Nadie debe estar obligado a casarse, pero al torero Juan Ortega se le recrimina que no rematara la faena con la novia, Carmen Otte, a medio peinar después de una década de relación, y que mantenga silencio absoluto con su pareja humillada y el caso abierto a especulaciones. Con Ortega viendo los toros desde la barrera, corren varias versiones que apuntan a diferentes causas. Pero de momento no sabemos si esta espantá del torero se debe a que si, cual personaje de Julia Roberts, le acobardó el sí, quiero, si quiso evitarle a su novia cornamentas futuras fuera del ruedo, si entonó el “éramos tres” de lady Di, si se hizo un Hannover en su propia boda o si todas o ninguna de las anteriores.
El enlace estaba previsto para las doce del mediodía del pasado sábado en la iglesia de Santiago de Jerez de la Frontera, a la que acudieron un pequeño grupo de los 500 invitados que no tuvieron tiempo de enterarse que la boda se había cancelado. La preboda sí se celebró e incluso corren vídeos de los (no tan) enamorados bailando y besándose horas antes del plantón. En su defensa, los que conocen a Ortega dicen de él que es una persona íntegra y que, si se echó atrás en el último momento, sus motivos tendría.
Tampoco es la primera vez que sucede algo por el estilo en los círculos taurinos. Una pareja de invitados a la boda de Ortega y Otte ya pasó por un episodio similar hace dos décadas, aunque con bastante más margen de maniobra. Veinte días antes de su boda en el 2003, Curro Romero envió un comunicado a los medios explicando que se cancelaba su enlace por “motivos indeterminados”, y su entonces prometida, Carmen Tello, se enteró por la prensa de que el torero se estaba echando atrás.
Para el día fijado ya se habían aclarado las cosas y se celebró una boda íntima en la casa del torero en Espartinas (Sevilla), y no la boda multitudinaria que se había anunciado. Lo que le dio pavor al diestro fue que su casamiento se convirtiera en un circo mediático. La primera intención fue hacer una ceremonia con 80 invitados, pero la lista creció en pocos días hasta los 400, y el torero no pudo soportar esa presión, lo mismo que le sucedía al personaje de Mr. Big en Sexo en Nueva York.
“Motivos personales” fue lo que adujo Natalia Jiménez, vocalista de La Quinta Estación, para cancelar su boda con Antonio Alcol el día antes de que se celebrara, en el 2009. Tiempo después, él contó que no sabía qué le había ocurrido a la cantante que, de manera repentina, hizo las maletas y dijo: “Me voy a Dénia con mis padres. Hasta luego”. Resultó ser un “hasta siempre” y no volvieron a hablar. También contó Alcol a ¡Hola! México que Jiménez se despertó pronto ese día para ir al Ayuntamiento de Pozuelo a suspender la ceremonia y al restaurante Casa Mónico a cancelar el banquete y a pagar la cuenta.
Su tocaya Natalia Verbeke también protagonizó su particular Novia a la fuga en el 2014 cuando decidió no casarse con el chef Jaime Renedo cuatro días antes de la boda prevista. Al parecer, fueron desavenencias familiares por la supuesta venta de la jugosa exclusiva de la boda lo que dinamitó la relación. Los planes de los familiares de él no gustaron a la discreta Verbeke. Renedo visitó fugazmente portadas y platós, pero ella jamás expuso sus motivos de manera pública.
Otra que no ha querido contar nunca los motivos que le llevaron a cancelar su boda in extremis es la novia a la fuga por excelencia, Julia Roberts. Años antes de participar en la película, la actriz dio plantón al actor Kiefer Sutherland en vísperas de su enlace y se fugó a Irlanda con un buen amigo de él, el también actor Jason Patric. Estaba todo listo para la celebración, incluso se había encargado una tarta nupcial en forma de pavo de Acción de Gracias para compensarle a Sutherland que Roberts no le hubiese dejado servir uno de verdad durante el banquete, que finalmente no se celebró. Fue un escándalo internacional, pero nunca perjudicó la carrera de la actriz, que en ese momento tenía 24 años.