La hija misteriosa de Alfonso XIII
Historia secreta
Documentos de la policía secreta de Mussolini descubren una nueva hija ilegítima del Rey, la cantante Carmen Gravina
Seis palabras pueden reescribir la historia de un rey. Seis palabras localizadas en un informe secreto de la policía política de Mussolini y que descubren, de repente, un nuevo hijo ilegítimo de Alfonso XIII, el sexto, del todo desconocido. De hecho, desconocida: era una niña.
Un secreto escondido en la carpeta 1175 que. con la germanista Rosa Sala Rose, localizamos en el Archivio Centrale dello Stato de Roma en la investigación sobre el periodista César González-Ruano (El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el París ocupado, editorial Anagrama).
“Yo soy cuñado de Alfonso XIII por la mano izquierda”, solía decir el célebre periodista sin que nadie supiera muy bien a qué se refería. Hasta que abrimos la carpeta 1175.
Durante la guerra civil española, González-Ruano vivió en Italia junto a Mary de Navascués, su compañera sentimental. Mary era fruto de un desliz que el joven periodista Hernán Navascués tuvo con una chica de Tetuán. Para tapar el escándalo, el padre del periodista –el general Felipe Navascués– se hizo pasar por el padre de la niña.
Carmen de Navascués, la amante del Rey, actuó en 1931 con Imperio Argentina en la película ‘¿Cuándo te suicidas?’
Lejos de la guerra española, en Roma también vivía Carmen de Navascués, la hermana de Mary, su tía en realidad. Carmen era una ascendente actriz de cine, guapísima, con toda la carga déco de los tiempos. Rozaba el cielo. En 1931 actuó con Imperio Argentina en la película ¿Cuándo te suicidas? La Paramount la contrató en París y tuvo un papel junto a Maurice Chevalier en El cliente seductor. Cantó con gran éxito un fox-trot en la película de dibujos animados Después que te fuiste. Fue campeona de esquí de Castilla y en la película Besos en la nieve no tuvo que ser sustituida en las escenas de descenso por las pistas del Guadarrama.
“Soy una inconstante y no creo en el amor. Detesto la monotonía. Necesito viajar para sentirme dichosa por completo”, declaró al diario Heraldo de Madrid en 1933. “Cuando me gaste el dinero que tengo volveré a París a trabajar. Luego, vuelta a Madrid, a gastar otra vez mis ahorros. Soy importadora de capitales. No se quejará de mí el gobierno”, afirmó en 1934 a la revista Crónica.
Era moderna y libre. Extravagante. Le gustaba dormir con esmoquin, llevar medias a rayas y no viajaba sola: siempre se llevaba a la hija que tuvo con su primer marido, Fernando Gravina Castelli, un compositor nacido en Constantinopla y autor, en esos años veinte, del primer himno de la selección española de fútbol. La actriz llevó con él una vida bohemia en un pisito de la calle Atocha de Madrid.
“Una nena que para Carmen es antes que cualquier contrato, que cualquier deseo”
Carmen de Navascués se volcó en su hija. “Una nena preciosa. Una nena que es el único pensamiento de su mamá, divorciada”, aseguraba la revista Crónica en 1933. “Una nena que para Carmen es antes que cualquier contrato, que cualquier deseo. Mimito se llama ella. O mejor, la llaman. Porque Mimito, nombre de cuento de hadas, se llama como su madre, Carmencita”.
En 1941, viviendo en el París ocupado, González-Ruano pidió un visado para establecerse de nuevo en Italia. La policía política de Mussolini, que no se fiaba de él pese a ser simpatizante del fascismo, elaboró un informe reservado, la carpeta 1175. La policía señala en su informe que el periodista convivió en sus años romanos con Mary de Navascués, “sobrina de Carmen de Navascués”. Y justo ahí, en ese párrafo, al explicar quién era la actriz, el agente secreto suelta la bomba... Carmen de Navascués, “ex amante del Rey Alfonso XIII, con la que tuvo una hija”. La hija de Carmen de Navascués, Mimito, era hija de Alfonso XIII.
Así, inesperadamente, descubrimos un nuevo hijo ilegítimo de Alfonso XIII, el sexto, que no es ninguno de los cinco conocidos hasta ahora: ni Roger Lévêque de Vilmorin (1905-1980), ni Juana Alfonsa Milán y Quiñones de León (1916-2005), ni María Teresa Ruiz Moragas (1925-1965), ni Leandro Alfonso Ruiz Moragas (1929-2016), ni la niña que tuvo con una institutriz de sus hijos, abandonada en un convento madrileño.
En su informe confidencial de 1941, el agente de Mussolini afirma que Carmen de Navascués –junto a Mimito, Mimmo para los italianos, que también empezó a cantar en Radio Roma– “vive actualmente en Roma, y trabaja en el cine y hace de artista de variedades porque el Rey le pasa una pequeña suma de dinero”. Un “piccolo appannaggio”, dice el informe.
Mimito, hija ilegítima del Rey, llegó al mundo en Madrid el 4 de agosto de 1926. Nació, por tanto, entre los dos bastardos que Alfonso XIII tuvo con su maîtresse-en-titre, la actriz de teatro Carmen Ruiz Moragas: el Rey de España también engañaba a su amante.
Alfonso XIII trató a los dos hijos que tuvo con Ruiz Moragas y a Juana Alfonsa –fruto de una relación con la irlandesa Beatrice Noon– mucho mejor que a Mimito. A estos tres no les pasó un piccolo appannaggio, sino que depositó un millón de pesetas de 1931 en una cuenta de Ginebra, con cuyas rentas vivieron los tres hasta 1958.
