Nora Navas (Barcelona, 1975), que se ganó la admiración que merecía desde mucho tiempo antes por Pa negre (Agustí Villaronga), estrenará a la vuelta del verano su primera incursión en el género de lo fantástico, La vampira de Barcelona (Lluís Danés). Aunque será en el Festival de Sitges, la historia es verídica, ocurrió en el barrio del Raval y Navas defiende a quien siempre hemos tenido por un monstruo. De opresión, prejuicios, feminismo y hablamos con la imparable actriz catalana.
La vampira del Barcelona desmitifica a Enriqueta Martí como monstruo. ¿Quién creemos que fue aquella desdichada mujer?
Si buscas superficialmente en internet o preguntas a cualquiera qué sabe de ella, te dirá que era una bruja y una asesina de niños. Y ese es sambenito muy difícil de levantar. Incluso entre quienes hacíamos la película. Por eso yo he tratado de defender a la mujer pobre, prostituta y mendiga con todos los números para estar condenada de inicio.
¿Cómo era entonces Enriqueta Martí?
El guión de la película me da la oportunidad de defenderla como mujer pobre, acusada de crímenes que no ha cometido y víctima de un cáncer de útero que la hacía sangrar continuamente. Sufre una perturbación, pues cría a la hija de su cuñada, se la arrebatan y ella ya había perdido a un hijo tiempo atrás. Pero también era muy lúcida. Tiene características para convertirse en mito. La interpreto como una persona inteligente y muy asustada ante la trama de una ciudad entera contra ella. Su única luz para salvarse es que cierto periodista diga la verdad; a ella ya nadie la escucha.
¿Qué papel juega ese aliado eventual?
Sebastià Comas es un periodista adicto a la morfina que trata de defenderla bajo mucha presión social y sus traumas propios, así, cuando va colocado de morfina, la ve como la bruja que necesita sangre para vivir –de ahí nace el mito de vampira– frente a la mujer con cáncer de útero que enloquece ante los insultos de “bruja, bruja”.
La película se estrena en el Festival de Sitges, lo que nos lleva al lado sobrenatural del personaje. ¿Cuál era?
Sí era un poco bruja en el sentido de esa mujer sabia que conoce el herbolario y los remedios tradicionales. De hecho, antes de separarse, llevaba un herbolario pequeño con su marido; luego se dedicó a la prostitución y a curar con potingues para ganarse la vida. Me hace mucha ilusión este festival, pues nunca he trabajado en este tipo de películas, pero me lo he pasado genial con la gente de efectos especiales.
¿Cómo se ha documentado para preparar el papel?
Existe un ensayo muy valioso, Desmontando la leyenda de la Vampira del Raval, misoginia y modernismo en la Barcelona modernista, de Elsa Plaza (Icaria), que muestra el enorme clasismo de aquel momento. Ella secuestra niños para mendigar pero le tienden una encerrona cuando se lleva a una niña de clase alta.
Hoy sabemos que no se pudo probar ninguno de los atroces crímenes de los que la acusaron, como describe Jordi Corominas en Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí (Sílex). ¿A quién le interesaba crear o alimentar su leyenda negra?
Sobre todo, a esas clases altas. En aquel momento, el control de la infancia era nulo y así, Enriqueta lo usaba para mendigar. Era otra época pero que aún puedes ver en muchos lugares del mundo. Hace poco estuve presentando Dolor y gloria en Egipto y los niños de cuatro o cinco años que piden por la calle, sucios, descalzos, sin ningún pariente cerca, eran apartados como cucarachas por los dueños de los bares y restaurantes.
¿Cree que hoy en día ocurren casos similares? Me refiero al encarnizamiento general en cuanto se encuentra una cabeza de turco.
Desde luego. Y ocurre en muchos ámbitos, de lo social a lo político. Está pasando con la Covid, a ver a quién culpamos en lugar de hablar de medidas sanitarias. Y con la mujer ha ocurrido siempre. En el Festival de Cine de las Mujeres vi un documental muy interesante al respecto, Los diarios del cáncer, de Audre Lorde. Ella decía: “Soy negra, mujer, activista, lesbiana y pobre. Lo tengo todo para que intenten pisotearme”.
¿Cuál sería un elenco ideal para trabajar?
Me dirigí el otro día a Rodrigo Sorogoyen, con quien me escribo a veces, porque me gusta desde dónde habla, no solo sus historias. De actores, con Javier Bardem, quisiera volver a coincidir con Clara Segura y Marián Álvarez. Y en el plano internacional, me gustaría trabajar con mujeres como Frances McDormand o Patricia Arquette, ese tipo de actrices que se transforman desde dentro y solo les importa vivir intensamente el personaje. En cuanto a directores, con cualquiera que me saque de lugares que conozco y me haga currar inteligentemente.
He leído que para Nora Navas el secreto del éxito está en tratar de ser feliz. ¿Cuál es su receta?
No engancharse a las cosas negativas ni a lo que no ha funcionado o podría haber hecho o con quién podría haber estado, sino estando con la atención muy presente y disfrutando con lo que hay en cada momento. Para mí, una prueba de felicidad es alcanzar la serenidad, vivir serena. En paz conmigo misma y, si nos referimos al trabajo, en cada proyecto dar lo mejor de mí.
He leído que para Nora Navas el secreto del éxito está en tratar de ser feliz. ¿Cuál es su receta?
No engancharse a las cosas negativas ni a lo que no ha funcionado o podría haber hecho o con quién podría haber estado, sino estando con la atención muy presente y disfrutando con lo que hay en cada momento. Para mí, una prueba de felicidad es alcanzar la serenidad, vivir serena. En paz conmigo misma y, si nos referimos al trabajo, en cada proyecto dar lo mejor de mí.