilos conductores (en la época de la explosión del telégrafo y el teléfono) y, sobre todo, para neumáticos.

Para la construcción del teatro de la Ópera se utiliza lo más noble: espejos de Bohemia, cristales de Murano...

Patentado a mediados de siglo, el neumático se aplicará en pocos años a bicicletas y automóviles. Inglaterra y Estados Unidos se erigen rápidamente en los mayores importadores de una materia prima ahora esencial para su industria. 

Amazonas se convierte en el núcleo de producción estratégico, ya que no existe otro lugar en la tierra capaz de generar una goma natural de semejante calidad. De la noche a la mañana, Manaus, capital de la región, se ve propulsada a la era industrial. En esos primeros años de bonanza, alrededor de 1880, se llevan a cabo las mayores obras de transformación de la ciudad brasileña.

Palacio de Justicia de Manaus

Palacio de Justicia de Manaus

Ana Jatahy / CC0

Un nuevo París

Hija del positivismo, de la creencia en el progreso científico imparable, la ciudad de la selva se urbaniza integrando los mayores avances tecnológicos de la época: iluminación de las calles, pavimentación, saneamiento de ríos y canales, alcantarillado. De ese período data también la construcción del puente flotante, la aduana del puerto, el mercado, réplica del de Les Halles de París, o el palacio Río Negro, sede del gobierno. 

Sin embargo, la gran joya, el edificio que imprime carácter a la ciudad, que marca un estilo y consagra su importancia, es el teatro de la Ópera. Para su construcción se utiliza lo más noble: espejos de Bohemia, cristales de Murano... Inaugurado en 1896, se convierte en el centro de la vida cultural y social de Manaus.

El teatro de la Ópera de Manaus en una imagen reciente.

El teatro de la Ópera de Manaus en una imagen reciente.

Rafael Lampert Zart / CC BY 2.0

La ciudad conoce años de lujo y fasto: filiales de importantes tiendas europeas se instalan en ella, se abren cabarés con mujeres, vinos y licores procedentes directamente del Viejo Continente... Es bautizada por entonces “el París de los Trópicos”. 

Manaus es fruto de la voluntad de una minoría pionera, sustentada por un único producto: la goma. Los cambios demográficos se dejan notar. En 1830 cuenta con 3.000 almas; en 1870, con 50.000; en 1910, la totalidad de la región amazónica asciende a un millón de habitantes, de los que unos 300.000 son trabajadores venidos del nordeste de Brasil.

El sistema de endeudamiento puesto en marcha por los seringalistas sometió a los operarios a la semiesclavitud

Y la goma deja su espléndida huella en las arcas: su precio se triplica a lo largo de la primera década del siglo XX. Su comercio llega a suponer el 25% de los ingresos de exportación de Brasil. La renta per cápita de la ciudad es dos veces superior a la de las regiones productoras de café (São Paulo, Río de Janeiro, Espírito Santo...). Sin embargo, el oro elástico fluye, en gran parte, gracias al régimen despiadado instaurado en el corazón de la selva.

Bienvenidos al infierno

La esclavitud se suprime oficialmente en Brasil en 1888, con lo que la mano de obra debe ser contratada. Sin embargo, mediante el sistema de endeudamiento puesto en marcha por los seringalistas –los empresarios del caucho–, los operarios se verán rápidamente presos en un mundo del que pocos podrán salir. 

Este sistema empieza cuando los peones, denominados seringueiros, firman un contrato (con una simbólica X, dado que la mayoría son analfabetos) con las casas de aviamento (agentes intermediarios y de contratación), que a cambio de ello les avanzan los gastos del viaje. La deuda se pone en marcha. 

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Eva Millet
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Tras un periplo que dura semanas, los trabajadores llegan al seringal, la propiedad. Allí el patrono les entrega una serie de bienes (alimentos, mercancías, medicamentos y herramientas) cuyo importe tendrá que cubrir el seringueiro con la goma recolectada. La deuda se va acrecentando. 

Además, en mitad de la selva los operarios no tienen más remedio que abastecerse en el comercio del patrón. Los precios son exorbitantes para unos salarios ínfimos, así que el dueño les adelanta las mercancías, aumentando la espiral de deuda.

El trabajador deberá extraer cantidades cada vez mayores de caucho. Todo su esfuerzo es inútil: por malabarismos de la contabilidad seringalista, la cuenta nunca se pone a cero. Atado a su patrón por un tiempo indefinido, el seringueiro vive encerrado en una prisión sin rejas.

Imagen de 1906 que muestra cómo se desarrollaba el proceso de trabajo del caucho en Manaus.

Imagen de 1906 que muestra una parte del proceso de trabajo del caucho en Manaus.

