Gibraltar era un enclave estratégico para el comercio inglés, y efectivamente Inglaterra había mostrado sus apetencias sobre el Peñón desde mucho tiempo antes de 1701, fecha en que comenzaba la guerra de Sucesión española. Con este nombre se conoce el conflicto que enfrentó a buena parte de las potencias europeas, alineadas a favor de los Borbones o de los Austrias (caso de Inglaterra) en su intento por hacerse con el trono de España tras la muerte sin descendencia de Carlos II.
La Corona había sido heredada, en virtud del testamento de este monarca, por el nieto de Luis XIV, el duque de Anjou, que reinaría como Felipe V. En 1704, cuando la plaza capitula, el príncipe Jorge de Hesse Darmstadt la recibe en nombre del archiduque Carlos de Austria (sus partidarios le denominaban Carlos III) como pretendiente al trono de España.
Los ingleses se apropiaron de Gibraltar sin previo aviso, con un cambio de banderas, a pesar de que el enclave se había rendido al representante de Carlos de Austria.
Sin embargo, pocas horas después, el almirante George Rooke arría el pabellón de la Casa de Austria e iza la enseña de la reina Ana de Inglaterra. Las protestas de Darmstadt, como representante del archiduque, resultaron inútiles. Gibraltar pasaba a manos inglesas, pese a que su gobernador, Diego de Salinas, había capitulado ante el representante de un pretendiente al trono de España.
La población gibraltareña, que, en virtud de lo acordado en las capitulaciones, podía permanecer en la plaza o abandonarla, optó mayoritariamente por marcharse, y salió de Gibraltar el 6 de agosto.
La reacción del rey
La ocupación de Gibraltar por los enemigos de Felipe V tuvo un gran impacto. El rey encargó al capitán general de Andalucía, el marqués de Villadarias, la empresa de recuperar la plaza.
El 5 de septiembre, cuando los ingleses habían tenido tiempo para organizar debidamente la defensa del Peñón, llegaban al campo de Gibraltar las primeras unidades del ejército que iba a llevar a cabo el asedio. Villadarias –muy maltratado por la historiografía tradicional, que lo tachó de incompetente y dejó caer sobre él, sin fundamento, el estigma de traidor a la causa borbónica– lo hizo unos días después.
Villadarias dispuso de un importante número de efectivos para el asedio. Sus tropas sumaban 12.000 hombres: 9.000 españoles y 3.000 franceses. Una cifra considerable, aunque las tropas españolas estaban formadas por un heterogéneo conglomerado de unidades entre las que había notables diferencias. Allí se dieron cita, por ejemplo, milicias municipales llegadas de distintos lugares de Andalucía y los regimientos de élite de Infantería Española, mandados por el conde de Aguilar, o el de la Real Guardia Valona, que estaba a las órdenes del duque del Havre.
El asalto sorpresa de los españoles al Peñón fracasó porque los franceses consideraban indecoroso deber la conquista de Gibraltar a un cabrero español.
La Gaceta de Madrid señala que la primera vez que se abrió fuego contra las posiciones inglesas fue en la mañana del 26 de octubre. Pocos días después se vivirá uno de los momentos culminantes del asedio. El 11 de noviembre se llevó a cabo un plan elaborado a partir de las informaciones que facilitó al marqués de Villadarias un cabrero de la zona llamado Simón Susarte, quien, como buen conocedor del terreno, se ofreció a conducir a un contingente de tropas por caminos ocultos hasta un lugar desde el que podían atacar el Peñón de forma ventajosa y sorprender a sus defensores.
Comprobada la viabilidad del proyecto, se organizó una tropa de 500 hombres al mando del coronel Figueroa. Sin embargo, el ataque que había de efectuar el grueso de los efectivos no se produjo como estaba previsto. Figueroa y sus hombres, que estaban aislados en la zona que habían ocupado, fueron descubiertos. Después de agotar la munición que llevaban, fueron exterminados por el enemigo en una feroz lucha cuerpo a cuerpo.
La razón por la que no se había lanzado el ataque fueron las dudas del máximo responsable de las tropas francesas que participaban en el sitio, el general Cabanne, quien consideraba indecoroso deber la conquista de la plaza a un paisano. En realidad, lo que reflejaba su actitud eran las reticencias y malas relaciones que había entre los mandos de los dos ejércitos que defendían la causa de los Borbones.
Aliados mal avenidos
Los conflictos entre españoles y franceses no se debían solo a cuestiones estrictamente militares. Los problemas surgían por cualquier motivo. Los hubo muy serios, como el rechazo de los franceses a aceptar los suministros que proporcionaba la intendencia española.
El 7 de febrero de 1705 se lanzó un poderoso ataque contra Gibraltar, pero fracasó debido a que las tropas francesas se retiraron de sus posiciones.
Otro momento importante del asedio se vivió en febrero de 1705. Los sitiadores habían estrechado el cerco y llegado al pie del Peñón. Con los refuerzos que Villadarias había recibido pocos días antes, el 7 de febrero decidió lanzar el que consideró el ataque definitivo. Dieciocho compañías acometieron las defensas inglesas, y a punto estuvieron de romperlas, pero faltó el empuje final.
El asalto había sido planificado de forma conjunta por españoles y franceses, bajo las órdenes del marqués de Villadarias. Cuando la acometida estaba a punto de desbordar las líneas inglesas, las tropas francesas abandonaron las posiciones que ya habían ocupado sin causa alguna que lo justificase. Esa fue la razón por la que aquel día 7 no se recuperó la plaza de Gibraltar.
Todo apunta a que los jefes del ejército francés decidieron actuar de esa forma con el propósito de que Gibraltar no fuera conquistado antes de la llegada al campamento del mariscal Tessé para hacerse cargo del mando de las operaciones. En efecto, días después llegó al campamento sitiador René de Froulay, conde de Tessé, mariscal de Francia, a quien Felipe V le encomendaba la conquista de Gibraltar. Después de lo acontecido el 7 de febrero, su llegada se produjo en un momento de fuertes tensiones entre españoles y franceses.
Ante la falta de medios para proseguir el asedio, el mariscal Tessé ordenó poner fin al sitio.
En aquellas circunstancias, tener que traspasar el mando suponía para el marqués de Villadarias una grave humillación. Junto a otros oficiales españoles que se sintieron deshonrados, se retiró del asedio y marchó a Antequera, donde tenía fijada su residencia. Injustamente se le tachó de incompetente, e incluso se sospechó que estaba traicionando la causa de Felipe V, si bien sus acciones como capitán general de Andalucía señalaban lo contrario.
Del asedio al bloqueo
La presencia de Tessé en el campo de Gibraltar no supuso avances significativos en el asedio. Los ingleses consiguieron introducir en el Peñón un importante refuerzo de hombres, municiones y alimentos. Lo que supuso un duro golpe para la moral de los sitiadores, que seguían con los problemas causados por una climatología particularmente adversa. A ello se sumaba la escasez de medios.
En abril, el responsable del sitio decidió, ante la falta de apoyo naval y la posibilidad de que los sitiados continuaran siendo reabastecidos, ponerle fin. Ordenó realizar los trabajos necesarios para establecer un bloqueo a Gibraltar, y evitar de ese modo que se convirtiera en una base desde la que lanzar ataques hacia el interior de Andalucía.
Terminados los trabajos del bloqueo, las unidades que habían participado en el asedio se retiraron. Con un fracaso, debido en parte a la actitud de los jefes franceses y sus diferencias con los españoles, concluía el primero de los tres asedios a los que fue sometido Gibraltar en el siglo XVIII para intentar incorporarlo de nuevo a la Corona de España.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 578 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.