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El Tigre que condujo a Francia a ganar la Gran Guerra

Grandes discursos del siglo XX

El retorno de Georges Clemenceau al Ejecutivo de París tras las masacres de Verdún y el Somme evitó el pacto con el Imperio Alemán que pedían los socialistas

La Gran Guerra, el primer conflicto global

Innovación a la fuerza en la Gran Guerra

Georges Clemenceau (en el centro) guía al primer ministro británico, David Lloyd George, y al presidente estadounidense, Woodrow Wilson, en Versalles en 1919

Hulton Archive / Getty

EL CONTEXTO

Pocas figuras resultarán tan controvertidas en Francia como ignoradas en el exterior como Georges Clemenceau, artífice tanto de la publicación de Émile Zola “J’Accuse...!” en defensa del capitán Alfred Dreyfus como de la campaña final de su país en la Primera Guerra Mundial después del baño de sangre que dejaron las batallas de Verdún y el Somme . Defensor de la Comuna de París como alcalde de distrito y a su vez implacable represor como ministro del Interior de las protestas obreras que se sucedieron tras la Catástrofe de Courrières, que se cobró la vida de más de un millar de mineros, la trayectoria de Clemenceau siempre estuvo marcada por la vehemencia de sus posturas, que desembocó en una constante dialéctica entre la política y el periodismo.

Personaje controvertido y popular dada su onmipresente presencia en la política francesa de finales del siglo XIX y principios del XX, desde las tribunas institucionales o los diferentes diarios que editó y dirigió, pronto se ganó el sobrenombre de El Tigre por la ferocidad de sus posturas en cualquiera de sus facetas profesionales.

Tras estallar la Gran Guerra, su cargo como presidente de las comisiones de Asuntos Exteriores y de la Armada en el Senado le catapultaron como el gran defensor de la integridad territorial de Francia y de un sentimiento nacionalista que pronto se vio superado por la crueldad de la guerra y el surgimiento de un sentimiento pacifista impulsado por los socialistas, proclives a un pacto con el Imperio Alemán como el que promulgaban los revolucionarios rusos y efectivamente alcanzaron tras la victoria de la Revolución de Octubre de 1917.

Su llamada a “la guerra: sólo la guerra” y su imposición del mariscal Foch para el mando único aliado puso a Francia al frente de la ofensiva final

Fue precisamente en ese momento cuando el presidente de la República, Raymond Poincaré, llamó a Clemenceau a formar Gobierno y a asumir a su vez el Ministerio de la Guerra, responsabilidad de la que El Tigre no rehuyó a pesar de contar ya 76 años. En su primer discurso como presidente del Consejo de Ministros –equivalente a primer ministro–, pronunciado el 20 de noviembre de 1917 (que ofrecemos en esta entrega), el nuevo hombre fuerte de Francia demostró no tener ningún complejo en considerar traidores a todos los que apostaban por una solución dialogada del conflicto y en solicitar al pueblo francés un esfuerzo económico en su camino a la victoria.

Portada de La Vanguardia del 26 de noviembre de 1929, dedicada a Clemenceau con motivo de su muerte

Su firme llamada a “la guerra: sólo la guerra” como única alternativa y su imposición del mariscal francés Ferdinand Foch al frente del mando único aliado puso definitivamente a Francia al frente de la ofensiva final de una guerra en la que la entrada de Estados Unidos acabó resultando determinante. Menos de un año después, el 11 de noviembre de 1918, Clemenceau volvió a comparecer ante la Asamblea Nacional para anunciar el armisticio y la victoria aliada y ganarse un nuevo sobrenombre: El Padre de la Victoria.

Su postura radical en el Tratado de Versalles , en el que participó como representante de la República Francesa exigiendo un duro castigo para Alemania, tuvo el contrapunto del primer ministro británico, Lloyd George y del presidente estadounidense, Woodrow Wilson . Y El Tigre tuvo finalmente que renunciar a la anexión de la cuenca del Ruhr, ya entonces la mayor región industrial de Europa y centro neurálgico de la reconstrucción alemana antes de la eclosión del Tercer Reich.

Así informó La Vanguardia sobre la intervención de Georges Clemenceau

EL DISCURSO

“Señores, hemos aceptado formar parte del Gobierno para dirigir la guerra con esfuerzos redoblados con vistas al mejor rendimiento de todas las energías. Nos presentamos ante ustedes pensando únicamente en una guerra total. Quisiéramos que la confianza que les pedimos fuese un acto de confianza con ustedes mismos, una llamada a las virtudes históricas que nos han hecho franceses.

”Nunca Francia ha sentido tan claramente la necesidad de vivir y crecer en el ideal de una fuerza puesta al servicio de la conciencia humana, en la resolución de fijar cada vez más el derecho entre los ciudadanos, así como entre los pueblos capaces de liberarse. Vencer para ser justos, ésta es la consigna de todos nuestros gobiernos desde el principio de la guerra.

”Mantendremos este programa a cielo abierto. Tenemos grandes soldados con una gran historia, al mando de jefes curtidos en todas las pruebas, dispuestos a los supremos sacrificios que hicieron el hermoso renombre de sus mayores. Por medio de ellos, por medio de todos nosotros, la patria inmortal de los hombres, dueña del orgullo de las victorias, perseguirá en las más nobles ambiciones de la paz el curso de sus destinos.

Vencer para ser justos, ésta es la consigna de todos nuestros gobiernos desde el principio de la guerra”

Georges Clemenceau

”Esos franceses que nos vimos obligados a arrojar a la batalla tienen unos derechos sobre nosotros. Quieren que ninguno de nuestros pensamientos se desvíe de ellos, que ninguno de nuestros actos les sea ajeno. Les debemos todo, sin reserva alguna. Todo por la Francia sangrante en su gloria, todo por la apoteosis del derecho triunfante. Derechos del frente y deberes de la retaguardia, que todo se confunda hoy. Que todas las zonas pertenezcan al Ejército. En caso de que haya hombres que encuentren en su alma semillas de odios antiguos, apartémoslos.

