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El desastre del Castillo de Olite, el hundimiento de la flota española en Cuba, la catástrofe del Wilhelm Gustloff o la del Struma muestran la extrema crueldad de la guerra en el mar. Pero la violencia es igualmente terrible en tierra firme: Europa se rearme ahora, un proceso con ecos de hace 90 años.
Guerra Civil, últimos coletazos. En los últimos días de la Guerra Civil, y cuando la República ya no tenía ninguna posibilidad de victoria, el ejército nacional envió una poderosa fuerza para hacerse con el control de la base naval de Cartagena. Los errores estratégicos y de comunicación terminaron con el hundimiento del Castillo de Olite en el que fallecieron 1.500 soldados sublevados. Es el naufragio más mortífero de la historia de España.
Lo que se perdió en Cuba. Un desastre de otras características fue el de la flota en Cuba hundida el 3 de julio de 1898 por unos barcos estadounidenses técnicamente muy superiores. Teo Rubio ha buceado en los restos de las naves españolas. “El almirante Cervera (jefe de la fuerza) sabía que iba al desastre y se vistió de gala”, asegura. Sin embargo, el militar sobrevivió aunque la guerra acabó cayendo del lado de EE.UU.
Tragedia en el Mar Negro. Si ya de por sí los grandes naufragios con víctimas militares son terribles, la tragedia es aún mayor cuando las víctimas son civiles. Es el caso del Struma el buque que fue hundido en el Mar Negro por un torpedo soviético en 1942 con 800 refugiados judíos a bordo. La responsabilidad no fue solo del submarino, sino también de turcos y británicos que les habían impedido desembarcar. Es otra historia del Holocausto, del que cada vez hay menos testigos directos.
La madre de todos los naufragios. Igual que sucedió con el Castillo de Olite, el hundimiento del Wilhelm Gustloff tuvo lugar en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial y cuando la conflagración ya estaba vista para sentencia. Y como con el Struma, el desastre fue consecuencia de torpedos soviéticos. 9.000 refugiados alemanes perecieron en la mayor tragedia marítima de la historia, mucho mayor de otras catástrofes célebres como la del Titanic.
Más allá
Alrededor del mundo en 1896. Nueva York, París, Londres, Jerusalén... son ciudades que fueron filmadas en los primeros tiempos de las imágenes en movimiento, en el año 1896. Lost in time ha digitalizado y coloreado esas filmaciones que constituyen un mosaico de la vida en el mundo hace casi 130 años.
Tras las huellas de Alejandro. El de Alejandro Magno fue un imperio tan grande como efímero. Esta completa entrada en el blog de Desperta Ferro ahonda en el misterio de la última frontera que alcanzó el soberano macedonio en su expansión. Las noticias son confusas y los indicios casi inexistentes, pero la investigación no arroja la toalla sobre la posibilidad de encontrar vestigios de su paso.
Déjà vu
Rearmes. Hay paralelismos que ponen los pelos de punta. El contexto es el siguiente: Rusia parece estar ganando la guerra de Ucrania con un ejército cada vez mejor engrasado; una posible victoria de Trump en noviembre probablemente conllevaría la retirada de apoyo militar estadounidense al Viejo Contienente; y los países europeos arrastran décadas de desatención a su defensa. En consecuencia, ahora la palabra rearme está recorriendo las cancillerías de la UE, como explica Lluís Uría en su nueva newsletter Europa. Alemania, por ejemplo, ha anunciado la inversión de 100.000 millones de euros en los próximos años para dotarse de un ejército de alta capacidad. “Alemania de nuevo armada hasta los dientes”, señalaba la semana pasada Enric Juliana. De nuevo, como hace 90 años.
La palabra rearme trae a Europa recuerdos inquietantes, de los tiempos de entreguerras tras el trauma de la primera gran conflagración del siglo XX. Después de la Gran Guerra, las potencias europeas disminuyeron su inversión militar, unas por necesidades financieras –las vencedoras- y otras además por las restricciones de Versalles –Alemania-. Pero ya muy a inicios de los años 30, Reino Unido retomó la senda armamentística ante el expansionismo japonés, con programas industriales de defensa que aceleraron a partir de 1934.
Esa fecha no es casual. La llegada del nazismo al poder y su desvinculación del statu quo de Versalles se tradujo en un enorme incremento de la inversión en armamento y la reintroducción del servicio militar obligatorio en Alemania. Aunque ya en tiempos de Weimar el país había iniciado un proceso de remilitarización en la sombra, a inicios de los años 30 sus capacidades eran limitadas. Pero para finales de la década, la fuerza militar alemana había crecido tanto que estaba en condiciones de arrasar a sus vecinos. Tampoco Francia se había quedado atrás, en especial a partir de 1936.
Es obvio que el incremento de las capacidades militares aumenta la posibilidad que sean utilizadas y de ahí la inquietud que causa cualquier carrera armamentística. Pero la historia no es matemática. También tras la Segunda Guerra Mundial se inició una competición similar, entre la Estados Unidos y la URSS, que afortunadamente se quedó en guerra fría.