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La leyenda negra de Leonor de Aquitania: uno de los personajes femeninos más contro­vertidos

Edad Media

Soberana de Francia, más tarde de Inglaterra, Leonor de Aquitania ejerció el poder en un mundo de hombres. No escatimó ningún esfuerzo para favorecer a sus hijos, en especial a Ricardo Corazón de León

La tumba de Leonor de Aquitania en la abadía de Fontevraud

Elanor Gamgee / CC BY-SA 3.0

Leonor de Aquitania es uno de los personajes femeninos más contro­vertidos y fascinantes de la Edad Media. Su longeva vida –murió octogenaria– y su leyenda se entremezclan, pero nadie cues­tiona que fue una mujer singular y extraor­dinaria.

Reina de dos países rivales, Fran­cia e Inglaterra, madre de diez hijos, la historia la presenta como una figura enig­mática, como una mujer indómita, rom­pedora con las normas y costumbres de su época. Solicitó, por ejemplo, la nulidad de su matrimonio con el monarca francés Luis VII, un hecho nada habitual en la Edad Media. Y es que su comportamiento pronto incomodó a la rígida moral de los miem­bros de la Iglesia, que no dudaron en pre­sentarla como una mujer libertina y luju­riosa.

Más allá de las atribuciones morales, Leonor de Aquitania fue dueña de su des­tino en muchos momentos de su vida, a pesar de no ser este un papel que pudieran desempeñar las mujeres de su época.

A la izqda., Leonor de Aquitania y Luis de Francia se unen en matrimonio.

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La leyenda negra

La fecha y el lugar de su nacimiento son inciertos. Los historiadores dudan entre 1122 y 1124, aunque esta última es la más aceptada. Asimismo, sitúan el alumbra­miento en Poitiers o bien en Burdeos. En cualquier caso, siendo adolescente, y en posesión del rico dominio de Aquitania, contrajo matrimonio con Luis, futuro rey de Francia.

La leyenda negra de Leonor de Aquitania empezó por los rumores de una relación incestuosa entre ella y su tío Raimundo de Antioquía

Cuando la pareja llegó al trono de Francia, se produjo un hito en la relación de la pareja y en el futuro de Europa. El año 1145, Luis VII decidió po­nerse al frente de un ejército e iniciar la segunda cruzada a Tierra Santa, cosa que llevó a la práctica dos años después. Esta clase de expedición, cruz en mano para salvaguardar el cristianismo, no era nueva, pero sí la primera encabezada por un rey y, además, en compañía de su esposa.

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Tras un largo viaje y después de conocer las maravillas de Constantinopla, el matrimonio llegó a Antioquía. Es duran­te su estancia en este lugar cuando se em­pieza a forjar la “leyenda negra” de la reina. El pretexto: las frecuentes entrevis­tas privadas mantenidas entre Leonor y su tío Raimundo, entonces príncipe de An­tioquía. No fueron pocos los que se encar­garon de difundir una hipotética relación incestuosa entre tío y sobrina.

Luis VII llega a Antioquía donde le recibe el príncipe Raimundo.

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Estas ha­bladurías forjaron la fama de libertina, que posteriormente se consolidó, de la joven soberana. Luis intentó apartar a su mujer de la influencia del príncipe partiendo de Antioquía a toda prisa. La reina, sin em­bargo, se negó a seguir a su esposo.

En ese momento, de manera abierta, Leo­nor da muestras de su personalidad: quie­re separarse de Luis VII. Al regresar a Francia, la pareja se mantuvo unida poco tiempo, a pesar de la amenaza de excomunión del papa Eugenio III. La sepa­ración, al parecer, fue de mutuo acuerdo.

Constantes disputas

Leonor en todo momento es consciente de que una mujer de su posición y en pleno siglo XII no puede permanecer demasiado tiem­po sola. Pero, con su linaje y sus posesio­nes, no tardaría en encontrar con quien desposarse. Dos meses después de la anulación se unía en Poitiers a Enrique Plantagenet, futuro rey inglés y miembro de la familia rival de la monarquía francesa.

