Glenn Miller, el hombre que nos puso a bailar swing
Música
Nadie hizo bailar a los estadounidenses como Glenn Miller. Sin embargo, la tragedia de la guerra acabó con el swing y con su vida.
En los años treinta y cuarenta del siglo pasado, los estadounidenses enloquecían con el swing (“balanceo”), una variedad bailable y alegre del jazz. Por primera vez en la historia, un género musical de aceptación masiva hacía mover el trasero a blancos y negros al mismo ritmo. Los clubes de todo el país llenaban sus locales y los mejores intérpretes eran tan populares como lo serían en el futuro las estrellas del rock y del pop.
Alton Glenn Miller, trombonista y director de orquesta, fue el músico que llevó el swing a las más altas cotas de comercialidad y popularidad. A los doce años, Miller tuvo su primer trombón, el instrumento que le acompañaría el resto de su vida. Muy pronto, él y su familia comprendieron que su fiasco en los estudios estaba relacionado con su pertinaz vocación musical, y aunque puso los pies en la Universidad de Colorado, los libros se le caían de las manos.
El joven Miller acabó abandonando la universidad para volcarse profesionalmente a la música, disciplina a la que dedicaba, de cualquier modo, todo su tiempo. Inicialmente formó parte de varias orquestas, en las que coincidió con estrellas como Bing Crosby y el más célebre clarinetista del swing, Benny Goodman.
Hasta en la hermética España del franquismo se popularizaron algunos de sus temas
En 1937 se atrevió a crear su primera banda propia, pero su repercusión y sus ventas fueron insuficientes y el proyecto fracasó. Probablemente, a ello contribuyeron sus más encendidos críticos, los puristas amantes del jazz menos rebajado, que consideraban sus composiciones comerciales y pautadas en exceso.
Un sonido inconfundible
Glenn Miller se retiró deprimido a Nueva York, y fue precisamente durante este período cuando maduró la combinación musical que conseguiría despertar pasiones. Dio con la fórmula mágica: el llamado sonido Miller. El hallazgo consistió en que clarinete y saxo tenor hicieran sonar la misma melodía simultáneamente, mientras una línea de otros tres saxofones les daban soporte armónico.
Esto desmarcó su sonido del de otras grandes bandas de la época. Llegaron entonces sus mejores composiciones, de fama mundial. Hasta en la hermética España del franquismo se popularizaron algunos de sus temas.
Era la época en que aquí se traducían todos los títulos: se publicaron como En forma (In the Mood), Collar de perlas (A String of Pearls) y Serenata a la luz de la luna (Moon light Serenade). Otros de sus grandes éxitos fueron los intraducibles Pennsylvania 6-5000 y Chattanooga choo choo. Por esta última composición obtuvo en febrero de 1941 su primer disco de oro.
Miller encarnó en el imaginario colectivo la figura del perfecto americano, hecho a sí mismo y patriota convencido. En 1942 se alistó voluntario en el Ejército para defender los intereses estadounidenses.
La etapa que pasó al frente de la banda del Ejército del Aire fue la de mayor idolatría de su carrera. Hasta mediados de 1944 emprendió diferentes giras por el país, con las que colaboró en la provisión de fondos para la guerra y animó las campañas de reclutamiento. Más tarde, él y su orquesta fueron enviados a Gran Bretaña para levantar la moral de las tropas que preparaban la invasión de la Europa continental.
A finales de ese mismo año, liberada ya París, partió en avión, un Noorduyn Norseman UC64, desde Londres rumbo a la capital francesa. En esa misión musical se supone que murió, porque nunca se le volvió a ver. Su desaparición desató tal incertidumbre que la imaginación popular especuló con todo tipo de hipótesis.
La más difundida es la caída de su avión al mar, pero se llegó a hablar de la destrucción del aparato en una misión amiga de la fuerza aérea británica y de la muerte del artista en brazos de una prostituta en París. El único hecho contrastado es que su avión no apareció.
Casi cuarenta años más tarde, en 1983, su hermano Herb dijo que en realidad Glenn murió en un hospital al cabo de poco tiempo de aterrizar correctamente, víctima de un cáncer de pulmón. El silencio se habría producido para no desmitificar la muerte heroica. Tampoco esto se demostró.
A principios de este año, el grupo de recuperación de aeronaves TIGHAR anunció su intención de investigar la declaración de un pescador convencido de haber topado con el avión en el canal de la Mancha en 1987. Años después, advirtió que lo que se enganchó en sus redes coincide con el tipo de nave en la que viajaba el músico.
No sabemos si esta vez podrá llegarse a alguna conclusión, pero no importa. Sea cual sea la verdad, en la memoria de los norteamericanos, Glenn Miller y su trombón descansan eternamente en las profundidades del mar.
Este artículo se publicó en el número 506 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.