La figura de Gengis Kan, fundador del Imperio mongol, evoca terribles historias de conquistas, destrucciones y matanzas. No hay duda de que sus hordas sembraron el terror y arrasaron ciudades y poblaciones enteras, pero este hecho, por sí solo, no explica la vastedad de un imperio que con sus descendientes llegaría a ser el mayor de la historia, desde el océano Pacífico hasta el Danubio.
Tal acopio de poder no podría haberse logrado sin los excelentes jinetes y arqueros mongoles ni la debilidad de los imperios sedentarios que colindaban con este pueblo nómada en el siglo XIII. Tampoco sin el tesón, el liderazgo visionario y la aguda inteligencia militar y política de Gengis Kan.
Un ascenso imparable
No se sabe exactamente cuándo ni dónde nació: los historiadores manejan tres fechas, 1155, 1162 y 1167, y un lugar, las cercanías del lago Baikal, en la actual Mongolia. Su padre, Yesugei, era el jefe de un clan menor y pobre, los borjigin. En aquel momento, las tribus mongolas estaban desunidas y los tártaros dominaban la estepa. Yesugei pasó toda su vida luchando contra estos últimos, que acabaron envenenándolo poco después de haber casado a su hijo Temujin –así se llamaba el pequeño Gengis– cuando este contaba apenas nueve años.
Temujin y su familia se vieron obligados a vagar por las llanuras, acosados por el hambre y las persecuciones de otras tribus. Su madre le enseñó a apreciar el valor de las alianzas en el hostil entorno en que vivían, algo que él no tardaría en cultivar. A los 15 años, Temujin contaba ya con un grupo de leales que respetaban su coraje, astucia y poder de persuasión.
El precoz líder renovó la alianza que su padre había forjado con Tonguril, jefe de los kerait, y se valió de él y otros partidarios para afianzar su ascensión política. Algunos de sus seguidores se convirtieron en nokor, o hermanos de sangre, guerreros dispuestos a renunciar a su propia tribu para unirse a un nuevo kan, o jefe. Entre ellos destacó Jamukha, un amigo de la infancia que ayudó a Temujin a iniciar su conquista de la estepa.
La unificación de las tribus
Los tártaros fueron su primer objetivo. En venganza por el asesinato de su padre, Temujin ordenó matar a todos los hombres y recién nacidos y repartió a las mujeres entre sus tropas. Esta acción le proporcionó muchos seguidores de todas las tribus y estratos sociales, atraídos por su fama de noble y justo con los suyos y por las expectativas de botín. Organizó su ejército siguiendo la tradición militar de la estepa, pero mezcló las distintas tribus y fomentó una lealtad más orientada a la cohesión interna que hacia la tribu propia original.
Otra de las innovaciones fue vincular el rango a la competencia, y no al linaje. Mostró una gran capacidad para reconocer el talento de los que serían sus hombres de confianza, tanto militares como civiles. Una cualidad que le permitió identificar tempranamente a aquellos que más tarde formarían su guardia imperial o el grueso del generalato, así como a los que serían los mejores administradores de los pueblos vencidos.
El espíritu de supervivencia del joven guerrero se transformó, a medida que aumentaba su influencia, en ambición de poder. No dudó en romper la alianza con Jamukha y Tonguril en beneficio propio y, apoyado en su eficaz ejército, doblegó una tras otra a todas las tribus rivales de la estepa. En 1206, la reunión de nobles mongoles que él mismo había convocado (el kuriltai) le proclamó Gengis Kan (señor universal).
Por su alianza con los uigures aprendió la importancia de contar con una administración y fuentes de ingresos
El nuevo caudillo de los mongoles aprovechó la asamblea para ordenar sus primeras medidas políticas. Adoptó el uigur para escribir el mongol y dio forma a una cierta estructura judicial apoyada en la Yasa (un código de leyes estrictas pero justas dictadas por él y que a partir de entonces regiría la vida mongola).
La revancha nómada
En 1209, los uigures, musulmanes sedentarios que habían alcanzado un desarrollo cultural importante, se aliaron con Gengis Kan. Con ellos aprendió la importancia de contar con una administración y fuentes de ingresos para que prosperara su pueblo. Fueron ellos también los que le animaron a extender sus fronteras y a luchar contra Xi Xia, el imperio de los tangut, situado en el noroeste de China y rival de los uigures en la ruta de la seda . Gengis Kan vio en la conquista la posibilidad de acceder a los pastos chinos y enriquecerse con los impuestos del comercio.
Además, la campaña bélica tenía una beneficiosa contrapartida para sus ambiciones personales: según la tradición mongola, el kan gozaba de poder absoluto en tiempos de guerra, pero podía ver limitada su acción e incluso ser depuesto cuando reinaba la paz. Así fue como Gengis inició una era de veinte años de conquistas. Tras cruzar el desierto de Gobi y anexionarse Xi Xia como estado vasallo, Gengis Kan apuntó en 1211 al inmenso y poderoso imperio Jin, en el norte de China.