Enrique II de Inglaterra se enfrentó a la rebelión que protagonizaron sus hijos.

TERCEROS

Inicialmente la pareja tuvo buena sintonía, pero las desavenencias acabaron por llegar. La familia Plantagenet vivió permanente­mente en conflicto. Enrique II vio cómo sus hijos se sublevaban contra él, los her­manos lucharon entre sí en numerosas ocasiones y Leonor tuvo un papel muy importante en todos estos desencuentros.

Enrique II sofocó la rebelión encabezada por sus hijos y encarceló a Leonor de Aquitania durante quince años en la torre de Salisbury

El primer enfrentamiento se produjo en 1172. El heredero, Enrique, se levantó contra el monarca. El soberano estaba plenamente conven­cido de que su mujer era el alma de la rebelión. Por ello, cuando la suprimió, encarceló a Leonor de Aquitania en la Torre de Salisbury, en Old Sarum.

Durante su encierro forzoso, Leonor supo de la muerte de su primogénito, Enrique, y del tercero de sus hijos, Godofredo. Con estas desapariciones, Ricardo Corazón de León, el hijo predilecto de la reina, se convertía en heredero al trono. Su sueño de reinar llegó en 1189, a la muerte de su padre.

Ricardo Corazón de León era el hijo predilecto de Leonor de Aquitania.

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La liberación

La primera decisión que tomó Ricardo como soberano fue la de liberar a su madre, que llevaba quince años viviendo en cau­tiverio. Leonor de Aquitania abandonó la Torre de Salisbury con 67 años y dedicó toda su ener­gía a ayudar a su hijo a consolidarse en el poder. En un tiempo en que una mujer no gozaba de ninguna autoridad, ella actuó como regente durante la ausencia de Ri­cardo, que al poco de ser coronado partió a Tierra Santa en una nueva cruzada.

Leonor de Aquitania removió cielo y tierra para liberar a Ricardo Corazón de León de su cautiverio en el Sacro Imperio

La reina llevó a cabo una intensa actividad diplomática para conseguir la fidelidad de los nobles, y de­dicó grandes esfuerzos a evitar que su hijo Juan, apodado el Sin Tierra, destronase a su hermano mientras este estaba en Tierra Santa. En este empeño, la duquesa de Aquitania fracasó. Leonor pidió a Ricardo que regresara a Inglaterra, ya que su hermano, en alianza con el entonces rey de Francia, Felipe II Augusto, había avanzado en su revuelta contra él.

Sin embargo, durante su regreso a Inglaterra, Ricardo fue encarcelado por el soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique VI, que pidió un cuantioso rescate. A nadie interesaba que Ricardo I recobra­ra su libertad, excepto a su madre. Leonor removió cielo y tierra para conseguir la astronómica cifra y liberar a su hijo. Y lo consiguió.

Interior de la nave central de la abadía de Fontevraud

Jean-Christophe Benoist / CC BY-SA 3.0

En lucha hasta el final

Tras su liberación, Ricardo volvió a ocupar su trono y a de­fenderse de sus enemigos. Leonor de Aquitania se retiró a la abadía de Fontevraud, tras reconciliar a sus dos hijos. Allí recibió la noticia de que Ricardo había sido herido. En sus últimos días antes de morir, Ricardo reclamó la pre­sencia de su madre, que con 75 años aban­donó su retiro para acudir a su lado.

Con la muerte de Ricardo se cumplían los peores temores de la duquesa de Aquitania: no había sucesor al trono de Inglaterra. Leonor actuó de nuevo para que los domi­nios de la familia quedaran en manos de Juan sin Tierra. Después de varios pactos y de rendir homenaje –como duque de Aquitania– al rey francés Felipe II Augusto, Juan tiene asegurado el trono y Leonor puede retirarse de nuevo a Fontevraud, en su Aquitania natal. Allí fallecería el 6 de marzo de 1204 después de una intensa y apasionada vida, en la que demostró gran fortaleza y coraje al enfren­tarse a las restrictivas normas en las que vivían las mujeres en la Edad Media.

Este artículo se publicó en La Vanguardia el 21 de julio del 2020

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 463 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.