Dominio público

Varias circunstancias confluyen para reforzar el régimen carcelario. El seringueiro no tiene ningún control económico sobre la mercancía que extrae. Por otro lado, el analfabetismo imperante no permite la emancipación laboral, aunque tampoco hay alternativas en la zona que posibiliten la búsqueda de otra ocupación. 

La huida no representa una opción viable: los patronos disponen de lanchas y vigilantes, y cuentan además con la ayuda de las autoridades locales para devolver a los fugitivos al barracón.

Una familia brasileña junto a sus esclavos en torno a 1860.

Una familia brasileña junto a sus esclavos en torno a 1860.

Dominio público

Para el dueño, el sistema del endeudamiento garantiza la continuidad de la producción, aunque tampoco él se encuentra a salvo de riesgos: el sistema afecta de un modo u otro a todos los eslabones. Si el seringueiro contrae una deuda con la casa de aviamento que le contrata y con el seringalista que le adelanta material, este se ha financiado contrayendo una deuda con una casa mayor, a la que deberá hacer llegar el caucho bajo amenaza de embargo. Y estas casas, a su vez, han adquirido compromisos con empresas exportadoras. 

Un sistema piramidal que implanta una cultura del miedo y fomenta el uso directo o indirecto de la violencia. No obstante, las mayores víctimas en este proceso siempre serán los seringueiros, puesto que su vida está en manos de otro. Las víctimas de este régimen semiesclavista se calculan por decenas de miles.

Una desagradable sorpresa

Desde el prisma comercial, el cuadro es más positivo. En 1880, Brasil ostenta la mayor cuota de producción mundial de caucho. Manaus se ha transformado, Belém, la ciudad portuaria en la desembocadura del río Negro, se ha modernizado y el conjunto del país se ha beneficiado de todo ello. En este sentido, el comercio del látex es un enorme éxito. Sin embargo, los ingleses, grandes consumidores de la goma amazónica, parecen tener otros planes...

Las semillas son trasladadas a pocos kilómetros de Londres, y posteriormente sembradas por los ingleses en sus colonias

Gran Bretaña es la mayor importadora del látex brasileño, pero desea deshacerse de esa dependencia. En 1876, sir Henry Wickham, botánico inglés y coleccionista de orquídeas, manda a la metrópoli 70.000 granos recogidos a escondidas en los seringales de la Amazonas oriental. Las semillas son trasladadas a los Reales Jardines Botánicos de Kew, a pocos kilómetros de Londres, y posteriormente sembradas por los ingleses en sus colonias de Malasia, Ceilán y el África subsahariana.

Cuarenta años más tarde, ya perfectamente aclimatados a su nuevo hábitat, los árboles generan látex. En 1913, las plantaciones del sudeste asiático ya han superado a las de Brasil, y en 1915 las colonias inglesas, holandesas y francesas representan más de dos terceras partes de la oferta mundial de goma. Ante esta nueva situación, los precios bajan. El caucho amazónico pasa a tener un precio poco competitivo, lo que provoca un estancamiento de la economía regional.

Retrato de sir Henry Wickham.

El botánico inglés sir Henry Wickham.

Dominio público

Última parada

La ausencia de previsión gubernamental y empresarial no permite crear de la nada alternativas económicas y laborales. Los seringalistas no actúan con la visión capitalista propia de los ingleses. Los británicos en el sudeste asiático invierten no solo en hevicultura, sino también en la construcción de carreteras y ferrocarriles, en investigación agronómica para aumentar la productividad de la seringa o en la mejora de las condiciones de trabajo, todo lo cual repercute en el abaratamiento del coste del producto. 

En Brasil, en cambio, los beneficios generados por el comercio del látex crean una prosperidad que solo llega a las élites, y las administraciones locales no aprovechan plenamente los años de bonanza. Si bien invierten en la modernización de Manaus, no erigen una infraestructura económica aprovechable para otras actividades.

Imagen de la Avenida Eduardo Ribeiro de Manaus en 1901.

Imagen de la avenida Eduardo Ribeiro de Manaus en 1901.

Dominio público

Algunos seringueiros retornan a una agricultura de subsistencia: cultivo de yuca, frijoles, arroz. Otros, desprovistos de toda fuente de ingresos, se establecen en la periferia de Manaus u otras ciudades confiando aún en ser bendecidos con mejores condiciones de vida. En la capital amazónica las luces de la ópera se apagan, caen en desuso las grandes mansiones, reflejo ahora de una riqueza efímera, y crece imparable el desempleo.

El ciclo del caucho ha terminado. A partir de los años veinte, lo único que sigue creciendo en Manaus son las favelas alimentadas por seringueiros en paro. En medio de la selva, la ciudad vegeta. Habrá que esperar décadas antes de que Manaus vuelva a despertar.

Este artículo se publicó en el número 483 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

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