Lennon, la genialidad tiene un precio

TAL DÍA COMO HOY

Mark David Chapman asesina a balazos al ex líder de The Beatles John Lennon, adalid de la paz, en la puerta de su casa, en el edificio Dakota de Nueva York

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Yoko Ono y John Lennon frente al Edifico Dakota

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Aquel lunes 8 de diciembre había sido un día como otro cualquiera. John y su esposa Yoko volvían del estudio de grabación Record Plant Studio y entraban en su domicilio, un apartamento del Edificio Dakota en la calle  72 de Manhattan. Como es habitual, un grupo de fans les rodea; entre ellos destaca un joven que llama la atención de John. El ex beatle se vuelve a mirarle y recibe a bocajarro cuatro balazos en la espalda. Moribundo, su cuerpo, encharcado en sangre, yace en el suelo.

John Lennon y Yoko Ono, en 1975 en Hyde Park

John Lennon y Yoko Ono, en 1975 en Hyde Park

Getty Images

Acto seguido, el homicida, impertérrito, troca su pistola calibre 38 por un libro, se sienta en un banco cercano y empieza a leer. El volumen que sujeta entre sus manos es El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. Enfrascado en su lectura, no levanta sus ojos del mismo hasta que es detenido por la policía. El empecinado lector y asesino es Mark David Chapman, un músico de 25 años, un perturbado que declara haber acabado con la vida de su ídolo porque quería “ser alguien”. 

El joven homicida había asesinado a su adorado beatle “solo” porque quería ser famoso.

Lennon, entre tanto, ingresa en la sala de urgencias pasadas las diez y media de la noche, tras haber perdido más del 80% de su sangre. A las 23:30, el doctor Stephan Lynn certifica su defunción y, en su informe, describe la causa de la muerte: “Heridas múltiples en el hombro izquierdo y pecho; pulmón izquierdo y arteria subclavia izquierda; hemorragia externa e interna. Shock”.

El joven homicida había asesinado a su adorado beatle “solo” porque quería ser famoso

Chapman es acusado de asesinato en segundo grado. Su equipo jurídico pretende montar una defensa basada en la locura, apoyada en los testimonios de expertos que testimonian que, en el momento de la ejecución del crimen, se hallaba en un estado delirante psicótico, derivado de su condición de paranoide maníaco depresivo.

Todo parecía encaminado al ingreso del homicida en un sanatorio, pero Chapman no quería ser diagnosticado como “loco”, así que alteró las reglas del juego: él mismo boicoteó su defensa y pidió que se retirara, confesándose culpable y diciendo que “ese era el deseo de Dios”.

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Sea como fuere, el juez le impuso una pena de prisión mínima de 20 años, cinco años menos que la petición original de 25 años.

Así ha estado Chapman desde entonces: primero en régimen de máxima seguridad y luego en aislamiento voluntario, recibiendo visitas anuales de sacerdotes, amigos y de su esposa, Gloria, que pese a hallarse al corriente de sus intenciones aquel diciembre de 1980, logró salir sin cargos. Cumplidos con creces los veinte años de pena mínima, el convicto ha venido solicitando bianualmente la libertad condicional, que le ha sido denegada hasta nueve veces, en medio de campañas en contra de su liberación. Entre todas ellas, destacan las declaraciones de su viuda, la artista visual Yoko Ono: ella reconoce tener miedo de que el asesino de su esposo ahora quiera atentar contra su vida y la de sus dos hijos, Sean y Julian Lennon.

En la actualidad, Chapman, de 67 años, declara que se arrepiente de sus actos. Pero en una de las entrevistas que concedió a la televisión estadounidense en la cárcel de Attica (estado de Nueva York), aseveró que Lennon no era su único objetivo. Su lista incluía nombres como la actriz Elizabeth Taylor o el presentador televisivo Johnny Carson. Los celebrities estaban en el mortífero punto de mira de Chapman, que encontró en el homicidio su catapulta a la fama.

Presuntamente contrito, el ejecutor de Lennon solicita su libertad desde el año 2000.

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