Palomas mensajeras
La corte celestial
La ruptura del matrimonio de los sositos Paloma Cuevas y Enrique Ponce ha destapado una vida paralela
Paloma Cuevas se ha quedado compuesta y sin marido, después de que este, Enrique Ponce , ligara con una señorita de Almería, de nombre Ana Soria y de edad adecuada para ser su hija. Es lo que tiene casarse con un torero: tienes los cuernos asegurados. En todas las casas de los diestros aparecen cabezas de los toros que han matado (disecadas, claro) con su correspondiente cornamenta, así que las sufridas esposas, que según la tradición rezan varios rosarios mientras dura la corrida, viven rodeadas de cornamenta.
A los toreros, sin que se sepa muy bien la razón, les siguen por las plazas y, sobre todo por los hoteles donde pernoctan, muchas jovencitas atraídas por la profesión de riesgo y por el paquete, el que se les nota debajo de la taleguilla y el de los billetes que acumulan. Así conoció Belén Esteban a Jesulín , cuando este hace más de 20 años toreaba en la plaza de Benidorm, táctica que, curiosamente, tiempo después empleó María José Campanario, aunque esta vez el escenario fue Castellón.
La ruptura del matrimonio de los sositos Paloma Cuevas y Enrique Ponce ha destapado una vida paralela
El asunto Ponce-Cuevas ha desvelado una nueva vía de acercamiento entre aficionada y torero que no es otra que la de Instagram o cualquier red social pública, Por lo visto Ana Soria le daba a “me gusta” a todas las publicaciones de Ponce (quien, repito, tiene edad para ser su padre, ella tiene 21 y él, 48), como hacía con las publicaciones de otros toreros y quien sabe si también de futbolistas o cantantes. Se trata de insistir, hasta que al destinatario le pica la curiosidad de tanto like y responde y ya, si la cosa cuaja, pasamos a los mensajes directos, al número de teléfono, al WhatsApp y, al contacto con tacto, que diría Bertín Osborne. A Ponce le tocó, primero la vanidad, y después le despertó el pigmalión que todo hombre maduro lleva dentro cuando se trata de instruir a una jovencita.
Cuentan que el torero se llevó a la novieta a México para que le acompañara (y para tenerla bien amarradita y que no hubiera riesgo de escapes, ni derrotes,) pero luego volvió a casa con la dulce Paloma, que le cuidaba el nido y las dos palomitas, hijas de la pareja .
Así hubiera seguido el asunto pues, al parecer, y según han contado ellos mismos, Enrique Ponce y Paloma Cuevas tenían un acuerdo para seguir juntos socialmente pero permitiéndose una vida paralela. Es el típico pacto al que accede normalmente la esposa que mira para otro lado porque prefiere seguir teniendo un marido que la acompañe a las fiestas sociales y a las familiares, hasta que alguien rompe la baraja. Eran parte del grupo de sositos reunidos, sin más interés que su rancia compostura y mira tú por dónde, las vidas tan intensas que llevaban.
Paloma Cuevas formaba parte de un grupo de bellas y elegantes, a quienes no se les conocía más papel que el de esposa. Ahora toma protagonismo y se destaca su serenidad y el buen rollo con su ex para garantizar el bienestar y equilibrio de las dos hijas que comparten. Paloma, hija, saca el carácter y di la verdad: tu marido te ha puesto los cuernos y no de los que cuelgan en la pared.