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La corrupción en la antigua Roma

Todo podía comprarse y venderse en Roma: de cargos a sentencias judiciales, de votos a contratos de obras públicas. Es casi asombroso que el sistema pudiese funcionar.

El foro romano. Foto: Wikimedia Commons / Rennett Stowe / CC BY 2.0.

La corrupción en Roma Foro

Según el clasicista Luciano Perelli, “la corrupción de la vida política y la administración pública en la Roma antigua tenía dimensiones enormemente superiores a las actuales”. Y esto lo afirmó Perelli en la Italia de la era Berlusconi, no precisamente impoluta.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, a pesar de las muchas semejanzas existentes entre la vieja sociedad del Tíber y la occidental del siglo XXI, la histórica era muy distinta a la actual.

Así como hoy resultarían inaceptables los espectáculos con fieras devorando a seres humanos u organizar festejos oficiales con niños encadenados a carros de combate, los antiguos romanos entendían la corrupción de otra manera que en el presente.

Aquí te explicamos nueve de las prácticas corruptas más habituales en la antigua Roma:

Ilustración del comitium, espacio donde se celebraban las asambleas políticas y judiciales.

TERCEROS

1 Comprar votos y cargos

Tito Livio cuenta que, durante la República, hubo que sancionar una ley que prohibiese blanquear de más las túnicas de los candidatos. Se hacía para llamar la atención desde lejos en sitios tan concurridos como el comitium, el amplio espacio abierto de los foros donde se realizaban las asambleas políticas y judiciales. Otros candidatos no dudaron en hacerse adoptar por una familia ajena con tal de conseguir una magistratura.

2 Amañar elecciones

Los políticos romanos no se andaban con chiquitas a la hora de torcer las urnas a su favor. Cuando se estableció el voto escrito y secreto, apareció una variada gama de fraudes electorales. Se añadían votos para favorecer candidatos o se sobornaba al rogator, un funcionario electoral, para que multiplicara en las urnas el nombre de un candidato en detrimento de los demás.

Moneda romana con escena de voto. Foto: Wikimedia Commons / Münzkabinett / CC BY-SA 3.0.

TERCEROS

Una vez se destapó en el Senado una trama repleta de sobornos electorales, compensaciones fraudulentas o el untado en ciernes (con 100 millones de sestercios, una fortuna enorme) de toda la centuria prerrogativa. La centuria prerrogativa era la que, elegida a suertes, votaba antes que las otras, con lo cual influía en las demás.

3 Apropiación indebida

Un clásico entre los delitos de guante blanco. Julio César protagonizó un ejemplo clarísimo. Dictó la ley anticorrupción más severa de la República, pero poco antes había mandado romper las puertas del Tesoro y se adueñó de las reservas del Estado.

Julio César dictó la ley anticorrupción más severa de la República.

TERCEROS

4 Cobro de comisiones

No era raro que los cuadros del ejército sacaran tajada en exceso por las conquistas. De hecho, se consideraba un incentivo para que los generales dieran lo mejor de sí en el campo de batalla. Los botines pertenecían, en teoría, al Estado. Pero en la práctica llegaban bastante mermados a las arcas públicas. A esta especie de comisión, tolerada hasta cierto punto, se sumaban otras líneas de negocio. Entre ellas, los rescates de prisioneros, su esclavitud, la venta de pertrechos y víveres a las legiones o el transporte de estas. Las clases senatorial y ecuestre –y, dentro de la última, en especial, los publicanos– fueron las mayores beneficiarias de esta prosperidad derivada del expansionismo romano.

5 Acumulación fraudulenta

La annona, el reparto gratuito de trigo que hacía el Estado, constituyó otro foco de corrupción. Era un derecho de todos los ciudadanos. Sin embargo, nadie ignoraba que su propósito consistía en mantener aplacada a la multitud de pobres que formaba el grueso de esta sociedad abiertamente desigual. Pese a ello, algunos patricios reclamaban la parte que les tocaba en la distribución y lo acumulaban para especular.

Una vez se destapó en el Senado una trama de sobornos electorales y compensaciones fraudulentas.

TERCEROS

6 Estafa

Los menesterosos cometían fraude cuando, pululando por las calles de Roma, fingían ser supervivientes de naufragios, veteranos tullidos en combate, enfermos de epilepsia o ciegos desvalidos, todo ello falso, para inspirar compasión y llevarse algo a la boca. También la religión exageró con la petición de limosnas para ingresar fondos.

7 Extorsión

Nadie la ilustra mejor la extorsión que Craso, el compañero de Julio César y Pompeyo en el Primer Triunvirato. Craso amasó una fortuna en parte gracias al único servicio privado de bomberos de Roma. Cuando surgía un incendio, un carro cargado con agua se presentaba ante el inmueble. Pero también un agente de Craso, que solo mandaba apagar el fuego si el propietario pagaba la altísima tarifa de este monopolio. La posterior reconstrucción del edificio solía implicar el traspaso de su titularidad al empresario.

Craso amasó una gran fortuna en parte por el monopolio del servicio de bomberos de Roma.

TERCEROS

8 Concusión

La otra faceta frecuente del abuso de poder fue la concusión. Este cobro de impuestos inflados en provecho propio fue la norma en un sistema basado en depredar las provincias para vivir con lujo y hacer carrera en la metrópoli. Todos los gobernadores provinciales incurrieron, con mayor o menor voracidad, en esta forma de corrupción.

9 Sobornos y cohechos

Los sobornos y los cohechos jalonaron la vida romana en todos los ámbitos y épocas. Se torcían con dinero decisiones electorales y legislativas, en especial en el período tardorrepublicano. Los regalos llovían durante el Imperio a los inspectores tributarios y de obras públicas para que hicieran la vista gorda ante diversos fraudes. Y los escribas de Sicilia cargaban un 4%, más la voluntad, por los documentos que labraban, mientras que los cuestores del Tesoro ignoraban las acrobacias contables a cambio de obsequios. La justicia funcionaba también a golpe de oro y plata, y los trámites solo se agilizaban con dinero, debido a la sobrecarga del sistema judicial.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 583 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.