”Todas las naciones civilizadas están comprometidas en la misma batalla contra las formaciones modernas de las viejas barbaries. Junto con todos nuestros buenos aliados, somos la roca inquebrantable de una barrera que no será franqueada. Al frente de la alianza, en todo momento y todas partes, sólo la solidaridad fraterna,el fundamento más seguro del mundo futuro.

”Palenque de los ideales, nuestra Francia ha sufrido cuanto atañe al hombre. Firme en las esperanzas extraídas de fuentes de la más pura humanidad, acepta padecer de nuevo por la defensa del suelo de los grandes antepasados, con la esperanza de abrir siempre en mayor medida, tanto a los hombres como a los pueblos, todas las puertas de la vida. Ahí radica la fuerza del alma francesa. Lo que empuja a nuestro pueblo al trabajo y la guerra.

Todas las naciones civilizadas están comprometidas en la misma batalla contra las formaciones modernas de las viejas barbaries”

Georges Clemenceau

”Esos silenciosos soldados de la fábrica, sordos a las insinuaciones malvadas, esos viejos campesinos encorvados sobre su tierra, esas robustas mujeres en la labranza, esos niños que les aportan la ayuda de una debilidad grave: ésos son nuestros valientes. Nuestros valientes que más tarde, pensando en la gran obra, podrán decir como los de las trincheras: estuve ahí. Con éstos también tenemos que permanecer, hacer que, por la patria, despojándonos de nuestra miserias, un día nos hayamos amado.

”Amarse no es decirlo, es demostrarlo. Queremos intentar hacer esa prueba. Para hacerla les pedimos que nos ayuden. ¿Puede haber programa de gobierno más hermoso? Se han cometido errores. Pensemos sólo en repararlos.

”Por desgracia, se han cometido también crímenes, crímenes contra Francia, que piden un pronto castigo. Adquirimos ante ustedes, ante el país que pide justicia, el compromiso de que se hará justicia de acuerdo con el rigor de las leyes. Ni consideraciones de personas, ni incitaciones de pasiones políticas nos desviarán del deber ni harán que lo dejemos atrás. Demasiados atentados se han pagado ya en nuestro frente de batalla con un excedente de sangre francesa.

”La debilidad sería complicidad. Nos mostraremos sin debilidad, y también sin violencia. Todos los acusados ante el consejo de guerra. El soldado al pretorio, solidario con el soldado en el combate. Basta de campañas pacifistas, basta de intrigas alemanas. Ni traición, ni semitraición: la guerra. Sólo la guerra. Nuestros ejércitos no se verán atrapados entre dos fuegos. El país sabrá que está defendido.

Basta de intrigas alemanas . Ni traición , ni semitraición : la guerra . Sólo la guerra . Nuestros ejércitos no se verán atrapados entre dos fuegos”

Georges Clemenceau

”Y ello, en la Francia libre, siempre. Hemos pagado nuestras libertades a un precio demasiado alto para cederlas más allá de la precaución de evitar las divulgaciones, los estímulos de los que podría aprovecharse el enemigo. Se mantendrá una censura de las informaciones diplomáticas y militares, así como de aquellas susceptibles de perturbar la paz civil. Ello hasta los límites del respeto por las opiniones. Una oficina de prensa suministrará comunicados –sólo comunicados– a quienes lo soliciten. En tiempo de guerra, como en tiempo de paz, la libertad se ejerce bajo la responsabilidad personal del escritor. Fuera de esta regla, sólo hay arbitrariedad, anarquía.

”Señores, para marcar el carácter de este Gobierno, en las presentes circunstancias, no nos ha parecido necesario añadir nada más. Los días seguirán a los días. Los problemas sucederán a los problemas. Caminaremos al mismo paso, con ustedes, hacia las realizaciones cuya necesidad se imponga. Estamos bajo su control. El voto de confianza estará siempre planteado.

”Vamos a entrar en la vía de las restricciones alimentarias, tras Inglaterra, Italia, los propios Estados Unidos, con un impulso admirable. Pediremos a cada ciudadano que asuma toda su parte en la defensa común, que dé más y que consienta en recibir menos. La abnegación es de los ejércitos. Que la abnegación esté en todo el país. No forjaremos una Francia más grande sin poner en ello nuestra vida.

Que la abnegación esté en todo el país. No forjaremos una Francia más grande sin poner en ello nuestra vida”

Georges Clemenceau

”Y en ese mismo momento se nos pide, además, parte de nuestros ahorros. Si la votación que debe concluir esta sesión nos es favorable, esperamos de ella la consagración mediante un éxito completo de nuestro empréstito de guerra, atestado supremo de la confianza que Francia se debe a sí misma cuando se le pide para la victoria, tras la ayuda de la sangre, la ayuda pecuniaria cuya garantía será la victoria.

”Señores, que nos sea permitido en este momento vivir por adelantado esa victoria en la comunión de nuestros corazones mientras de ellos extraemos cada vez más un inagotable desinterés que debe concluir en el sublime impulso del alma francesa en lo más alto de sus esperanzas más elevadas.

”Un día, desde París hasta la más humilde aldea, las salvas de aclamaciones acogerán nuestros estandartes, vencedores, retorcidos en la sangre, en las lágrimas, desgarrados por los obuses, magnífica aparición de nuestros grandes muertos. Está en nuestro poder hacer realidad ese día, el más hermoso de nuestra raza,después de tantos otros. Para las resoluciones sin retroceso, pedimos, señores, el sello de su voluntad.”

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