Cuando Eduardo encontró a Wallis

HACE 75 AÑOS

Tras tan sólo 325 días en el trono, el rey de Inglaterra abdica para contraer matrimonio con su gran amor, la norteamericana Wallis Simpson. Eduardo VIII se conformó con ser Duque de Windsor y pasó por la vicaría en una ceremonia íntima sin la asistencia de miembros de la familia real.

Eduardo VIII, Duque de Windsor (1894 - 1972) y Wallis Simpson (1896 - 1986) posan el día de su boda Chateau de Conde, France.

Eduardo VIII, Duque de Windsor (1894 - 1972) y Wallis Simpson (1896 - 1986) posan el día de su boda Chateau de Conde, France.

Propias

El príncipe Eduardo no solo era un bocado apetitoso por su posibilidad de heredar el trono de Inglaterra. El joven era apuesto y poseía un talante extrovertido y jovial que lo hacían extremadamente atractivo para el otro sexo, ello le convirtió en un mujeriego compulsivo. Sus devaneos amorosos eran del dominio público y su padre, el rey Jorge V, preocupado por la repercusión que tan irresponsable conducta pudiera acarrear a la corona, le cedió en 1930 una casa, Fort Belvedere. Tres años después, en diciembre de 1933, durante la celebración de una de sus fiestas una de sus amantes, Lady Furness, estadounidense de ascendencia chilena, le presentó a una de sus amigas, Wallis Simpson. Ella era entonces la esposa de Ernest Simpson, un acomodado hombre de negocios británico estadounidense. El flechazo fue fulminante. Aprovechando unas vacaciones de Lady Furness, el príncipe la convirtió en su amante. Se iniciaba así una de las historias de amor más famosas de la historia.

Loco de amor, Eduardo se deja seducir por ‘la yanqui’. Wallis es una mujer casada ya en segundas nupcias, dos años mayor que él. Proviene de una distinguida familia y sabe cómo comportarse entre la alta sociedad. Su fuerte personalidad le permite conquistar al posible heredero que pronto queda prendido en sus redes.

Al contrario que Eduardo, de baja formación intelectual, la señora Simpson es una ‘mujer de mundo’ y consigue manejar al pusilánime príncipe a su antojo.

El 20 de enero de 1936 Jorge V fallece. Un día después, Eduardo sube al trono convirtiéndose en el rey Eduardo VIII. Tiene 42 años y el mismo día de su proclamación deja claras sus intenciones: profundamente obnubilado por su amor a Wallis, rompe el protocolo real y acude al palacio de St. James a presenciar la proclamación en su compañía. Esta desfachatez escandaliza a la sociedad de la época. El imperio británico empieza a vislumbrar con claridad la desmesurada ambición de la señora Simpson.

El 16 de noviembre el nuevo rey comunica a Baldwin, el Primer Ministro, su deseo de convertir a la señora Simpson en su consorte una vez que esta se haya divorciado. La reacción de repulsa del político es instantánea. Eduardo, como rey, es el Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra y esta condenaría su matrimonio por la condición civil de Wallis. El pueblo inglés jamás aceptaría a una norteamericana, divorciada además, en el trono. El matrimonio morganático tampoco se contempla. La fortaleza de espíritu de la conservadora sociedad victoriana sale vencedora, y nada puede el apoyo que recibe el rey de personalidades como Winston Churchill, que defienden la legitimidad de la unión en pro del amor.

Eduardo se ve obligado a abdicar. Su reinado de tan solo 325 días pasa a los anales de la historia contemporánea como uno de los más breves.

Wallis y Eduardo se casaron el 3 de junio de 1937 en el castillo de Candé, Francia, prestado para el evento por el millonario francés Charles Bedaux.  La celebración fue una ceremonia íntima a la que solo asistieron sus amigos más cercanos, 16 en total. Ningún miembro de la familia real acudió, por orden expresa del nuevo rey, Jorge VI.

La novia lució un elegante diseño del modisto estadounidense Mainchover. Se trataba de una pieza de crepé azul, cerrado al cuello con un fruncido en la parte delantera y entallado a la altura de la cintura. En la cabeza portaba un tocado de pequeñas plumas rematado por un halo de tul. Siempre elegante, supo elegir sus joyas con sobriedad, únicamente un brazalete regalo de Eduardo y la sortija de boda. En la pieza, se halla engarzada la renuncia al trono británico del Duque de Windsor.

 

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