La 93ª gala de los Oscars tendrá lugar mañana por la noche en Los Ángeles (la madrugada del lunes en España). Una edición que pasará a la historia por celebrarse en medio de la pandemia. La Academia apuesta a que sea más presencial que virtual, pero el retraso en la fecha y las restricciones provocarán que la gala se parezca bastante a la primera, celebrada el 16 de mayo de 1929 en el hotel Hollywood Roosevelt,, y con sólo 270 invitados.
La organización de los Oscars ha preferido que este año sea presencial para evitar fallos técnicos como los ocurridos en los Globos de Oro. Aunque a cambio dio momentos memorables viendo a las estrellas en estancias de sus residencias en pijama, en sudadera o en camisa hawaiana, con sus mascotas o tomando sus bebidas favoritas.
Las 92 ediciones anteriores de los Oscars han dejado momentos para la historia. Dos de los más recientes han sido el error de Warren Beatty y Faye Dunaway al proclamar La, La, Land como mejor película, en el 2017, cuando en realidad la ganadora fue Moonlight , o la química de Lady Gaga y Bradley Cooper, en el 2019 interpretando Shallow , que se llevó la estatuilla a mejor canción.
Pero si se echa la vista atrás hay muchos otros: en el 1973 Marlon Brando rechazó el Oscar al mejor actor por El Padrino en protesta por el trato de la Academia a los indios americanos y mandó a una activista india a anunciarlo; o al año siguiente, cuando un hombre desnudo se paseó por detrás del presentador David Niven. O el grito de “Pedrooooo!”, lanzado por Penélope Cruz en el 2000 cuando Todo sobre mi madre ganó como mejor película extranjera.
Las limitaciones a causa de la pandemia hacen inviables imágenes como la de Roberto Benigni saltando sobre las butacas o la entrada de un pizzero al recinto
La ceremonia de mañana también dejará un montón de anécdotas, pero hay momentos inolvidables de la historia de los Oscars que será imposible que vuelvan a producirse en un contexto de pandemia como el actual, con severas restricciones de aforo y distancia de seguridad.
Así, por ejemplo, es difícil que pueda entrar alguien de la calle como el pizzero al que llamó Ellen DeGeneres en el 2014, o ver una selfie como la que tomó Bradley Cooper en esa misma gala y en la que aparecían amontonados DeGeneres, Meryl Streep, Jennifer Lawrence, Jared Leto, Angelina Jolie, Brad Pitt, Julia Roberts, Channing Tatum, Kevin Spacey, Lupita Nyong’o y su hermano. La imagen batió el récord como la más retuiteada de la historia hasta el momento. El año pasado, Charlize Theron también realizó una selfie con su madre, Tom Hanks y Rita Wilson, Salma Hayek, Regina King y su hermana, y Rami Malek.
Será difícil que este año los premiados muestren su alegría besando o abrazando a todos, como el actor Adrien Brody, en el 2003, que al recoger su Oscar por El pianista de manos de Halle Bery la sorprendió con un besazo, típico de película. Hoy además ese gesto sería del todo inaceptable.
La ceremonia de mañana será al aire libre en el Centro Ferroviario Union Station, de Los Angeles, y sin la presencia de muchos de los nominados. Se desconoce cómo se entregarán las estatuillas, por lo que quizás no haya posibilidad de que algún premiado tropiece en las escaleras, como le ocurrió a Jennifer Lawrence, en el 2013, cuando subió a recoger el Oscar por 'El lado bueno de las cosas'. Una imagen icónica para los anales de los Oscars y también para Dior, que firmaba el vestido que llevaba.
Precisamente al celebrarse al aire libre, el sonido de los aplausos será más diluido y no tendrá la intensidad del que recibió Leonardo Di Caprio en el 2016, cuando todo el teatro Dolby de Los Ángeles se puso en pie al ganar, por fin, el Oscar, en su quinta nominación, por El renacido. Pero el récord de la ovación más larga lo ostenta Charlie Chaplin. En el 1972, con 83 años, recibió el Oscar honorífico y los invitados lo aplaudieron durante 12 minutos en el icónico Dorothy Chandler Pavillion. Desde 1973, Chaplin se había exiliado a Suiza acusado de pertenencia al partido Comunista y por sus críticas públicas al sistema capitalista estadounidense.
La distancia de separación de los asientos en la gala de los Oscar, de este año no permitirá tampoco a ningún premiado emular al exultante Roberto Benigni, que en 1999, cuando ganó el Oscar a la mejor película no inglesa (también el de actor) por La vida es bella, fue saltando por las butacas hasta el escenario mientras el público reía y lo ovacionaba.