John Ford va a la guerra
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hollywood colaboró estrechamente con el Ejército, produciendo películas propagandísticas y cediendo a sus mejores directores para que filmaran en el frente.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hollywood colaboró estrechamente con el Ejército, produciendo películas propagandísticas y cediendo a sus mejores directores para que filmaran en el frente. El muy aclamado en su día The Negro Soldier (1944) fue uno más de las decenas de documentales que el ejército de EE. UU. encargó a cineastas de Hollywood durante la contienda.
John Ford, director de éxitos como La diligencia (1939) o Las uvas de la ira (1940) y experto navegante, fue uno de los primeros en alistarse. En 1939, por iniciativa propia, creó una unidad naval fotográfica con el objetivo de rodar documentales y realizar fotografías de reconocimiento.
Aunque algunos altos mandos se mostraron reacios a que los profesionales de Hollywood se inmiscuyeran en las tareas del Ejército, la unidad de Ford fue incluida como parte de la Office of Strategic Services, el servicio de inteligencia de EE.UU., antecesor de la CIA.
La primera misión
En 1942 le encomendaron su primera misión. Debía trasladarse a las islas Midway, cerca de Hawái, para documentar un posible ataque japonés que los servicios de inteligencia creían que se podría producir contra su base naval. Y así fue. La llegada de Ford coincidió con el ataque.
El actor John Ford fue uno de los primeros en alistarse en el ejército de EE.UU. durante la II Guerra Mundial.
Subido a una plataforma elevada (una posición óptima para captar imágenes, pero muy desprotegida frente al fuego enemigo), el director pudo filmar la que sería la primera victoria estadounidense en la guerra. Consiguió imágenes nunca vistas, aunque también una herida de metralla en el antebrazo.
Al volver a EE.UU., Ford ideó una estratagema para evitar intromisiones en el resultado final. Poco antes de proyectar la película en la Casa Blanca, intercaló en el montaje imágenes del hijo de Roosevelt, que estaba luchando en el Pacífico. El presidente, visiblemente emocionado, comentó: “Quiero que todo estadounidense vea esta película cuanto antes”.
La batalla de Midway (1942) se proyectó tal como la había concebido Ford en las salas de cine de todo el país. Fue la primera vez que el público estadounidense pudo ver la guerra en color y con imágenes reales. La repercusión del filme fue tan grande que Hollywood, que nunca antes se había interesado por los documentales, creó una categoría exclusiva para este género en su ceremonia anual de los Óscar .
Filmar el Día D
El 6 de junio de 1944 se produjo el desembarco de Normandía. Entre los cientos de miles de soldados que llegaron a la costa francesa se encontraban dos directores de Hollywood: John Ford y un cineasta conocido por sus musicales con Fred Astaire y Ginger Rogers, George Stevens. El futuro director de Gigante (1956) o El diario de Ana Frank (1959) fue uno de los últimos en alistarse, pero su labor sería enormemente relevante.
Junto a Ford y un numeroso equipo de operadores de cámara y sonido, filmó la mayor operación militar de la guerra. Las imágenes que captó el grupo fueron excepcionales. Pero tenían un inconveniente: eran brutales. La cantidad de heridos y muertos que aparecían flotando en el mar o amontonados en las playas hizo que solo se pudiera utilizar una mínima parte de ellas para su difusión.
John Ford quedó traumatizado después de filmar el desembarco de Normandía y se pasó tres días encerrado bebiendo alcohol.
A Ford le afectó mucho aquella devastación. Tras la batalla, se encerró en la casa donde se alojaban los oficiales y estuvo bebiendo alcohol tres días seguidos. Fue su último servicio en la guerra.
George Stevens sí continuó. El director acompañó a las tropas en su avance hacia París, donde filmó su liberación, y luego hasta Alemania. Su objetivo era documentar el fin de la guerra. Lo que no esperaba era encontrase cara a cara con el más absoluto de los horrores. A finales de abril de 1945 entró con su equipo en Dachau, un campo de concentración cerca de Múnich. Lo que allí vio le cambió la vida para siempre. Estaba convencido de que lo que estaba filmando podría tener una importancia trascendental en el futuro. Y así fue. Las durísimas imágenes que rodó Stevens en Dachau fueron utilizadas como pruebas documentales en los juicios de Núremberg. Su inclusión resultó decisiva para condenar a los acusados.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 603 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.