Los espejismos de la Revolución Industrial
El desarrollo económico derivado de la Revolución industrial y los avances de la ciencia cambiaron la percepción que Occidente tenía de su política y su sociedad.
Hacia 1870 comenzó una nueva época en la historia de la humanidad. Su raíz estuvo en gran parte en un cambio de mentalidad del hombre occidental, que le llevó a nuevas actitudes y también a nuevas y más audaces aventuras. Como consecuencia de ello, el progreso material se aceleró, se alcanzaron espectaculares avances científicos y tecnológicos y la hegemonía del hombre occidental se hizo más fuerte que nunca, así como su control de los recursos económicos mundiales. La propia conciencia de su superioridad confirió a su visión una actitud dominante y orgullosa, que le hizo creer, como si fuera un dogma, en la seguridad de un progreso continuado.
Crecimiento urbano
Las ciudades crecieron enormemente –París, Londres, Madrid, Roma, Berlín, Viena, Budapest–, al igual que los centros industriales, lo que motivó que el Estado asumiera nuevas funciones y responsabilidades en su organización, creando multitud de servicios y entidades. A nivel nacional, el Estado organizó –e incluso financió– los grandes servicios públicos: correos, telégrafos, institutos, exposiciones artísticas, alcantarillado, ferrocarriles, higiene y sanidad.
Servicios obligatorios
Al mismo tiempo, y con el fin de promover la cultura de los ciudadanos, el sector público asumió o controló la educación desde sus primeros niveles, decretando la enseñanza oficial y obligatoria , pero también se convirtieron en obligatorias la instrucción militar, la vacunación y otras medidas sanitarias. Todo lo cual hizo necesario emprender un ambicioso plan de obras públicas, instituciones educativas, militares y sanitarias que aparecieron en la mayor parte de países europeos en el último cuarto del siglo XIX.
Participantes, pero controlados
Este progresivo aumento de funciones por parte del Estado no equivalía a un retroceso político, sino que al mismo tiempo, y en casi todas partes, se experimentó una tendencia general del paso del liberalismo a la democracia, simbolizado en la implantación del sufragio universal, en principio masculino.
Si bien aumentó la participación de los ciudadanos en la elección de sus gobernantes, estos, aunque pueda parecer paradójico, dispusieron de unos instrumentos de ejecución y control sobre sus gobernados insólitos hasta entonces. Las maquinarias propagandísticas de los Estados dieron alas a un sentimiento de exaltación nacionalista que con el paso del tiempo caería en el belicismo.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 436 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com .