Francisco José I de Austria, el hombre que vio caer el Imperio austrohúngaro
Fin de una era
El reinado del emperador austrohúngaro Francisco José, uno de los más largos de la historia, fue tan rico en logros como en contradicciones
Estuvo al frente del Imperio más de sesenta años. Lógicamente, el largo reinado de Francisco José atravesó por muchas vicisitudes, derivadas, en gran modo, de la complejidad de sus vastos dominios, un auténtico rompecabezas multicultural, étnico y religioso.
Poco antes de su coronación, en 1848, estallaron rebeliones de carácter liberal y nacionalista en distintos territorios de los Habsburgo. Pero, como sucedió en todo el continente, la agitación se aplastó por la fuerza. En aquel delicado contexto, era necesario el relevo en la corona. El débil y enfermo emperador Fernando abdicó en su sobrino de 18 años, Francisco José. El 2 de diciembre se puso al frente de un imperio de más de cincuenta millones de personas.
Francisco José firmó el compromiso austrohúngaro por el cual el Imperio se convertía en una monarquía dual con dos capitales, Viena y Budapest
Austria vivía entonces momentos de cambio. El liberalismo cobraba fuerza, pero, a diferencia de sus coetáneas europeas, la burguesía austríaca encontró en la poderosa burocracia imperial un freno a sus aspiraciones.
Las guerras terminaron con la pérdida de territorios en Italia, a la que se añadió la derrota en la batalla de Sadowa, que consolidaba la hegemonía de los prusianos dentro de los estados alemanes.
No menos problemática era la situación en Hungría. Ante la amenaza de sublevación de los nacionalistas magiares, Francisco José, gracias en buena parte a la mediación de Sissi, firmó el Compromiso austrohúngaro en 1867. Este acuerdo transformó el Imperio en una monarquía dual. Francisco José se convertía en emperador de Austria y rey de Hungría. Dos capitales, Viena y Budapest, con sus respectivos Parlamentos, gestionarían a partir de entonces los destinos imperiales.
A finales del siglo, se pusieron en marcha distintas leyes sociales para mejorar la precaria situación de los trabajadores, pero, en contrapartida, trató de frenar con métodos policiales su incipiente organización, así como la libertad de asociación y reunión.
La anexión de Bosnia y Herzegovina, en 1908, desencadenó el conflicto con Rusia y aisló al Imperio austrohúngaro
Esta fase de aparente calma se reflejó en Viena, que vivió una gran expansión demográfica y un estallido cultural. La ciudad se erigió en foco de atracción del talento, y los llamados “hijos de la Ringstrasse” quisieron romper con la tradición estética de sus mayores para crear su nuevo lenguaje artístico para desesperación del rígido Francisco José. Fue la llamada Secesión de Viena, cuya cabeza visible era el pintor Gustav Klimt.
El camino a la disolución
Las tensiones internas y externas, cada vez más acusadas, iban a manifestarse con toda plenitud en el nuevo siglo. La anexión de Bosnia y Herzegovina, en 1908, desencadenó el conflicto con Rusia y aislaría al Imperio austrohúngaro. Y, poco después, durante 1912 y 1913, Francisco José contempló impotente cómo los estados balcánicos se engrandecían a costa del declinante Imperio otomano.
En este contexto, el archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador y heredero de la Corona austrohúngara, se mostró partidario de la reforma del estado dual para convertirlo casi en una federación. Pero, en 1914, un extremista serbio acabó con su vida. Fue el detonante de la Primera Guerra Mundial. Francisco José no la vio acabar. La muerte le alcanzó en 1916, dos años antes de derrumbarse el imperio de los Habsburgo.
Francisco José fue un soberano que marcó una época. Fue el rostro de ese poliédrico, brillante y apocalíptico fin del Imperio. Estos rasgos de su personalidad explican, en parte, el desarrollo de su largo reinado.
Conservador
Francisco José fue educado bajo los principios del absolutismo. Estaba convencido de que su dinastía, la de los Habsburgo, era desde hacía siglos el instrumento de Dios en la tierra. Mientras la aristocracia y el pueblo profesaran fidelidad a estos principios, el orden natural estaría garantizado. Su forma de pensar contrastaba con la de su hijo Rodolfo, abiertamente liberal y crítico con la Iglesia y los privilegios de la aristocracia.
Trabajador incansable
El monarca asumió su responsabilidad de gobierno con un acusado sentido del deber. Disciplinado y trabajador hasta la extenuación, sus jornadas laborales, de al menos diez horas al día, eran las de un auténtico burócrata que velaba por preservar su legado dinástico.
Enamorado
Francisco José quedó prendado de la belleza de Elisabeth Wittelsbach. La joven, conocida en la familia como Sissi, estaba destinada a ser la perfecta emperatriz, adorada por el pueblo, pero sometida a la férrea disciplina de la corte de Hofburg. La muerte de Sissi a manos de un anarquista italiano abatió terriblemente al emperador.
Urbanista
En 1857 Francisco José decretó la ampliación de Viena. Derribados los muros, la reforma urbanística se materializaría en el trazado de la Ringstrasse, la gran avenida de circunvalación que se construyó, a modo de anillo, en torno a la ciudad antigua. La nueva ronda facilitó el acceso del casco histórico a los suburbios más populares y desempeñó una importante función militar, al permitir a las tropas intervenir con rapidez en caso de disturbios callejeros.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 579 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.