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Salvador Dalí: un icono del siglo XX

Salvador Dalí no solo fue un excelente pintor, sino que plasmó en sus cuadros su universo particular y se convirtió en un icono de la cultura del siglo XX.

Salvador Dalí en Dali Atomicus, foto de Philippe Halsman de 1948. Library of Congress, Washington D.C.

Salvador Dalí pintor surrealista

A lo mejor no fue el mejor pintor del siglo XX, pero su­po erigirse en uno de sus principales iconos. Creció como artista al lado de dos personajes legendarios como Luis Buñuel y Federico García Lorca, y eli­gió como musa a la única mujer acep­tada en el círculo de los surrealistas. Gala (seudónimo de la rusa Helena Diakonova, 1894-1982) fue amante de tres grandes creadores como Paul Éluard, Max Ernst y Dalí, pero sólo es­te último supo retenerla a su lado toda una vida, no por la fuerza de la pasión, sino por el poder seductor del genio.

Salvador Dalí (Figueres, 1904-89), individualista hasta la médula, siempre fue a su aire, amenaza­do por sus fantasmas, en­marcado en sus obsesio­nes . André Breton le expulsó de la corte su­rrealista por abominar de Lenin, el comunismo o las revoluciones y abrazar el dólar, el capitalismo y Nueva York. Su padre, el notario Salvador Dalí Cusí, le expulsó del se­no familiar y le desheredó por jun­tarse con una mujer casada y por es­cribir en un cuadro “a veces por placer escupo en el retrato de mi madre”. Si Breton le llamó Ávida Do­llars, un acróstico hecho con las pala­bras de su nombre, su padre le pro­fetizó que moriría solo y pobre. Seguramente por ello y porque Gala había conocido la miseria tras cruzar una Europa en guerra, ambos quisie­ron constituirse en la “apoteosis del dólar”, título que puso a uno de sus grandes óleos.

André Breton llamó a Salvador Dalí Ávida Dollars.

TERCEROS

Dalí no solo fue un excelente pintor, sino que plasmó en sus cua­dros su mundo subconsciente, algo que maravilló a Sigmund Freud en Londres. Además, supo ser un ex­traordinario vendedor, un publicista magnífico, el inventor del marketing pictórico. Y no dudó en invadir todos los ámbitos de la creación, diseñando vestidos para grandes marcas, joyas para célebres orfebres, muebles de serie reducida, escaparates para gran­des almacenes, etiquetas para cham­pañas, portadas de revistas, decora­dos para óperas, escenografías para el cine, anuncios publicitarios, libros de lujo o diarios privados.

De la vida un spot

Cuando llegó por primera vez a Nueva York, lo hizo con un enorme pan en la cabeza; cuando conoció a Harpo Marx en Hollywood, le diseñó un arpa con alambradas como cuerdas; cuando ideó el escaparate de los almacenes Bronwit-Teller de Manhattan, deci­dió romper la luna a bastonazos; cuando fue a París, estrujó con una apisonadora una máquina de co­ser Singer bajo la Torre Eiffel; cuando acudió al zoológico bar­celonés, se introdujo en la jaula del gorila albino con su modelo transe­xual; cuando fue a los to­ros en Figueres, intentó que un helicóptero se lle­vara al último toro en vo­landas.

Salvador Dalí junto a su amigo García Lorca.

TERCEROS

El artista procura­ba convertir cualquier acto irrelevante en un spot de su persona. Así, cuando Air India hizo una campaña publicitaria con el juego de palabras Delhi-Dalí, pidió como recompensa un elefante en recuerdo de Aníbal, que atravesó el Empordà. A lomos del paquider­mo se paseó ante la prensa, pero el problema vino cuando intentó ce­derlo al ayuntamiento de Figueres, que a su vez pre­tendió colocarlo en el zoo de Bar­celona, que por último lo trasla­dó al de Valen­cia, donde el animal murió en­loquecido.

Una de sus ocurrencias estuvo a punto de acabar con su vida, pues en una ocasión tuvo la brillante idea de dar una conferencia en el interior de una escafandra de buzo que casi le pro­voca la muerte por asfixia. Los aspa­vientos que Dalí hacía a medida que le faltaba el oxígeno fueron acogi­dos con aplausos, porque los asis­tentes pensaban que formaban par­te del espectáculo daliniano.

Teatro-Museo Dalí en Figueres. Julia Casado / Pixabay.

TERCEROS

El planeta Dalí

Sin embargo, sería injusto reducir Dalí a una máquina de fabricar dólares aceleradamente, a un showman de feria que des­concertaba a los norteamericanos o a un publicitario con ideas de bom­bero alucinógeno. El artista fue un innovador, un adelantado a su tiempo, que se fascinaba por los avances de la ciencia y los progresos tecno­lógicos, y esa atracción se reflejaba en su obra, donde en los años cua­renta y cincuenta aparecen referen­cias a la bomba atómica o al descu­brimiento del ADN, y en los sesenta y setenta, imágenes holográficas o visiones estereoscópicas.

Fue, eso sí, un personaje sin senti­do de la proporción, con una lengua incontrolada que le hacía decir frases indeseadas. Pero su pincel y su pluma sirvieron para reflejar su talento cuan­tas veces se lo propuso, aunque entre sus textos y sus cuadros se encuen­tran obras maestras al lado de crea­ciones escasamente interesantes.

Lápida de Salvador Dalí en el Museo de Figueres. Foto: Vía Wikimedia Commons.

TERCEROS

Sin embargo, Dalí es más que un personaje, es todo un universo. El pla­neta Dalí gira sobre sus propias obse­siones y presenta un sinfín de enig­mas que el espectador sólo alcanza a resolver adentrándose en su vi­da y en su obra. Final­mente, todo encaja co­mo en un rompecabezas. Un ejemplo de ese mundo daliniano es su teatro-museo de Figueres, donde, aparte de unas cuantas telas magnífi­cas –el botín principal de la herencia está en el Reina Sofía–, el visitante puede descubrir las preocupaciones que guiaron su vida. A nadie debe ex­trañar que quisiera ser enterrado en el subsuelo del recinto, seguramente para descansar eternamente rodea­do de sus juguetes.

Este artículo se publicó en el número 432 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.