Sus hordas se hicieron primero con el control de Manchuria, gracias a la incorporación a sus filas de los kidan, una tribu oprimida por la dinastía Jin que aportó amplios conocimientos prácticos de logística e ingeniería militar. Aunque el ejército Jin era diez veces superior al suyo, Gengis Kan avanzó hasta la Gran Muralla . En 1215 la cruzó con tres cuerpos de ejército y devastó Pekín, tras asediarla y saquearla.
La corte Jin huyó al sur, y Gengis dejó a su mejor general, Mukali, la tarea de continuar la conquista, que no se completaría hasta 1234. El imperio chino situado más al sur, el de los Song, resistiría el empuje de los mongoles algunos decenios más.
Asia central arrasada
De vuelta a Mongolia, Gengis dirigió su atención hacia el oeste. Aprovechó un conflicto interno en el reino de los karajitai para apoderarse de él en 1218. Los dominios de Gengis Kan colindaban ya con los del sah Mohamed, el reino juazrem, un inmenso territorio que cubría los actuales Afganistán e Irán y las repúblicas ex-soviéticas de Asia central.
El asesinato de una caravana de mercaderes mongoles y de uno de los embajadores que Gengis Kan había enviado a Mohamed desató la ira del caudillo, que decidió atacar en represalia por la afrenta. Tras recabar información de los territorios del sah mediante espías y divulgar falsas noticias entre las filas enemigas, lanzó tres cuerpos de élite de unos treinta mil jinetes cada uno contra las ciudades de Tashkent y Bujará y la capital, Samarcanda.
El ejército dirigido por Gengis se apoderó por sorpresa de Bujará en 1220, y se unió después a los otros dos ejércitos mongoles para asediar Samarcanda. El sah decidió retirarse y los mongoles pasaron a controlar el reino. Un año después, Gengis confió a los generales Jebe y Subodei, al mando de unos veinte mil hombres, la exploración de los territorios al oeste, más allá de las nuevas fronteras de su imperio. Este ejército, autónomo, sin intendencia y carente de bases de repliegue, protagonizó una proeza única en la historia militar: recorrió en cuatro años más de veinte mil kilómetros.
Una intrincada red de rutas que cruzaba toda Asia permitió establecer un sistema postal fiable
Conquistaron Nishapur y otras ciudades, atravesaron el Cáucaso y derrotaron a georgianos, alanos, rusos (en la batalla de Kalka, en 1223), kangli y búlgaros. Luego regresaron rodeando el mar Caspio para reunirse de nuevo con Gengis Kan. El jefe mongol viró hacia el este para castigar a los tangut de Xi Xia, ya que en su ausencia no habían respetado su compromiso de lealtad. Por el camino, Gengis Kan asoló algunas regiones rebeldes o aún no sometidas en Afganistán –destruyó las ciudades de Herat y Gazni– e Irán.
Tras cruzar Kazajistán, llegó a Mongolia en 1225. Lanzó su campaña contra los tangut un año después. Aunque no logró liquidarles, tomó la capital y las principales ciudades del reino, además de arrasar completamente el país. Cuando el rey de Xi Xia, Li-Yan, se presentó ante Gengis en agosto de 1227 para rendirse, el emperador acababa de fallecer a causa de una hemorragia intestinal tras caerse de su caballo.
Hombre de Estado
Gengis Kan adoptó los sistemas de gobierno de los estados que conquistaba, colocó a mongoles en los puestos de mayor responsabilidad y mantuvo a los funcionarios locales. Una intrincada red de rutas que cruzaba toda Asia permitió establecer un sistema postal fiable y unas rápidas comunicaciones. Sus dominios abarcaban prácticamente todo el continente, del mar Amarillo hasta el Caspio.
Ningún otro imperio de la historia ha conocido desde entonces una expansión tan extraordinaria bajo la égida de un solo hombre. Gengis fue el precursor de una era de cierta paz y seguridad en Asia, la llamada pax mongolica, que conllevó un creciente intercambio cultural entre sus pueblos. El caudillo patrocinó a artistas y artesanos y fomentó la alfabetización del pueblo mongol.
Además, promovió una política de tolerancia religiosa: todas las personas y religiones eran iguales ante la ley mongola, y los religiosos de todos los credos estaban exentos de pagar impuestos. A diferencia de Atila o Alejandro Magno , el emperador mongol comprendió la importancia de dejar resuelta su sucesión.
Ya durante la conquista del reino juazrem había elegido a su hijo Ogodei como heredero. Ogodei y los sucesores de este consiguieron conservar la unidad del Imperio durante un cuarto de siglo más, aunque, en realidad, el poder mongol se mantuvo predominante en Asia central hasta 1368, cuando subió al poder la dinastía china Ming y expulsó a los mongoles. Aun así, algunos de los kanatos de sus descendientes pervivieron varios siglos más.
Este artículo se publicó en el número 604 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.