Carmen de Navascués tuvo la relación sentimental con el Rey en el Madrid de 1925
En Italia, Carmen de Navascués indicó a las autoridades que había nacido en 1909 y no era verdad: había nacido en 1900. Quitarse nueve años de encima era estupendo para su carrera en el celuloide, pero tenía un inconveniente: si en el futuro alguien tiraba del hilo, podría llegar a la errónea conclusión de que el Rey se acostó con una adolescente de 16 años.
Era una avanzada a su tiempo. Como hija de militar, pasó la adolescencia entre Tánger y Ceuta, y lo que le gustaba no era ir a la escuela, sino escuchar el laúd de los moros y cantar como ellos. Al morir su padre pasó de África a la compañía María Guerrero. En 1923 actuó en el teatro Rey Alfonso de Madrid como primera dama joven, y en ese teatro ganó un concurso de belleza. No sabemos si todavía convivía en bohemia con el compositor Fernando Gravina cuando, a finales de 1925, se acostó con Alfonso XIII. Lo que sí sabemos es que dio a luz y se perdió con su bebé por los escenarios de Europa.
En sus memorias, tan llenas de nombres y apellidos, González-Ruano reserva un silencio sepulcral para Carmen de Navascués y su hija Mimito. Ni una palabra de su cuñada Carmen, que en Italia trabajó en nueve películas. Sí que habla de Carmen Ruiz Moragas, la amante oficial de Alfonso XIII, a la que el Rey engañó con Carmen de Navascués. “Tuvo amores importantes”, dice de la Moragas, “y luego una decadencia triste, hasta que, todavía joven, murió amargada y olvidada”.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Carmen de Navascués reapareció en España con orquesta propia. La Vanguardia del 5 de diciembre de 1944 anunció la recepción de gala que se ofrecía en el hotel Ritz de Barcelona por la apertura de la temporada del Liceo: “La gran artista internacional, protagonista de varias célebres películas y vedette de Radio Roma, presentará su Orquesta de inéditas y pegadizas melodías originales. Maestros del ritmo Ferrazano y Mimmo Gravina [Mimito] forman parte de la citada Orquesta de Carmen Navascués”. Un año más tarde, en el mismo Ritz, seguía amenizando con su orquesta una “gran comida a la americana”.
Ahí, en la primera posguerra, perdemos el rastro de la amante de Alfonso XIII. El rastro de su orquesta, de su voz, de su vida. Y poco sabemos de Mimito, la hija que tuvo con el Rey. Sólo sabemos que nunca se casó ni tuvo hijos. Que siguió cantando, primero con el nombre de Mimmo Gravina y luego con su nombre real, Carmen Gravina.
Entre 1943 y 1946, como Mimmo Gravina, actuó en los escenarios de Barcelona: el Ritz, la sala Casablanca, el club Trébol o la Bodega del teatro Calderón. Y se fue adaptando a los tiempos. En 1961, como Carmen Gravina y con orquesta dirigida por Rafael Ibarbia, grabó en Madrid para Radiodisco un single con cuatro canciones, entre ellas, Non, je ne regrette rien. En 1962 grabó para RCA otras cuatro canciones con arreglos y dirección de Joe Fuste. Un par de años después grabó en París para Polydor cuatro “grands prix de la Chanson espagnole” en otro single con Gerard Poncet y su orquesta.
Heredó la mirada de su madre, conocida en los años treinta como “la de los ojos inmensos”. En la carátula de este último disco para Polydor, Felipe Andrés escribió: “Los ojos... Es como llaman en Madrid a Carmen Gravina, que posee junto a sus magníficos ojos una de las más bellas voces de la canción en España. Heredera de una antigua dinastía de artistas de talento, Carmen Gravina canta cuatro de los grandes éxitos de los festivales españoles, Se’n va anar y La Hora ”.
Después de estas cuatro canciones, silencio.
Sabemos, por narraciones melancólicas y literarias, cómo se fue su padre del mundo, el 28 de febrero de 1941 en la Suite Royal del Grand Hotel de Roma. Pero de su propia muerte, y de la muerte de su madre, sólo nos quedan los partes de la morgue.
Madre e hija vivieron juntas hasta el final, lejos del cinematógrafo y del resplandor
¿Le contó la madre a la hija que su padre era Alfonso XIII? Probablemente no. A su vuelta a España, con el franquismo anulando todos los divorcios de la República, Carmen de Navascués regresó con su primer marido, Fernando Gravina. Tampoco sabemos si el músico sabía que el padre biológico de la niña era el Rey, pero la cuidó como a una princesa. Como “esposa” e “hija” aparecen en la esquela que en el vigésimo aniversario de la muerte del compositor, en 1974, las dos pusieron en ABC.
Madre e hija vivieron juntas hasta el final, en el número 64 del paseo de La Habana de Madrid. Lejos del cinematógrafo y el resplandor, lejos del fox-trot y de Radio Roma. Y las dos fueron enterradas en el cementerio de San Isidro.
Carmen de Navascués murió de un paro cardiaco el 28 de diciembre de 1988 en el hospital de La Paz de Madrid. Era la última amante de Alfonso XIII que quedaba con vida. Tenía 87 años.
Carmen Gravina, su hija, la hija del Rey, murió en el hospital de La Princesa de Madrid el 23 de octubre del 2006. Ingresada unos días antes, falleció de muerte natural. Tenía 80 años y murió, al parecer, sola. Ningún pariente dejó su nombre en el certificado de defunción. Ningún amigo firmó en el registro del cementerio. Estampó su nombre, en los dos papeles, un empleado de la funeraria Nuestra Señora de los Remedios, Sociedad Limitada.
Nadie le puso una esquela en ABC.