Las leyendas urbanas imaginan que en el archivo histórico del Vaticano se ocultan infinidad de secretos, de pistas sobre el Santo Grial a pruebas del Arca de Alianza. La realidad en ocasiones es apasionante, pero otras muchas veces es prosaica. Si lo que se espera son misterios estilo El código Da Vinci o Indiana Jones, acabará usted defraudado. Lo que prima en ese lugar es una gran cantidad de papeles administrativos.
Los historiadores, de todas formas, sueñan con hallar ese papel inédito que cambie nuestra comprensión del pasado. Ahora están de enhorabuena, porque la Santa Sede ha desclasificado la documentación relativa al pontificado de Pío XII, con lo que será posible estudiar más a fondo una figura polémica por su actuación durante la Segunda Guerra Mundial. Para sus detractores, Pío XII calló ante la barbarie nazi que debería haber denunciado. Sus defensores señalan que realizó gestiones secretas para salvar a los perseguidos por Hitler.
¿Contribuirán los papeles conservados en el Vaticano a aclarar la cuestión? Lo más seguro es que la polémica persista, pero sin duda el debate se verá reanimado por la aportación de uno de los archivos históricos más importantes del mundo.
Sus cifras son, en efecto, mareantes. Cuenta con casi 85 kilómetros de estanterías y más de 600 fondos documentales. No obstante, pese a lo que el empleo de la expresión “archivo vaticano” permite suponer, no se trata del único existente en la Santa Sede. Otras instituciones cuentan con sus propios fondos documentales, como la Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo responsable de la ortodoxia doctrinal.
El origen de la institución se remonta a 1612, cuando Pablo V estableció el archivo particular del pontífice
Recientemente, el papa Francisco ha cambiado el nombre de “Archivo secreto vaticano” por el de “Archivo apostólico vaticano”. Pretende así deshacer los equívocos en torno a la palabra “secreto”, que posee una connotación de información sobre hechos oscuros e inconfesables cuando, en realidad, en este contexto el término solo significaba “privado”.
¿Cómo se creó?
El origen de la institución se remonta a 1612, cuando Pablo V estableció el archivo particular del pontífice. Centralizaba en un mismo espacio documentos hasta entonces repartidos en distintos lugares, como la Secretaría de Estado o el castillo de Sant’Angelo. Por desgracia, los tesoros documentales no estuvieron a salvo de las turbulencias militares y políticas. Napoleón ordenó en 1810 su traslado a París, y solo regresaron a Roma tras la caída del emperador. En el proceso, muchos papeles antiguos acabaron extraviándose.
A partir de ese momento fueron contados los estudiosos que tuvieron acceso al archivo vaticano. En el último cuarto del siglo XIX, sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. En 1880, el papa León XIII visitó la institución, donde al año siguiente se creó una sala para investigadores, abierta oficialmente en 1883.
¿Qué motivó este cambió de opinión? En aquellos momentos, la Iglesia se hallaba en pugna con liberales y protestantes, en un combate ideológico en el que acostumbraba a hallarse a la defensiva. Rodeada de enemigos que la acusaban de encarnar valores reaccionarios, parecía haber perdido el tren del progreso.
Por otra parte, el debate sobre el pasado se mezclaba con una importante cuestión teológica. El Concilio Vaticano I (1870) había definido el dogma de la infalibilidad pontificia, por el que un papa no puede equivocarse en cuestiones de fe cuando habla ex cátedra. Los adversarios de esta doctrina argumentaban que el Tercer Concilio de Constantinopla, en el siglo VII, había condenado al pontífice Honorio I por herejía. Por tanto, la cuestión de la infalibilidad podía cuestionarse si se utilizaban argumentos históricos.
Pero León XIII no veía la historia como una enemiga, sino como una aliada, convencido de que el catolicismo no tenía nada que temer del trabajo de los investigadores. Estaba seguro de que futuras revelaciones, en lugar de perjudicar su imagen o cuestionar sus doctrinas, ayudarían a reforzar su posición. Por eso dio luz verde a la apertura de los archivos. Su decisión pronto se tradujo en un gran impulso a los estudios académicos, traducido en la creación de institutos históricos y en la publicación de gran cantidad de documentos.
Todavía se citan las palabras del papa sobre los dos grandes deberes de los historiadores: no mentir y no temer decir la verdad. León XIII, además de abrir su archivo, tomó otras iniciativas para favorecer la investigación. Fundó la escuela de Paleografía y Diplomática del Vaticano y creó una comisión de cardenales encargada de los estudios históricos. Es significativo que dos de los primeros cuatro purpurados que nombró fueran historiadores, John Henry Newman y Josep Hergenröther.
¿Qué hay en el archivo?
El documento más antiguo del archivo vaticano es del siglo VIII. De antes no se conserva nada a causa de las guerras y las persecuciones. En la actualidad, pueden hallarse joyas como la orden de disolución de los templarios en 1308 o la solicitud con la que Enrique VIII quiso anular su matrimonio con Catalina de Aragón. Otro acontecimiento controvertido, el proceso a Galileo Galilei, tampoco se puede estudiar sin acudir al Vaticano. Allí es donde se guardan los legajos con las actas del juicio.
En tiempos de León XIII, el límite cronológico para consultar el archivo secreto era el año 1815. En adelante se producirían sucesivas desclasificaciones. En 2002, por ejemplo, Juan Pablo II puso al alcance del público los papeles sobre la relación entre el Vaticano y Alemania en el período de entreguerras. Roma pretendía combatir la idea de que la Iglesia había mantenido algún tipo de complicidad con la Alemania nazi.
Desde finales del siglo XIX, los hallazgos en el archivo vaticano han enriquecido el conocimiento histórico tanto del papado como de infinidad de países. En el caso de España, contamos con la edición en varios volúmenes, dentro de la Biblioteca de Autores Cristianos, de La Segunda República y la Guerra Civil en el Archivo Secreto Vaticano. Su autor, el sacerdote Vicente Cárcel Orti, recopiló a partir de 2011 numerosos documentos inéditos sobre el período que va de 1931 a 1939. Sobre lo que vino después, la dictadura de Franco, ahora podremos arrojar nueva luz: los papeles del pontificado de Pío XII tal vez nos den más de una sorpresa.